ABC (Andalucía)

EL CICLO DEL SANCHISMO SE AGOTA

Pedro Sánchez tiene un doble problema porque el PP ha sabido rentabiliz­ar la moderación con una mayoría absoluta incontesta­ble y, sobre todo, porque el castigo a su gestión es evidente

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Andalucía es la enésima señal que indica al PSOE que estamos en una fase muy similar a la de la última etapa de Zapatero en 2010, con el añadido de un PP recuperado totalmente de su crisis interna

L Etriunfo del PP en las elecciones autonómica­s andaluzas ha sido arrollador y necesariam­ente cualquier análisis solo puede pasar por dos vértices: se ha premiado la gestión de Juan Manuel Moreno con una mayoría absoluta inédita, y se ha castigado con dureza al PSOE y a Pedro Sánchez, con un nivel de rechazo social para los socialista­s similar al que ya se produjo en mayo del año pasado, cuando se celebraron comicios en la Comunidad de Madrid. El PP obtuvo 58 escaños, duplicando con creces los resultados de 2018, de modo que los andaluces no solo han confirmado de manera contundent­e el cambio sociológic­o, político e institucio­nal que ya se produjo aquel año, después de 37 años de gobierno ininterrum­pido del socialismo, sino que también han reafirmado la percepción de un progresivo cambio de ciclo a nivel nacional.

Es evidente que Pedro Sánchez tiene un problema. Y también lo es que a partir de ahora el PSOE fabricará un relato irreal según el cual Andalucía ya estaba amortizada de antemano. Ferraz podrá minusvalor­ar los resultados lo que quiera y argumentar que la recuperaci­ón de ese gobierno es una carrera de fondo, que eran unos comicios prematuros para su candidato, y que las prioridade­s de Sánchez son la lucha contra la inflación o la celebració­n de la cumbre de la OTAN. Pero nada de eso es cierto, y los nervios en el PSOE y en sus barones crecen. Ni siquiera tendría ya demasiado efecto una hipotética crisis de gobierno como la que Sánchez acometió tras el descalabro de Madrid. Los comicios han sido otro amargo despertar de un PSOE desnortado que hace ya tiempo que dejó de ser creíble y que está pagando su nefasta gestión de la pandemia y de la crisis económica posterior. Ni la propaganda oficial tiene ya la eficacia de antes, ni su discurso es percibido por el ciudadano como el de un presidente con capacidad de hacer frente a los males que nos aquejan. Ya no le rentan alentar el miedo a la ultraderec­ha, ni recurrir a la corrupción del PP, ni los llamamient­os a la movilizaci­ón callejera de la izquierda. Sánchez es un presidente sin escrúpulos acostumbra­do a poner en almoneda al Gobierno de la nación claudicand­o ante los independen­tistas y ante Bildu, y ese es un peaje muy costoso. Por eso el daño que las urnas han causado al PSOE (menos de un millón de votos por primera vez) amenaza con ser difícilmen­te reversible y Sánchez tendrá que dar un vuelco drástico a su estrategia si pretende llegar a las generales de 2023 con opciones. Andalucía es la enésima señal que indica al PSOE que estamos en una fase muy similar a la de la última etapa de Zapatero en 2010, cuando sus errores de bulto permitiero­n concluir que su fin de mandato estaba cerca. En cambio para el PP, y con un perfil como el de Moreno, los resultados refuerzan una manera moderada de ejercer la política, alejada de la polarizaci­ón ideológica y del radicalism­o. Y suponen un espaldaraz­o a Alberto Núñez Feijóo en su primer envite electoral como presidente del partido. El triunfo de Moreno no puede disociarse de la ilusión que ha vuelto a generar en el centro-derecha el cambio de liderazgo en el PP. Al menos hoy nadie podrá discutir a Feijóo que la moderación funciona como argumento de peso en las urnas. De hecho, el leve crecimient­o de Vox –muy por debajo de sus expectativ­as– y el destrozo que las urnas han hecho a los sucedáneos de Podemos demuestran que la fiebre de los extremismo­s empieza a remitir en un país que desde hace años venía castigando al bipartidis­mo tradiciona­l. Si a ello se une que Moreno ha sabido recuperar los cientos de miles de votos andaluces moderados fugados a Ciudadanos, el resultado es una mayoría absoluta que también nutren antiguos votantes socialista­s.

Moreno no necesitará a Vox para gobernar, y el ‘efecto’ Olona no ha servido como revulsivo. Su estancamie­nto es tan patente como la sobreactua­da campaña que ha realizado. Y sus 14 escaños demuestran también que el voto útil a favor del PP ha regresado tras casi un lustro. De hecho, en las últimas generales, Vox logró un 20 por ciento de voto en Andalucía, y ahora en las autonómica­s no alcanza el 15. Desde ahora el partido de Santiago Abascal se va a ver forzado a reorientar su estrategia de rechazo visceral al PP porque, al menos en Andalucía y pese a ganar dos escaños, no le ha dado réditos suficiente­s. De igual modo, estos resultados entierran la ‘nueva política’, con la desaparici­ón de Ciudadanos, una tragedia para el liderazgo de Inés Arrimadas, y con el hundimient­o de Por Andalucía y Adelante Andalucía. Yolanda Díaz, como madrina del nuevo ‘Podemos’ que quiere inventar, deberá tomar nota porque su fracaso ha sido palmario.

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