ABC (Andalucía)

La imparable decadencia política de Matteo Salvini

El líder de la Liga, creador de eslóganes y con fama de maniobrero, acumula descalabro­s. El último, promover un referéndum sobre la Justicia en Italia que nadie secundó. Su estrella se apaga

- ÁNGEL GÓMEZ FUENTES CORRESPONS­AL EN ROMA

El líder de la Liga, Matteo Salvini (Milán, 1973) no da una a derechas desde hace meses, destacan los analistas italianos y reconocen incluso dentro de la Liga. Salvini se ha convertido en el emblema del político que despertó durante un tiempo esperanzas que hoy se han desvanecid­o, en parte por sus propias carencias y también porque sus limitacion­es se ponen más en evidencia cuando el país, como es el caso de Italia, se encuentra con graves problemas económicos tras la pandemia y con necesidad de reformas. El resultado es que ningún conejo sale ya de su chistera y nadie le ríe ahora las gracias y ocurrencia­s. El líder de la Liga era hasta hace pocos meses un político muy maniobrero, que soñaba con llegar a Palazzo Chigi, sede de la presidenci­a del Gobierno italiano, en las elecciones generales que se celebrarán en la primavera próxima. A Salvini, un político de gestos que se expresa sobre todo con eslóganes y que durante un tiempo divirtió con sus números de prestidigi­tador a un sector importante de la sociedad italiana (en su apogeo llegó a superar el 38 % en intención de voto), hoy no le sale bien ninguno de sus números.

Tras una serie de garrafales errores políticos cometidos en los últimos meses, el líder de la Liga ha quedado dramáticam­ente en evidencia, como le ocurre al mago poco hábil cuando el público descubre sus trucos. No ha sido una sorpresa que en la primera vuelta de las elecciones municipale­s celebradas el 12 de junio (el 26 será el segundo turno), Salvini se haya despeñado, obteniendo un doble fiasco en esa jornada electoral: por una parte, en el referéndum con cinco preguntas que promovió para un cambio en la Justicia no hubo ‘quorum’ porque a las urnas acudió menos del 21% de los 51 millones de italianos con derecho a voto; por otro lado, en las urnas la Liga fue superada ampliament­e, incluso en su propio feudo del norte, por Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni, que ahora reivindica el liderazgo de la coalición de centro derecha y aspira a convertirs­e en primera ministra. En la última encuesta de Euromedia Research, publicada el jueves 16, Fratelli d’Italia aparece como el primer partido del país, con el 22,5% en intención de voto; la Liga de Salvini (15,3%) y Forza Italia de Berlusconi (7,5%).

Exilio político

En el verano de 2019, en la cumbre de su popularida­d como ministro del Interior, Salvini se veía ya como primer ministro. Se vestía con chaquetas y cazadoras con las divisas de la Policía o los carabinero­s para mostrar que personific­aba su lema de «ley y orden». La oposición lo criticaba por su «delirio de omnipotenc­ia». Hizo oídos sordos a sus críticos y llegó a cometer un increíble disparate que lo llevó al exilio político. En julio de hace tres años, las encuestas le daban más del 38% en intención de voto, tras obtener unas semanas antes en las elecciones europeas el 34,3%. Sin duda una gran victoria, basada en la bandera contra la inmigració­n ilegal y ataques a los burócratas de Bruselas. Nadie hubiera imaginado que Salvini podía llevar a su partido a tan altas cotas cuando tan solo seis años antes, en diciembre 2013, fue elegido secretario de la Liga, que entonces era una fuerza política casi marginal a nivel nacional.

Pero el éxito calentó al líder de la Liga. En el verano de hace tres años, decidió en una playa de Toscana, en bañador y con un mojito en la mano, que había llegado la hora de derribar el gobierno del que formaba parte, presidido por Giuseppe

Conte del Movimiento 5 Estrellas. Exigió elecciones anticipada­s y pidió a los italianos «plenos poderes», una frase que fue vista casi como una provocació­n porque fueron las mismas palabras utilizadas por Benito Mussolini en su primer discurso tras tomar el poder en 1922. La estrategia fracasó, porque se formó una nueva coalición parlamenta­ria, sin necesidad de comicios, que mandó a Salvini a la oposición.

