No piensan como nosotros (II)
¿Cómo distinguir si Putin manipula o si somos nosotros las víctimas de una gran distorsión mediática?
HACE unos días conocimos la historia de Dmitri Shkrebets. Su hijo Yegor prestaba el servicio militar en el Moskvá cuando se hundió en el mar Negro el pasado abril. El joven ruso no debía estar ahí porque la ley rusa prohíbe que los reclutas participen en zonas de conflicto, y Dmitri ha iniciado una campaña para pedir justicia para su hijo. Mide al milímetro sus declaraciones porque sabe que corre el riesgo de acabar en la cárcel. No cuestiona la brutal invasión de Ucrania ni tampoco critica al Ejército. Aun así, un grupo de agentes se ha presentado en su casa y le ha requisado el portátil asegurando que ha sido utilizado para enviar amenazas de bomba a varias instituciones.
Recuerdo aquí esta historia porque el martes pasado el artículo «No piensan como nosotros» enervó a varios lectores que consideran que el texto acusa a Vladímir Putin de lo mismo que él atribuye a Occidente: violación de derechos, desinformación y manipulación. Y efectivamente el dictador ruso tiene la capacidad material para decir lo que quiera y así lo hace. Tiene boca, carece de cualquier respeto hacia la verdad y controla los medios de comunicación. ¿Cómo distinguir entonces si el dictador ruso manipula o si somos nosotros las víctimas de una gran distorsión mediática?
La prueba del algodón para esos lectores debería ser la propia publicación de su opinión, algo que en Rusia no sucedería sin que fuera inmediatamente censurada. Pero también historias como la de Dmitri. En Occidente ningún padre teme ir a la cárcel por pedir justicia para su hijo. Y sería un escándalo que un grupo de agentes se presentara en su casa, entrara sin identificarse, sin tener orden judicial y le requisara el ordenador. O historias como la de la periodista Marina Ovsianikova, que fue detenida e incomunicada por mostrar una pancarta contra la guerra de Ucrania durante un informativo del Canal 1 de Rusia. Solo tras la polémica internacional que provocó su desaparición fue liberada y sancionada. O las historias de centenares de opositores rusos perseguidos, envenenados, asesinados, encarcelados, amenazados o exiliados.
Cuando uno de los partidos del Gobierno, Podemos, critica con la boca pequeña que Rusia hace «propaganda» pero acusa con la boca grande a Europa de «limitar de forma grave» las libertades de expresión y de información, es lógico que quien no conozca que el Kremlin apoyó a los morados en 2019 crea que su posición es imparcial. Pero esos ataques de Podemos son la mejor prueba de que en Occidente existe una pluralidad de pensamiento y de expresión inexistentes en Rusia. Los que aún tengan dudas pueden consultar la web de un medio poco sospechoso de ser prooccidental: Al Yazira. Allí leerán decenas de noticias sobre la manipulación del Kremlin que abren los ojos a una idea: por mucho que queramos, la población rusa no puede pensar como la occidental.