Crisis total
De esta manera, ‘¿estamos a las puertas de una crisis total?’, daba entrada el otro día a un colaborador el director de un importante programa de radio de por la mañana. ¡Crisis total! Esa fue la mejor forma con la que este periodista pensó que describía mejor la situación actual. No importa tanto quién fue –el tremendismo con el que se está tratando la realidad económica es generalizado–, sino el tono. Como llevamos insistiendo últimamente, el contraste entre la realidad de la economía, los datos que vamos conociendo a diario sobre la evolución de las distintas magnitudes y los titulares económicos es enorme. Siempre ha sido así pero hoy más que nunca. La distancia entre la percepción y la realidad en la economía nunca había sido tanta.
Sin ir más lejos, la semana pasada el ministro Escrivá repasó como suele hacer a mitad de mes la evolución de las cifras de afiliación a la Seguridad Social. Los datos no tienen un pero, son extraordinarios. Y se suman a otros muchos que son el mejor termómetro de lo que está pasando con la economía española. Es hasta cierto punto esquizofrénico. La venta de vivienda en máximos desde 2008, los precios de los alquileres suben, hoteles a reventar con precios por encima de antes de la pandemia, las carreteras están llenas con la gasolina por encima de los dos euros... y estamos en ¡crisis total! Las compañías baten récord en beneficios, los restaurantes están de bote en bote y los aeropuertos están desbordados, pero estamos en ¡crisis total! Ni siquiera feroz o terrible, que fueron algunos de los calificativos con las que definimos las últimas y muy graves crisis.
Entiendo que la incertidumbre ahora es mucha pero no se ha trasladado a la realidad económica. La inflación está disparada y si no se corrige podría convertirse en un gran problema. Y sobre esto se está construyendo el argumentario catastrofista. Si como todas las casas de análisis serias apuntan, se embrida en lo que queda de año y el que viene se estabiliza algo por encima pero cerca del 2%, esta va a ser la crisis más cacareada de la historia que no termina pasando. Y si no fuera así y los bancos centrales tuvieran que adoptar medidas, lo que no tendrían para entonces es calificativos para referirse a ella.
Los habrían gastado de usarlos mal.