La benevolencia del actual público de Bilbao
Roca Rey pasea dos orejas y Manzanares logra una en la reinauguración de la plaza de Vista Alegre
Feliz regreso de los toros a Bilbao, después del parón por la pandemia y la restauración de la plaza. La nueva Vista Alegre luce remozada, limpia, repintada, sin perder su tradicional imagen. Con buena entrada y toros manejables pero flojos de Jandilla, Manzanares corta un trofeo; Roca Rey, dos. Talavante sigue en busca de sí mismo.
El toro de San Pelayo (Culebrito, para la historia) no da el juego habitual en esta ganadería, se desentiende de la lidia y Pablo Hermoso ha de echar mano de todos sus recursos para encelarlo; brilla clavando muy en corto con Berlín y acierta con el rejón de muerte.
El primer Jandilla flaquea de salida pero va bien al caballo (en una vara), embiste con nobleza. Metiéndose en su terreno y tirando de él, Manzanares le saca derechazos estéticos, algo acelerados. Acierta con la espada: primer trofeo de esta nueva etapa.
El quinto no hace ninguna Jugarreta (su nombre) pero muge, flaquea, queda corto. Saluda Mambrú, en banderillas. Luchando con el viento, Manzanares lo empapa en la muleta, sin regatear esfuerzos, pasa algún momento de apuro.
Pincha con su raro estilo actual, agachándose mucho, antes de la estocada y eso impide la deseada petición.
No estuvo bien Alejandro Talavante en su reaparición, en San Isidro. Es lógico que acuse la inactividad (ni José Tomás se libra de eso). Se le nota especialmente que ha perdido el sitio con la espada. Al tercero, que sale suelto, lo recibe haciendo el poste, sin sujetarlo. Aunque lo cuidan, se derrumba después de varas. Saluda Fini en banderillas. Talavante lo intenta pero el toro flaquea, el torero, también, y todo queda en conato de faena. Pincha sin cruzar, antes de la estocada.
Comienza a llover en el sexto. Saluda
Miguelín Murillo. La faena de Talavante está hecha de retazos: muletazos sueltos, desiguales, enganchados. Pincha mal dos veces antes de la estocada caída. Creo que, además de la puesta a punto, ahora no lo ve claro. Deseo que lo supere pronto.
Roca Rey continúa arrollando, encadenando triunfos. Para el cómputo de orejas, le falta sólo volver a matar como antes hacía, con la escuela de José Antonio Campuzano. Me parece que no es un problema de prudencia sino de sincronización. Se sigue lanzando a matar con decisión pero adelanta a la vez las dos manos, el toro levanta la cabeza y pincha. Lo ortodoxo pide jugar primero la mano izquierda, hacer que el toro humille y, luego, cruzar, con la derecha. Para los aficionados exigentes, además, no debe abusar de espaldinas, pases cambiados, bernadinas y otras ‘inas’. Si se centra en el toreo clásico, quizá corte menos trofeos pero, a medio y largo plazo, se le estimará más.
Cuida al tercero en los primeros tercios. Después de hacer el poste, corre la mano con facilidad y mando. Cuando la emoción disminuye y el toro se para, recurre al efectismo de los muletazos invertidos. Sabe torear al público tanto como a los toros. Mata a la segunda, yéndose de la suerte, pero le premian con una oreja.
Un clamor
El último va de un picador a otro. Se la juega Viruta, con los palos. Comienza Roca Rey pegado a la barrera, como hacía Luis Miguel. Lo mete pronto en el canasto pero el toro protesta y engancha reiteradamente la muleta. Cuando el manso se raja del todo, las luquecinas levantan un clamor. Mata con decisión y se desata el júbilo: una oreja y bronca al presidente por no conceder la segunda. (Matías ha impedido que se premie con dos trofeos una faena con tantos enganchones). Roca Rey ha vuelto a triunfar: todos, felices.
Sin ser aguafiestas, recuerdo yo que, antes, los toreros temían a Bilbao por la seriedad de los toros y por la exigencia del público. Ya pueden estar tranquilos: el público de esta tarde es tan benévolo como el de otras muchas plazas, no pierde la oportunidad de aplaudir, en cuanto le dan la menor ocasión. Me alegro porque así volverán –espero– pero el prestigio taurino de Bilbao corre grave peligro. Es el signo de los tiempos, en esta España…
Esta tarde, la noticia y la alegría no sólo han estado en el ruedo; también, en toda la plaza. La afición bilbaína debe responder al esfuerzo que ha supuesto esta restauración y apoyar a la Fiesta. ¡Larga y feliz vida a la nueva Vista Alegre!