La republicana Liz Cheney dirige la última embestida contra el expresidente Trump
► El comité del asalto al Capitolio acusa al exmandatario de «intento de golpe de Estado»
El espectáculo de una inmolación –política, en este caso– siempre es atractivo y este jueves por la noche lo protagonizó Liz Cheney. Es una de las escasas figuras republicanas con peso que se han negado a tragar con la denuncia de un fraude electoral masivo –inexistente– de Donald Trump y que no le han perdonado al expresidente la campaña que puso a la democracia estadounidense contra las cuerdas: Trump trató de quedarse en el poder a toda costa, buscó dar la vuelta a los resultados de las urnas que dieron como ganador a Joe Biden y alentó un intento de evitar la certificación de su rival como nuevo presidente que acabó en un asalto bochornoso y trágico del Capitolio por parte de una turba ‘trumpista’.
Cheney demostró el jueves por la noche su compromiso con no pasar página ante el ataque de Trump a un elemento esencial de la democracia –el traspaso pacífico de poderes– durante la primera comparecencia pública del comité de la Cámara de Representantes que investiga el episodio.
Cheney es una republicana de pedigrí –hija del que fuera vicepresidente Dick Cheney– y que sigue los valores conservadores ’ del partido: impuestos bajos, Gobierno limitado, aumento del gasto en Defensa, control de la inmigración, endurecimiento del acceso al aborto y en favor de las armas.
Puño de hierro
Desde el episodio del 6 de enero de 2021, sin embargo, ha sido la más combativa contra Trump, que domina al partido con puño de hierro. Muchos republicanos le criticaron en las horas siguientes al asalto del Capitolio. Pero tardaron poco en dar marcha atrás ante la evidencia de que Trump sigue siendo la figura con más tirón en el electorado y que enfrentarse a él supone, en la mayoría de los casos, la muerte política.
Como el resto de diputados de la Cámara de Representantes, Cheney se juega el puesto cada dos años y hay elecciones en noviembre. Su oposición a Trump la ha hundido en las encuestas en su distrito de Wyoming, donde era hasta hace poco intocable: pierde por 28 puntos según un sondeo local. Su protagonismo en la comparecencia del jueves –en horario de máxima audiencia, con los canales de noticias en directo– podría ser su sentencia de muerte (el otro republicano en el comité, Adam Kinzinger, también crítico con Trump, no se presenta a la reelección).
A ella no pareció importarle: «Esta noche digo lo siguiente a mis colegas republicanos que siguen defendiendo lo indefendible», afirmó en referencia a su aceptación de la mentira del fraude electoral masivo y su decisión de echar pelillos a la mar sobre la responsabilidad del expresidente en el asalto al Capitolio. «Llegará el día en que Donald Trump ya no esté, pero vuestra deshonra quedará».
El presidente del comité es el demócrata Bennie Thompson. Él presentó la comparecencia y sentó las líneas maestras de la responsabilidad de Trump en lo ocurrido. «El 6 de enero fue la culminación de un intento de golpe de estado, un intento descarado –como dijo uno de los alborotadores poco después del 6 de enero– de ‘derrocar al Gobierno’», proclamó Thompson. «La violencia no fue accidental. Representó el último cartucho de Trump, su intento más desesperado para interrumpir el traspaso de poderes». En palabras de Thompson, «Trump estaba en el centro de la conspiración».
Pero la encargada de dar forma a esas acusaciones fue Cheney, que se puso en el papel de fiscal. Desmenuzó los eventos de las semanas anteriores al asalto, los intentos de Trump de dar la vuelta al resultado de las urnas, las advertencias de su círculo cercano de que no había fundamento para ello y su papel el 6 de enero. Todo ello se detallará en las siguientes comparecencias la semana que viene. Pero Cheney no quiso dejar dudas al respecto: «Trump convocó a la turba, reunió a la turba y encendió la llama de este ataque».
Los republicanos trataron de despachar los esfuerzos de Cheney y del resto de comité como un intento partidista de atacar una vez más a Trump y de distraer sobre lo que importa: la inflación, la presión migratoria o la inseguridad. Con el precio de la gasolina en máximos, es probable que al votante le preocupe eso más que las advertencias de Cheney: «Como estadounidenses, tenemos la obligación de asegurarnos de que no haya otro 6 de enero».