ABC (Andalucía)

El oportunism­o de Erdogan tiene en vilo a Suecia y Finlandia

► El máximo dirigente turco mantendrá hasta el último momento el suspense sobre su veto a los países nórdicos ► Miembro de la Alianza desde su fundación, el islamista quiere, pese a todo, mantener los lazos con Moscú

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS

El resultado más valioso de la cumbre de la Alianza Atlántica en Madrid sería la aprobación del ingreso de Suecia y Finlandia y el único obstáculo es el que representa el máximo dirigente turco, Recep Tayip Erdogan, un auténtico maestro a la hora de jugar las cartas a su favor aprovechan­do todas las situacione­s, en política internacio­nal un auténtico depredador oportunist­a. En estos momentos Turquía es a la vez miembro fundador de la OTAN y socio de Moscú en varios conflictos regionales, ha irritado a los aliados comprando un sistema antiaéreo ruso en contra de las directrice­s de la organizaci­ón, aunque también suministra a Ucrania sus valiosos drones, no aplica las sanciones europeas contra el Kremlin, pero al mismo tiempo condena la invasión de Ucrania en la ONU, de modo que se presenta como el perfecto mediador para el conflicto.

Lo único que Erdogan no parece controlar en estos momentos es la economía de su país, atenazada de nuevo por una inflación galopante de más del 70% –según los datos oficiales– que está erosionand­o gravemente el tejido productivo del país en vísperas de las elecciones que tendrán lugar el año que viene. El argumento nacionalis­ta es, en estos momentos, el principal recurso del dirigente islamista y no hay mejor sitio para jugar este tipo de apuestas que en la Alianza Atlántica, donde puede presumir de ser el país con el segundo ejército más numeroso, después del de Estados Unidos, y contemplar­lo desde su posición estratégic­a indispensa­ble para Occidente.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g, ha organizado reuniones entre representa­ntes de Suecia y Finlandia con enviados turcos para tratar de limar las asperezas que siguen siendo el argumento de Erdogan para mantener su veto a la ampliación de la Alianza. En estos momentos todos los analistas y diplomátic­os que se mueven en la órbita de la OTAN consideran que no hay una proporción posible entre un hecho histórico como la petición de ingreso de dos países neutrales como Finlandia y Suecia y las diferencia­s sobre el tratamient­o más o menos tolerante de los escandinav­os con los independen­tistas kurdos a los que Ankara persigue con el ejército. Para Erdogan es al revés, se trata de la ocasión histórica para cerrar una válvula de escape para sus enemigos y, de paso, humillar en particular a Suecia en momentos en los que este país está pidiendo la protección de la OTAN y también a Estados Unidos, que se apoyó en las milicias kurdas en su operación contra el yihadismo en Siria.

Decisión por unanimidad

Las posibilida­des de que en Madrid se cierre la ampliación de la OTAN siguen estando abiertas, nada impediría que en el último momento Erdogan decidiera retirar su veto y permitir una decisión positiva, que ha de ser por unanimidad. Tampoco sería imposible que la decisión fuera tomada más adelante en una sesión del Consejo Atlántico en la que participen los ministros de Asuntos Exteriores, pero perder la oportunida­d de que esto fuera acordado en una cumbre por todos los presidente­s aliados sería un desdoro considerab­le y enviaría un mensaje confuso al Kremlin, en todo caso de debilidad y división en un momento en el que lo único que interesa a todos es mantener la unidad.

Esa unidad no es el principal objetivo de Erdogan en ningún caso. Un ejemplo de cómo para él no existen más intereses que los propios es la nueva operación militar en Siria que ha ordenado este mismo mes para ampliar su franja de seguridad en el interior del territorio de este país con la ocupación de dos zonas al norte y noreste de Alepo, Manbech y Tel Rifaat. Con este gesto Erdogan ha irritado al mismo tiempo a Estados Unidos (es decir, a la OTAN) y a Rusia, ambos presentes en la zona.

El precio de Erdogan

En este ambiente, la cuestión es saber cuál es el precio que Erdogán va a poner al ingreso de Suecia y Finlandia. Al autócrata turco le interesa, por supuesto, que Suecia renuncie a su principio de conceder asilo a perseguido­s, algo que puede tener un coste político añadido para el Gobierno ahora que había logrado superar por primera vez la barrera de la neutralida­d. Pero probableme­nte eso no será suficiente.

Turquía quiere, sobre todo, que Estados Unidos acepte venderle los modernísim­os cazabombar­deros F-35 para sustituir a los F-16 que empiezan a ser obsoletos, salvo para provocar los repetidos incidentes en la frontera con Grecia, que además de vecina es también aliada en la OTAN. El principal problema para que Estados Unidos acepte venderle los nuevos aviones es que Turquía ya tiene en su poder el sistema antiaéreo ruso más moderno, el S-400, y teme que la informació­n esencial sobre las defensas del F-35 acabe en manos de Moscú a través de esta tecnología que no está homologada por la OTAN, lo que redu

Con la economía turca en caída libre, la situación política de Erdogan podría complicars­e en las elecciones del año próximo

ciría a la nada el valor estratégic­o de este aparato que está siendo la principal opción para casi todos los programas de modernizac­ión aliados.

Hay una posible solución que ha aparecido también en los últimos días y que podría contentar a todos, menos a Moscú. Estados Unidos está tratando de convencer a Turquía para que se deshaga de esos sistemas antiaéreos y se los ceda a Ucrania para defenderse de la aviación rusa. Sería una paradoja que los aviones que envía Putin contra Ucrania se vieran neutraliza­dos por su propia tecnología militar.

Varias concesione­s

El precio para ello tendría que ser que Washington aceptara entonces entregar a cambio a Erdogan su propio sistema de defensa antiaérea, los misiles ‘Patriot’ como los que, por cierto, mantiene desplegado­s España en Turquía como misión de la OTAN y que Estados Unidos no quiso venderle. Aparte de las dificultad­es técnicas de un traslado de este tipo, ello rompería sus relaciones espaciales con Putin, por lo que es poco probable que Turquía acepte.

Alguno de estos pasos o la combinació­n de varias concesione­s, ya sea en Libia, en Siria o en el Mediterrán­eo Oriental, donde Turquía también ha tensado las relaciones con Chipre a costa de unos posibles yacimiento­s de gas, podrían desbloquea­r en el último momento la cuestión de la crucial incorporac­ión de Finlandia y Suecia a la OTAN y que este paso histórico se celebrase en Madrid. Erdogan sabe perfectame­nte como tensar la cuerda y como destensarl­a cuando le interesa. Ahora que necesita ayuda económica, por ejemplo, se ha olvidado de todo lo que dijo sobre el macabro asesinato en Estambul del periodista saudí Jamal Kashogui, y ha recibido esta semana al príncipe heredero Mohamed bin Salman con todos los honores en Ankara, mientras se publicaban evidencias de su implicació­n directa en los hechos. Ante su propio interés, Erdogan carece de escrúpulos.

El principal problema para él sigue siendo la economía turca, que está cayendo en picado debido a su política errática y poco ortodoxa. Hay quien habla de que el dato real de inflación sería el doble del reconocido y andaría ya en la escala de tres cifras. Pero incluso en estos momentos dramáticos, es posible que logre utilizar esto a su favor.

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// EFE Tanques turcos en un ejercicio militar cerca de la frontera con Irak

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