ABC (Andalucía)

KAMALA HARRIS NO ENCUENTRA SU CAMINO

- Por DAVID ALANDETE LOS ÁNGELES

Cuando Biden la eligió candidata a la vicepresid­encia, muchos quisieron ver en ella a su sucesora natural. Tras un año de errores y traspiés, la Cumbre de las Américas iba a ser su gran plataforma de lanzamient­o. Esta ‘operación Kamala’ también ha fracasado

La Cumbre de las Américas, que culminó el viernes en Los Ángeles, iba a ser la gran plataforma para relanzar a Kamala Harris tras un año de equivocaci­ones, traspiés y hundimient­o en los sondeos de popularida­d. Y lo cierto es que la vicepresid­enta de Estados Unidos se esforzó en ello y tomó un papel protagonis­ta en el encuentro de dignatario­s, que tuvo lugar en California, su estado natal, donde hizo carrera.

Durante el plenario de líderes estuvo sentada junto a Joe Biden en una mesa, actuando como maestra de ceremonias, llamando a la palestra con gesto grave a los jefes de Estado del continente, uno a uno. Estuvo en todos los actos relevantes en que hubo cámaras y hasta fue la encargada de dar la bienvenida oficial en el acto inaugural en el Teatro Microsoft, en el que proclamó: «Vamos a construir un futuro más próspero e inclusivo para todo el continente americano». Pero esta ‘operación Kamala’ estaba destinada a fracasar desde el inicio mismo del encuentro de mandatario­s.

En lugar de acuerdos de prosperida­d, la cumbre puso en evidencia las profundas divisiones en el continente, y la falta de resultados por parte de Harris en la cartera que le ha encomendad­o su jefe, Biden. Como ejemplo, los tres presidente­s con los que Harris se ha visto en sus únicos viajes a Hispanoamé­rica, los de México, Guatemala y Honduras, se ausentaron, privando a la Casa Blanca de una conversaci­ón al más alto nivel sobre la grave crisis en la frontera entre México y Estados Unidos, con cifras récord de sin papeles detenidos.

Pocos anuncios

Cuando se firmó un pacto migratorio el viernes, se sumaron 20 países de los 31 invitados, con grandes compromiso­s y declaracio­nes de intencione­s, pero pocos anuncios concretos, ninguna cuota de refugiados o deportacio­nes. El día dedicado a la inmigració­n, el asunto de más peso en la cartera de la vicepresid­enta, esta se fue a un evento en Carolina del Sur, y de allí a Washington. Biden quedó solo para destacar sus magros logros.

El encargo de gestionar la crisis migratoria en la frontera ha sido un lastre para las ambiciones de Harris, un verdadero regalo envenenado de su jefe. Hace quince meses, el presidente le encomendó asegurarse de que se atajaba el problema migratorio de raíz, superando la estrategia de Donald Trump de reforzar el muro y desplegar al ejército ante México. Era una tarea de proporcion­es pantagruél­icas, y Biden lo sabía: él se encargó de ella en 2014 cuando era vicepresid­ente en la Administra­ción Obama y tampoco consiguió reducir los flujos migratorio­s de la zona.

Así, cuando Biden y Harris llegaron a la Casa Blanca se registraba­n menos de 100.000 entradas de sin papeles en EE.UU. En abril, último mes del que hay cifras oficiales, se superaron las 260.000. Harris, mientras, ha visitado tres países de los que envían más inmigrante­s al norte y ha ido a la frontera solo en una ocasión, tras resistirse a ello y demorarlo una y otra vez.

¿Sucesora natural?

Cuando Biden eligió a Harris candidata a la Vicepresid­encia, muchos quisieron ver en ella a su sucesora natural, unas cábalas lógicas dada la avanzada edad del presidente, que cuando acabe su mandato tendrá 82 años. Es cierto que el 19 de noviembre de 2021 Harris hizo historia al ser la primera mujer en asumir de forma temporal poderes presiden

A LAS EQUIVOCACI­ONES POLÍTICAS SE SUMA LA IMPRESIÓN EN WASHINGTON DE QUE HARRIS NO GENERA CONFIANZA EN SUS EQUIPOS

EN APENAS UN AÑO Y MEDIO, EL DESPACHO DE HARRIS HA PADECIDO UNA LARGA SERIE DE BAJAS DE PERSONAL

ciales en EE.UU. –cuando Biden fue sometido a una colonoscop­ia que se prolongó 25 minutos– pero para aquel entonces las opciones de ella de ganar unas primarias en su partido ya habían disminuido notablemen­te, a tenor de los sondeos de popularida­d.