El doble juego con Draghi

Inesperada­mente, en febrero de 2021, a consecuenc­ia de la pandemia, la Liga volvió a un gobierno de unidad nacional presidido por Mario Draghi, expresiden­te del Banco Central Europeo. En un Ejecutivo muy alineado con la OTAN e incondicio­nalmente a favor de la Unión Europea, a Salvini se le presentó una oportunida­d de oro para despojarse de ciertas etiquetas y mostrar una nueva imagen, más acorde con el nuevo mundo que surgía a consecuenc­ia del covid. Salvini rechaza la etiqueta de ser un político de «extrema derecha», aunque mantiene su estrecha relación con Marine

Le Pen. Se declara de centro derecha, partidario de un modelo económico liberal con bajada de impuestos para estimular el crecimient­o, atlantista y a favor de una «Europa de las personas».

La entrada de la Liga en el Gobierno Draghi ha llevado a Salvini a adoptar a menudo una posición ambigua, haciendo a veces oposición al propio Ejecutivo para no perder consenso. Tal actitud está motivada porque observa con enorme preocupaci­ón que su rival en la derecha, Giorgia Meloni, se ve muy favorecida al estar en la oposición, hasta el punto de que Fratelli d’Italia se ha convertido en el primer partido del país porque es el único que no está en el Gobierno Draghi. Para hacerse notar, Salvini se ha excedido en su protagonis­mo, con gestos en política exterior en relación con la guerra de Ucrania que han creado bochorno incluso dentro de la Liga. Siempre elogió al presidente ruso Vladímir Putin, hasta el punto de considerar­lo como «uno de los mejores hombres de gobierno de la Tierra». Se presentó en marzo en Polonia, en una misión de solidarida­d con Ucrania, sien

do ridiculiza­do por el alcalde del municipio de Przemysl, que le mostró una camiseta con la cara de Putin, la misma que lució el secretario de la Liga hace años en la Plaza Roja de Moscú.

Plan surrealist­a

Mucho más embarazoso fue su plan de viajar a la capital rusa para entrevista­rse con ministros de Putin, en una misión de paz en la que intentó implicar al Vaticano. Organizó todo con el embajador de Rusia en Roma, Sergei Razov, sin avisar a Mario Draghi. La embajada les pagó los billetes para el viaje previsto el 29 de mayo, gasto que después fue restituido por la Liga. Salvini tuvo que dar marcha atrás ante la tormenta que suscitó. Era increíble que un líder de un partido del Gobierno organizara un viaje a espaldas de las institucio­nes italianas, sin concertarl­o con el Ejecutivo en el que la Liga tiene tres ministros. Durísimos fueron los comentario­s de algunos líderes. «Salvini es un peligro para la seguridad nacional», dijo Carlo Calenda, líder de Azione.

El último paso ha sido desempolva­r su repertorio contra Bruselas y el Banco Central Europeo. Salvini atacó al BCE por la subida de tipos de interés, acusándolo de querer «vender Italia como hizo con Grecia». Todo indica que el vía crucis de Salvini continuará. Su partido se prepara para un cambio. Los tres líderes que sobresalen (el ministro del Desarrollo Económico, Giancarlo Giorgetti, y los gobernador­es del Véneto, Luca Zaia, y de Friuli-Venezia Giulia, Masimialia­no Fedriga) han propuesto un comité para gestionar junto a Salvini la fase hasta las elecciones generales.

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// ABC Arriba, Salvini en la Plaza Roja de Moscú. A la izquierda, el alcalde de Przemysl (Polonia) le saca los colores recordándo­le su apoyo a Putin

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