ABC (Andalucía)

Al cole, con el pulverizad­or de agua y el ventilador de casa a cuestas

∑ Cambios de horario y medidas caseras: los colegios combaten con ingenio la ola de calor

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA

«Ya tenemos el protocolo Filomena, ahora nos tocará preparar el sahariano». Raquel, tutora en Primaria en el colegio FEC Santa María Vedruna de Madrid, expresa con humor y sutil ironía lo que se les viene por delante con la ola de calor que están sufriendo. Un problema al que han buscado soluciones ingeniosas pero que se une a las muchas vicisitude­s extraeduca­tivas con las que tienen que lidiar a lo largo del curso.

Las medidas Covid llevan alterando la marcha cotidiana en los dos últimos cursos. Unos cambios a los que el año pasado se unió Filomena. «Fue mucho más difícil adaptarse entonces, de hecho las clases se suspendier­on algunos días», explica Raquel. Este curso, antes de la ola de calor de esta semana, han tenido que sortear los problemas del polvo en suspensión de la calima, y la necesidad de ventilar las aulas en pleno invierno marcada por el protocolo Covid. «Teníamos la calefacció­n a tope y a los niños con abrigo en el aula para compensar que las ventanas estaban abiertas de par en par», explica.

Ahora, con temperatur­as cercanas a los 40º en el exterior, la primera medida también ha sido esa: abrir ventanas y puertas en busca de una corriente de aire que refresque las aulas. Pero no ha faltado imaginació­n «Les hemos pedido que se traigan botellas con pulverizad­or para que puedan refrescar la cara, gorras para cuando salgan al patio, botellas de agua para que se hidraten constantem­ente», nos explica Raquel. En efecto, en el patio, los niños improvisan batallas incruentas con sus «botellas de flus-flus» como inocente arma.

No son los únicos cambios. Desde la dirección han organizado los horarios para que los alumnos de las clases más cálidas se trasladen a espacios comunes para seguir con su tarea. También han reorganiza­do los patios para aprovechar mejor las zonas de sombra. Los profesores han reducido la carga de trabajo y Educación Física se imparte a cubierto en el gimnasio y con actividade­s más tranquilas, como relajación. «Después de estos años de Covid, estamos acostumbra­dos a tomar medidas sobre la marcha, poniendo siempre el bienestar de los niños por delante», explica Inés Ortiz, la directora. «Hemos aprendido a vivir al día, parece que siempre vaya a pasar algo al día siguiente... ¡y pasa!», añade con una sonrisa.

«Nos mojamos el pelo»

Las medidas parecen efectivas y una visita al colegio permite descubrir que las clases se desarrolla­n con casi total normalidad, con la salvedad de que las puertas y ventanas de las aulas están todas abiertas y algunos niños y niñas trabajan también en los pasillos y zonas comunes. En una clase, un ventilador en un rincón contribuye, con escaso éxito, a tratar de generar una corriente de aire que refresque el aula. «La profesora tuvo ayer un golpe de calor y se ha traído hoy el ventilador de casa», nos explican.

Por lo demás, los niños siguen con sus clases y sus preocupaci­ones. «¿Qué hacéis en el patio estos días de calor?», preguntamo­s a la clase de segundo: «¡Jugar al fútbol!», contesta raudo Juan. «Pero nos mojamos el pelo para refrescarn­os», añade enseguida con cara avispada y gesto cómplice. Tiene aprendida la lección. «Hay que estar encima de ellos todo el rato, y recordarle­s que beban y se protejan», explica su maestra.

Algún profesor, como Miguel, que lleva casi dos décadas en el colegio, señala que no es la primera vez que viven días de calor similares en estas fechas. De hecho, recuerda que esa es la razón de la jornada intensiva en septiembre y junio, que permite acabar las clases poco después del mediodía y evitar las horas de más calor en el colegio. Es la medida con la que los colegios españoles han combatido tradiciona­lmente los días de calor. Habrá que tenerla en cuenta para el «protocolo sahariano».

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// ISABEL PERMUY Unos alumnos del colegio Santa María Vedruna juegan, a la par que se refrescan, con sus botellas de agua

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