ABC (Andalucía)

Santa Mónica (a su pesar)

La duda también puede recaer sobre los políticos que van de santurrone­s

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

E N‘Laëtitia o el fin de los hombres’ Ivan Jablonka muestra una radiografí­a minuciosa y desgarrado­ra del mundo de las niñas tuteladas en nuestra vecina Francia. El historiado­r galo analiza detalladam­ente en el libro la vida de Laëtitia Perrais, asesinada en 2011. El trágico final de la chica, durante años en centros y casas de acogida, conmocionó a Francia, supuso un terremoto social y político y dejó una ristra de interrogan­tes sobre un engranaje, el de la protección de menores tuteladas, inefectivo en algunos puntos clave.

La historia de la política valenciana Mónica Oltra bien podría haber sido un capítulo más del durísimo libro de Jablonka que analiza, una por una, las distintas piezas del sistema. De los cuidadores y educadores a los políticos, pasando por la judicatura. En el caso Oltra, igual que en el libro –convertido en serie–, cuando parece que la historia no puede ser más turbia, surge otro dato que lo ensucia todo más. Igual que en el libro, en el caso Oltra el análisis detallado del comportami­ento de algunos de quienes deben encargarse del cuidado de los niños no hace sino sembrar más dudas. Al final, la desconfian­za lo embarga todo. Abusos, falta de control… Ahí es donde está, realmente, la aportación de Oltra a la defensa de las niñas tuteladas. Con sus cinco días de negación –fiesta incluida– desde su imputación ha hecho más contra lo oscuro del sistema que todos los que, como ella, enarbolan las banderas de ‘yo soy el bien’. Desde Oltra ya sabemos que la duda también puede recaer sobre los políticos que van de santurrone­s. También que su férreo rechazo a la investigac­ión le da más fuerza a la misma.

Sus defensores critican que hay una hoguera para quemarla recalcando que la denuncia parte de círculos cercanos a Vox. No vimos tanta inquina contra el denunciant­e cuando la Infanta se sentó en el banquillo a petición de Manos Limpias. Cosas de la vida: el mismo sindicato también ha terminado denunciand­o a Oltra.

Si la política de Compromís maniobró o tapó algo sobre los abusos de su exmarido condenado lo intentará determinar la Justicia. Pero su desprecio a la investigac­ión y a su citación judicial lanza una alerta. Ha hecho que se incida en datos incomprens­ibles. Como que la niña Maite, que denunció los abusos, llegara esposada al juzgado. O que le hicieron a ella, a la niña, un informe en contra. El no, no, no, sobre cualquier responsabi­lidad de Oltra me recuerda a un expresiden­te balear del PP condenado por corrupción que hablaba de sí mismo en tercera persona. Yo mando, pero no me pidan que sepa lo que pasa en mi gobierno.

La Policía ha registrado la consejeria de Oltra. El registro quizá precipitó su dimisión, pero lo importante es que abre la puerta a una investigac­ión exhaustiva sobre el sistema. Se han denunciado abusos y prostituci­ón con niñas tuteladas en Madrid, Valencia y Baleares. Las pesquisas han llegado a los despachos. Luz y taquígrafo­s. Aunque Oltra no quiera, o no tenga culpa, ha sido por ella. Al final, santa a su pesar.

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