ABC (Andalucía)

Ser un chulo

¿Quién nos enseñó a mantener un perfil bajo? Dios es la solución porque Él mismo es el conflicto. Jesús es el conflicto más radical de la Historia

- SALVADOR SOSTRES

LUIS Enríquez dice que le cae bien Jesús porque es un chulo. Y es cierto que hace falta serlo para cargar con la cruz que le tiraron. Ser un chulo es defender lo que piensas midiéndote con todo, especialme­nte con lo que sabes que puede destrozart­e. En ello pensaba el pasado domingo en la procesión del Corpus de mi parroquia, que en los últimos años ha tensado la fe en un barrio de ricos superficia­les y cobardes, y ha tenido el valor de hacer y decir lo que está bien, aunque sea incendiari­o, e inquiete a los que más le valdría complacer. Mi parroquia fue chula como Cristo organizand­o la procesión más hermosa y multitudin­aria que se recuerda en la zona alta de Barcelona, con la banda del Ejército de invitada.

En cambio el cardenal Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferenci­a Episcopal, elige a los obispos de toda España primando el criterio de que no sean conflictiv­os ni polémicos. Sólo quiere a los no se meten en líos. Ser cristiano, como escribir, es meterse en problemas. Es ser un chulo. Es amar el conflicto. Navegar no es cristiano. Lo cristiano es mojarse. Si Jesús hubiera preferido no molestar a nadie, al modo de monseñor, no habría vivido la Pasión sino un ‘affaire’. Somos los que nos manchamos. Un cristiano limpio no es un pastor, es un profesor de yoga.

La Iglesia no puede ser el departamen­to comercial del Vaticano ni temer a los hombres más de lo que ama a Dios. Hay una facción de curas catalanes que no tiene ningún reparo en humillar a Dios rebajando su mensaje de amor a sectarismo nacionalis­ta. Frente a ellos, el obispo templa gaitas enlatadas. ¿Dónde aprendimos que la Iglesia debe ser moderada? ¿Quién nos enseñó a mantener un perfil bajo? Dios es la solución porque Él mismo es el conflicto. Jesús es el conflicto más radical de la Historia. No es sólo que queramos líos sino que somos el corazón de cada lío. Luego es verdad que apreciamos estar tranquilos, ir a cenar, reír con los amigos, pero una Iglesia valiente no puede ser la que se obsesiona con la castidad de los curas jóvenes y luego los arrastra enseñándol­es a ser unos acomodatic­ios para ascender en la jerarquía. Dios perdona mucho antes un polvo que la falta de valor. Queremos a curas indignados, sin miedo y con esperanza. Queremos a curas que atiendan más a Dios, y a sus ovejas, que a la nomenclatu­ra. Queremos a curas que le caigan bien a Luis, como Jesús, para que nos enseñen a ser algo más que vecinos intrascend­entes de un barrio rico en una Cataluña aún a oscuras, entre los que nos apagan la luz y los que no se atreven a encenderla.

Pero decir ‘Cataluña’ es demasiado fácil. Hay que decir ‘los catalanes’. Y los catalanes no tenemos un especial problema con el mal, cuya existencia todo el mundo da por descontada. Tenemos un gran problema con el Bien porque somos incapaces de defenderlo en serio. Los catalanes sólo nos ponemos chulos con la chacha. No somos chulos como Jesús sino como los que lo asesinaron.

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