Aborrecible doctor Sánchez
Los andaluces no se han ‘derechizado’; simplemente, repudian la fatuidad, la prepotencia, la perversidad de un tipo al que consideran aborrecible
EL descalabro sociata en Andalucía admite, desde luego, muchas interpretaciones. Se puede considerar, por ejemplo, que los andaluces han castigado las noches de putiferio y farlopa que se corrieron (con perdón) muchos altos cargos socialistas; pero aquellas noches de putiferio y farlopa, junto a otras rapiñas limítrofes, empiezan a quedar algo lejanas (y, además, el putiferio y la farlopa son destinos honorables para el dinero público, comparados con cualquier plan de ‘resiliencia’ o ‘inclusividad’). Puede que el saqueo del erario público, cuando es inmoderado y ostentoso, obtenga cierto castigo del votante; pero los andaluces ya castigaron a los sociatas en el tafanario de Susana Díaz.
También se podría aducir que el candidato presentado por los sociatas carecía de gancho o carisma, que no era suficientemente popular o populista, etcétera. La misma especie se divulgó desde Moncloa contra Ángel Gabilondo durante la última campaña electoral madrileña, para que la derrota no salpicase al doctor Sánchez, cargando al candidato fallido con la responsabilidad del fiasco. Pero son muchos los candidatos con escaso gancho o carisma que consiguen resultados aseados sin provocar entusiasmo entre sus votantes, quienes sin embargo les prestan su confianza en atención a diversos cálculos (a veces, incluso, resignados). El propio Moreno Bonilla podría contarse en este gremio. La razón fundamental del descalabro sociata en Andalucía es la aversión profundísima que el doctor Sánchez provoca entre un número creciente de españoles, tanto de derechas como de izquierdas. Me lo comentaba el otro día un amigo que, por razones profesionales, ha tenido que acompañar a muchos políticos españoles ante un nutrido y variopinto público. No hay político que no tenga sus adoradores cretinos y sus detractores energúmenos, provocando en el común de las gentes sensatas un tibio desdén; pero el doctor Sánchez provoca un desagrado visceral, una náusea invencible en un número creciente de gentes, que lo saludan con abucheos allá por donde pasea su figurín de chulo de bolera. Son muchos los que han advertido que el doctor Sánchez es un «hombre sin atributos», una «voluntad pura» de poder capaz de cualquier indecencia con tal de aferrarse a la poltrona y enriquecer a sus amos. Y esas gentes que han calado al doctor Sánchez son muy diversas, incluidas muchas que se afirman de izquierdas y, sin embargo, no están dispuestas a ‘comprar’ nada que llegue con su marchamo, empezando por los candidatos que promueva. Los andaluces no se han ‘derechizado’; simplemente, repudian la fatuidad, la prepotencia, la perversidad de un tipo al que consideran aborrecible.
A la postre, estas han sido unas elecciones –como dicen los analistos– «en clave nacional» que anticipan el ocaso del doctor Sánchez. No debemos olvidar, sin embargo, que el doctor Sánchez sólo es un aplicado lacayo al servicio de una agenda establecida. Y tampoco debemos olvidar aquel refrán infalible: «Otro vendrá que a mí bueno me hará».