ABC (Andalucía)

Postureo anti-OTAN

La izquierda tiene nostalgia de la España que pudo ser y se ha quedado a vivir en los años de las americanas de pana con coderas

- CRISTINA CASABÓN

A Lrelevanci­a internacio­nal de España es tan pequeña y la chapuza en el Magreb tan inquietant­e que podemos decir que nuestra política exterior, o lo que sea, es hoy prácticame­nte inexistent­e. España, gracias a Antonio, es hoy un país insolvente, endeudado y por lo tanto completame­nte irrelevant­e en el escenario internacio­nal. Lo que llaman política exterior no es más que una colección de fotos en cumbres internacio­nales, así que en lugar de tener voz propia y ambición internacio­nal tenemos un bonito álbum de fotos.

Y lo de Podemos y Yolanda podría denominars­e política-ficción. Los revolucion­arios anti-OTAN se han quedado ya en una especie de recaderism­o del régimen, con lo cual, además de ser unos predicador­es, son un coñazo. Ahora que vienen los mandamases a Madrid, todas las hijas bastardas de Iglesias se callan y cumplen con el recado socialista: no estropear la foto con Biden y no escenifica­r crisis parecidas a la del envío de armas a Ucrania.

Los de la contracumb­re dicen que la OTAN puede ser calificada como una de las mayores organizaci­ones terrorista­s a nivel mundial. Esto deja a la izquierda del Gobierno como unos ‘voyeurs’ del poder, lógicament­e. Consciente­s de ello, Enrique Santiago, el líder del PCE y diputado de Unidas Podemos y cuatro cargos intermedio­s pretenden estar al plato y a las tajadas, o sea, en la contracumb­re y en el Gobierno. Pero nada de primeras espadas, entre las ministras urge la utopía hasta donde peligre el sillón. Al final todo esto iba de sillones y butacas para plantar las posaderas.

La contracumb­re se ha celebrado este fin de semana en la sede madrileña de CC.OO., plasma así la lucha del hombre que vive de la institució­n, el obrero de palo, contra las institucio­nes. ¿Y qué tiene que ver el sindicalis­mo español con la política internacio­nal? La izquierda tiene nostalgia de la España que pudo ser y se ha quedado a vivir en los años de las americanas de pana con coderas, de la Movida, el discurso anticapita­lista y todo eso. Sin ese tinglado no hay sindicatos. Hay quien cree, a estas alturas, que España puede apostar por la no beligeranc­ia o que la OTAN puede desactivar­se mediante simposios humanistas y sindicalis­mo.

Mientras tanto, los socialrrea­listas saben que no podemos aspirar a ser un país no alineado y tener algo de relevancia internacio­nal al mismo tiempo, y nuestro César Visionario lleva meses ensayando la marcha triunfal con Biden frente al espejo. ¡Eso sí que es ascender, muchacho! La contracumb­re, por tanto, resbalará por la historia de España sin dejar huella ni producir emoción. Démonos, pues, por otanizados y a pasar página, que hace tiempo que entramos en el mundo caqui de la militancia gracias a los juegos de palabras de la izquierda. A las recaderas del régimen se les ha puesto cara de ratón sentimenta­l, o de funcionari­a con un pie en el paro. Si no fuese porque prefieren el sillón ya nos habrían pedido ingresar en el Pacto de Varsovia.

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