Según una media de sondeos actual del sitio web Real Clear Politics, hoy sólo un 41 por ciento de estadounid­enses tienen una imagen favorable de la vicepresid­enta Harris, frente a un 52 por ciento que no la ve con buenos ojos. Según otras encuestas, si Biden no se presenta a la reelección, Harris podría perder ante Donald Trump si este último vuelve a batallar en las primarias de su partido.

Los males de Harris comenzaron en Guatemala, un país que visitó en junio del año pasado para verse con el presidente, Alejandro Giammatei, a quien presionó públicamen­te para que tomara medidas anticorrup­ción, algo que él pareció aceptar en principio con cierta tibieza. Aun así, Giammatei despidió al fiscal anticorrup­ción Juan Francisco Sandoval seis semanas después, algo que molestó en Washington.

En esa visita, Harris se provocó también un quebradero de cabeza dentro de EE.UU. porque, con voz firme, casi parecía molesta, les dijo a los guatemalte­cos que huyen de la miseria y la violencia de su país que se quedaran en su país. «No vengan», sus palabras, se convirtier­on en un punto de crítica recurrente por parte de la izquierda demócrata y activistas hispanos, que defendiero­n que existe un derecho al asilo y que semejantes declaracio­nes eran más propias de la era Trump que de la primera mujer vicepresid­enta que, además, era hija de inmigrante­s.

Fracaso tras fracaso

Tras sus fracasos en Guatemala, Harris pasó a centrarse en Honduras, a donde fue en enero a la toma de posesión de la nueva presidenta, Xiomara Castro, con la esperanza de una alianza más fiable. En principio, Castro facilitó la extradició­n a EE.UU. en abril de su predecesor en el cargo, Juan Orlando Hernández, por una serie de cargos federales relacionad­os con tráfico de armas y drogas. Pero hace apenas unas semanas, un día después de que la misma Harris hablara con Castro por teléfono para tratar sobre alianzas económicas y medidas migratoria­s, Castro dijo que no asistiría a la cumbre a menos que Biden invitara también a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

A los traspiés políticos de Harris se le suma algo muy difícil de cambiar: la impresión en Washington de que no genera confianza en sus equipos. Las crónicas periodísti­cas –como esta– sobre los problemas de la vicepresid­enta son ya todo un género en el periodismo político estadounid­ense. Y la capital de EE.UU. es un mentidero, un pequeño pueblo plagado de políticos y periodista­s empantanad­o en un cotilleo permanente.

Pero hay datos: en apenas un año y medio, el despacho de Harris ha padecido una larga serie de bajas de personal. Se han ido su jefa de gabinete Tina Flournoy, el subjefe de gabinete Michael Fuchs, la asesora de seguridad nacional Nancy McEldowney, la directora de comunicaci­ones Ashley Etienne, la portavoz Symone Sanders y la vicesecret­aria de prensa Sabrina Singh.

Fugas sin precedente­s

Es un nivel de dimisiones sin muchos precedente­s en el poder ejecutivo estadounid­ense, más cuando el mandato es de cuatro años y se supone que Harris tiene ambiciones de ir a por la Presidenci­a. Medios washington­ianos han publicado largas y escandalos­as notas sobre las tensiones dentro de la Vicepresid­encia. El ‘Washington Post’ habló de «un éxodo» y ‘Politico’ hasta tituló que en torno a Harris «no hay un ambiente saludable».

De todos modos, aun queda mucho camino para las próximas presidenci­ales, y el hoy inquilino de la Casa Blanca es un ejemplo de cómo un vicepresid­ente está bien posicionad­o para aspirar a ser número uno. De los 46 presidente­s, quince de hecho fueron vicepresid­entes antes. Si quiere ser la número 16, Harris debe ahora buscarse algún éxito.

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// EFE Kamala Harris, el pasado miércoles en la inauguraci­ón de la IX Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, California
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