Dos leones continuistas y un rompedor
► Los socios del club bilbaíno elegirán al sucesor de Aitor Elizegi el próximo viernes en unos comicios muy abiertos
Basta darse un paseo por Bilbao para darse cuenta de que el Athletic no es un equipo cualquiera. Si da la casualidad de que ese día hay partido, los visitantes se encontrarán la ciudad repleta de banderas rojiblancas. Es muy probable también que durante el paseo uno se cruce con bilbaínos de todas las edades vistiendo la camiseta, aunque no se dirijan, ni mucho menos, camino de San Mamés. Y probablemente, si uno pregunta el porqué de vestir la equipación deportiva para tareas cotidianas recibirá siempre una misma respuesta: «El Athletic es una religión».
Tanto es así, que la sociedad vasca no podría entenderse sin el peso que tiene en ella una institución como el club rojiblanco. El Athletic está presente en la vida cultural y social de la provincia y apoya numerosas causas sociales. De ahí que las elecciones que el club celebrará el próximo viernes trasciendan lo meramente deportivo y no puedan entenderse solo como una renovación de la cúpula directiva.
Porque detrás del club conviven multitud de intereses tanto políticos como empresariales. No es casualidad que en prácticamente todas las elecciones celebradas hasta ahora se haya hablado de alguna candidatura apoyada extraoficialmente por el PNV, por mucho que dicha formación se haya esforzado por presentarse como neutral. De hecho, algunas de sus iniciativas más bien indican lo contrario. Durante la negociación de los presupuestos de 2022, una de las enmiendas que colaron los nacionalistas en el pacto con Pedro Sánchez fue la de eliminar los avales que tenían que presentar las candidaturas en los clubes que no son sociedades anónimas deportivas, como es el caso del Athletic. Hasta ese momento era requisito presentar un aval equivalente al 15% del presupuesto del club, lo que limitaba notablemente la capacidad de algunos candidatos para concurrir a las elecciones.
En esta ocasión el sambenito de candidatura peneuvista le ha caído a Ricardo Barkala. «El PNV ni pone, ni quita candidatos», ha repetido hasta la saciedad el ahora presidente de la Autoridad Portuaria de Bilbao. Sin embargo, haber ejercido como viceconsejero de Empleo y Trabajo durante el primer Gobierno de Iñigo Urkullu hace difícil desvincular su candidatura de los intereses nacionalistas.
Y si la política pesa en el club rojiblanco, tanto o más lo hace el tejido empresarial vasco. Por eso no es casualidad que el segundo candidato a ostentar la presidencia del club sea Iñaki Arechabaleta, directivo del grupo Vocento, el principal grupo de comunicación del País Vasco. Por sorpresa y casi en el tiempo de descuento entró en la pugna Jon Uriarte, defendiendo el perfil del joven triunfador hecho a sí mismo. En su presentación, de hecho, abogó por llevar a cabo una transformación completa del club, porque en la actualidad «no estaba siguiendo el ritmo del mundo en general y del fútbol en particular».
Sea quien sea el 33 presidente del Athletic, tendrá que enfrentarse al reto de remodelar un club claramente marcado por su tradición. «El Athletic está estancado desde hace unos años, y lo que no mejora, empeora», explicaba en una entrevista durante la campaña Marta Areizaga, vicepresidenta en la plancha de Arechabaleta.
Sin embargo, lograr el punto de equilibrio entre renovación y tradición no parece tarea sencilla. «La filosofía del club no se toca», repiten estos días una y otra vez los socios, que tras el último cambio de los estatutos tendrán la última palabra a la hora de elegir la nueva directiva. Tanto es así que los tres candidatos se han comprometido en público a mantener la política de jugadores
solo vascos’. Este compromiso, sin embargo, limitará enormemente las opciones para remodelar un equipo en el que haber perdido cuatro finales seguidas de la Copa del Rey pesa cada vez más. Fichar únicamente jugadores de la cantera o nacidos en el País Vasco (entendido en un sentido amplio, porque también se incluye Na
varra y el sur de Francia) limita el mercado. El resultado, apuntan los más críticos con esta filosofía, es que jugadores de una calidad media terminen cobrando salarios por encima de lo que ofrecería el mercado en sus condiciones. Además, el club se ve obligado a blindar a estos jugadores para evitar que los pocos que encajan en esa filosofía se vayan a otros equipos. Una situación que empieza a ser complicada de sostener cuando el club aún no se ha recuperado del agujero de 70 millones de euros que provocó el cierre de San Mamés y las restricciones de público durante la pandemia.
La respuesta a cómo lidiar con estas cuentas la tendrá que dar quien resulte elegido en las urnas. La última palabra la tendrán los socios que el día 24 de junio están llamados a unas urnas que por primera vez se instalarán en La Catedral y no en la sede social del club.