Defensa descarbonizada
Expertos militares abogan por crear ejércitos bajos en carbono, capaces de destruir hombres, pero salvar el planeta
Durante los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial, en el periodo que se llamó ‘Phoney War’ (guerra de broma), sir Kingsley Wood, secretario de Estado del Aire del Reino Unido, tuvo un rifirrafe en el Parlamento con uno de sus correligionarios, el belicista Leo Amery. Este propuso arrasar la preciosa Selva Negra alemana con bombas incendiarias en represalia por la invasión de Polonia. Wood reaccionó escandalizado ante lo que le parecía una bestialidad: «¿No sabe usted acaso que eso es una propiedad privada?». Este debate quedó para la historia como un ejemplo de cómo el avance de los acontecimientos modifica radicalmente las percepciones.
Hay que señalar que Wood, que sería ministro de Hacienda en el Gobierno que formó Churchill cuando la guerra dejó de ser una broma, no era ni mucho menos un irresponsable ideologizado. Él fue uno de los artífices de la Real Fuerza Aérea. Cuando fue nombrado a cargo de la aeronáutica, en 1938, el país producía 80 aparatos al mes. Dos años después fabricaba 546 Hurricanes y Spitfires que salvarían su país en el verano de 1940.
Me he acordado de sir Kingsley Wood cuando he leído el documento ‘Decarbonized Defense: The Need for Clean Military Power in the Age of Climate Change’ que el Consejo Militar Internacional sobre Clima y Seguridad ha presentado de cara a la cumbre de la OTAN. Se trata de un estudio financiado por el Gobierno de Luxemburgo de un grupo de expertos militares entre los que figuran un general holandés que fue jefe de la Defensa de su país y un exsubsecretario de Defensa de EE.UU. junto a otros académicos y estudiosos.
El informe apunta a los elevados costes operativos que tiene la utilización de combustibles fósiles por los militares y recomienda «a los responsables de seguridad en la OTAN y la UE que aprovechen las oportunidades para asegurarse que los criterios de bajas emisiones y eficiencia energética sean claves en los nuevos procesos de investigación, innovación y obtención (de nuevo equipo)». El documento indica que la guerra en Ucrania es «un punto de inflexión para el cambio sostenible» y subraya el contrasentido que supone que para combatir a Putin haya que consumir el mismo petróleo que él nos vende.
El estudio detalla los criterios para establecer el nivel de emisiones de las actividades militares. Admite que es mucho más sencillo implantar estos criterios en las emisiones fruto de las operaciones administrativas o logísticas de tiempos de paz que en las actuaciones bélicas. El documento constituye un ejemplo extremo de cómo las estrategias de gobernanza ambiental, social y corporativa (ESG, por sus siglas en inglés) están invadiendo todos los ámbitos de la vida humana: la defensa descarbonizada es lo opuesto de la clásica tierra quemada del pasado, un ejercicio radical de exterminio del hombre procurando la conservación del planeta.