ABC (Andalucía)

Camilo, maravillas y terrores del bigote más escuchado del mundo

El artista colombiano comienza una gira que le llevará por veinte ciudades europeas

- LUIS YBARRA

Los periodista­s que estos días, como previa de su gira, hemos entrevista­do a Camilo, hemos visto antes habitacion­es de hotel como esta en la que nos cita: en películas, sobre todo. Va con nervio, pues ya arranca el tour ‘De adentro pa afuera’, y fresquito, que el sol de Madrid lame con virulencia las aceras. Tiene la postura del bigote en los labios, siempre amable. Y un buen número de asuntos que atender: fotos, preguntas, móviles que no dejan de sonar, premios, vuelos. Incluso una niña.

El artista colombiano recorrerá 20 ciudades europeas y la carretera le espera como escaparate de un montón de éxitos: de Pamplona a Gerona haciendo parada en escenarios de Londres, Milán y París. El de Mérida, en el estadio Romano con Dani Martín el próximo 16 de junio, se le antoja como una de las más especiales.

¿Le aburre esto, Camilo? Lo de las entrevista­s, digo. He repasado libretas de compañeros y todos andamos con eso en mente: «Llevo más de cinco horas atendiendo a los medios. Si tuviera que volver al principio de la mañana con las fuerzas que tengo ahora, me muero. Estoy muy agradecido por la buena acogida y el interés que tiene mi música en España, mi segunda casa. Esto es parte del trabajo». El reloj, los zumos a medio terminar y los canapés con aspecto de final de fiesta de cumpleaños indican que debemos ser los últimos.

Ha vendido 200.000 entradas en este país. Desde fuera, su vida camina en chanclas. Todo es felicidad alrededor de sus singles: un jardín, sábanas blancas, vacaciones. ¿Qué queda al reverso de la fama? ¿Qué se le hace bola de esta popularida­d que le impide avanzar por la calle sin interrupci­ones? «Dejémonos de bobadas. No tengo una vida normal, pensar eso sería hipócrita. Me pasan todos los días cosas increíbles que le suceden a muy poca gente en el mundo. Pasar desapercib­ido para mí es muy difícil. Incluso con gorra y tapabocas, hay quien te reconoce por las uñas o el arete. Las pintas que llevo, la ropa que me pongo…, no ayuda. La gente te cuenta sus historias por la calle. ¡Eres importante para gente que no conoces! Eso no deja de sorprender­me. Me maravilla, aunque me aterra normalizar cosas de esta vida que llevo que a todas luces no es normal para un chico de 28 años».

¿Cuál es la parte más engorrosa del oficio? «Lo peor son las estructura­s que rodean a las canciones. Lo que se arma alrededor de ellas y lo que se espera, que me genera mucha presión. Hay veces que estoy escribiend­o y necesito parar, porque no puedo pensar con esa sensación de que tiene que funcionar, que millones de personas van a escucharla, que debe pasar unos filtros... Se me hace bien duro».

¿Coinciden sus temas favoritos con los de su público? «En mi caso, no exactament­e. El éxito de una canción lo sé de antemano, nada más que la estoy haciendo, porque para mí es exitosa en la medida que puedo expresarme a través de ella. Si llego a ese estado de concentrac­ión, donde vuelco lo que siento, es un éxito. Que funcione o no, depende de factores que se me escapan. Las canciones mías que se han escuchado menos segurament­e son las más importante­s para un grupo reducido de personas que me siguen. Todo hay que cuidarlo».

Ha compuesto para Bad Bunny, Maluma, Karol G, Sebastián Yatra, Juanes y un sinfín de compañeros. ¿Le dio rabia deshacerse de alguna de aquellas canciones? ‘Sin pijama’ (Becky G y Natti Natasha), por ejemplo. O ‘Ya no tiene novio’ (Sebastián Yatra, Mau y Ricky), quizá. «Cuando estoy escribiend­o para otros soy como un vientre de alquiler. Sé antes de empezar que esa criatura no es para mí. También hago de actor. Las primeras que apostaron por mí fueron mujeres. Me tuve que poner en su piel para escribir aquello. Cuando es para mí, sí puedo ser yo. Otra historia».

En bares y discotecas

¿Recuerda la primera que hizo? «Sí, pero por suerte no la grabé. La he revisitado en alguna ocasión y es un horror». Y por fortuna, también, sí lo hizo con las que llegaron después: ‘Tutu’, ‘Vida de rico’, ‘Millones’…

Medio Spotify pertenece a Camilo Echeverry, quien desde hace algo más de un par de años monopoliza los altavoces de bares y discotecas. Él, dice, no escucha demasiada música. Al menos, no en el avión que lo ha traído desde Miami. «Aprovecho para dormir cuando la niña se duerme. Estoy saturado de tanta música en un momento como este, pero si tengo que ponerme algo, no lo dudo: música llanera, como decimos allá. Colombia y Venezuela. Os sugiero C4 Trío, muy buenos. También Simón Díaz, la leyenda, Reynaldo Armas...».

Si esto fuera la radio nos despediría­mos con ellos como telón de fondo. Como no, la grabadora se apaga y el mundo real se desboca por la habitación, arrampland­o con todo a su paso. Cámaras, focos, equipo de producción y prensa, personal del hotel, agentes, promotores que vienen y van y nunca acaban de irse… Él está al centro, buscando ese momento de lucidez, que significar­á que cerremos la puerta por fuera. Que me vaya yo. Y todos. Que lo dejemos batallando a solas con la paz que abre el grifo de sus mejores canciones.

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// JOSE RAMON LADRA El cantante colombiano Camilo posa para ABC antes de la entrevista

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