El toreo eterno del Niño de la Capea
A sus 69 años, dicta una lección magistral y corta un rabo en su reaparición por un día
Tarde para la historia en Guijuelo con unos tendidos entregados en cuerpo y alma al Niño de la Capea, una leyenda del toreo que festejaba en el ruedo el 50 aniversario de su alternativa. Tarde de emoción desde la primera ovación hasta el capítulo final, cuando su hijo y sus nietos cortaron la coleta del maestro. Las figuras, las de ahora, se turnaban para auparlo hasta el cielo en su penúltima y pletórica vuelta al ruedo.
Un minuto de silencio se guardó en memoria del maestro Andrés Vázquez. En los tendidos y en el callejón, profesionales como El Juli, Emilio de Justo, El Cordobés, Luguillano, Alejandro Marcos, José Garrido, Javier Conde, el ganadero Juan Ignacio Pérez Tabernero o el dúo Los del Río y gente guapa, deseosa de recuperar la memoria del toreo de la mano de una de las máximas figuras de los 70.
Al que abría plaza, Penumbrito, noble y flojo, Capea, de 69 años, lo recogió en su capote para firmar después un quite a la verónica muy templado. Brindó
a Carmen, su amor, su mujer y eterna compañera, una faena en el tercio. Muleta larga, mano baja, templada, construyendo en apenas cinco series un tratado del toreo a un toro dulzón.
Con el segundo de su lote dictó una lección magistral de tauromaquia que emborronó con la espada, aunque para la historia dejó unos lances sin fecha de caducidad. Brindó a su hijo y a su yerno, hoy compañeros de terna, para cuajar unas templadas tandas con la mano diestra totalmente encajado. Las plantas asentadas, clavadas; el toreo
arrebatado, la pasión, el conocimiento, el secreto. Todo en uno, un prodigio. No bajó el tono con la zurda, siempre en maestro, pleno de recursos y facultades. Ni siquiera la espada pudo borrar una faena magistral, un monumento al toreo clásico. Eterno, inmenso. El que es, es.
Perera brindó al maestro una faena de largura, mando y mano baja en el segundo. Con el cierra plaza, noble pero deslucido, Capea hijo logró sus mejores pasajes con la zurda. En el nombre del padre.