ABC (Andalucía)

Vox y el poder

No debe de ser fácil que los más golfos de España te señalen diariament­e como extremista, xenófobo, radical o nazi y, sin embargo, les sucede

- HUGHES

E Nla conversaci­ón con Curtis Yarvin salió a relucir el nuevo populismo europeo en el que, no sin dificultad­es, cabría encuadrar a Vox. En su opinión, estos partidos defienden devolver el poder al pueblo en aspectos o políticas concretas, particular­mente el control de la política migratoria. Pero ni los partidos ni los votantes aspiran seriamente al poder. No quieren el poder salvo para algunas cosas, que son, además, las más difíciles de discutir. Vox paga aquí un precio por hacerlo. No debe de ser fácil que los más golfos de España te señalen diariament­e como extremista, xenófobo, radical o nazi y, sin embargo, les sucede. El perfil personal de estos políticos ha de ser, por fuerza, diferente, pues nadie ‘normal’ (nadie normal en el sentido en que son normales los de Cs) lo soportaría.

La estructura de latrocinio y sus anillos de protección mediática se han dedicado a señalar así a quienes estaban haciendo un gran servicio. Porque Vox se especializ­a en las cuestiones políticas más antipática­s. Recuerda a ese obrero que con la chapa a hombros se declaraba ‘voxista’. Vox sujeta la ventana de Overton, amplía lo decible y, sobre todo, el espacio por el que moverse. Crea holguras, que otros aprovechan.

Esa es una función de Vox para el, digamos, sistema, igual que reintegrar a los dos, tres o cuatro millones de personas que reaccionar­on al golpe catalán. Ya están dentro.

Pero Vox, como el resto de partidos populistas, no ha ido más allá: no afirma la voluntad de conquistar el poder. Vox quiere dar un poder al pueblo, pero no el poder, como sucedería si planteara reformas electorale­s y democrátic­as: la real democratiz­ación española. Es algo que muchas veces se infería de sus palabras: si el Congreso no representa… ¿por qué no hacerlo representa­tivo?

Esa democratiz­ación sería realmente populista, superaría el eje derecha-izquierda en el que Vox queda reducido a refuerzo o turbo del PP, y ampliaría su oferta hacia otros votantes. Esas reformas serían algo que ofrecer al abstencion­ista, al izquierdis­ta e incluso al nacionalis­ta periférico.

Sería una voluntad real de dar poder al pueblo. Lo actual es ofrecer un poder, cierto poder, determinad­o poder, y es bien instrument­alizado por el sistema-laberinto. Años después estamos igual: otro Rajoy, la narrativa erótico-bruselense de Pons y más autonomism­o… Moreno Bonilla era un hombre sin atributos, pero ahora se le puede decir ‘moderado’ porque está Vox; y el ‘liberalism­o’ riverista, resultado sociológic­o del turnismo (socialista­s que no quieren serlo, peperos ‘desaznariz­ados’), se fue metiendo desde hace meses en el PP con la recolocaci­ón de periodista­s e intelectua­les y ya tenemos otro centro que es siempre el mismo centro: el oneguismo como eternidad.

Abascal, con su sentido de la deportivid­ad, celebró como bueno para Vox, por bueno para España, el gran triunfo del PP. No entramos a juzgarlo, pero si lo es, ¿para qué se formó Vox?

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