ABC (Andalucía)

Sánchez, peronista

Pedro Sánchez no tiene la campechaní­a de Perón, y su esposa no tiene vocación de dama caritativa

- LUIS DEL VAL

ESTE fin de semana, cuando observé a Pedro Sánchez anunciar los cientos de millones de euros que va a repartir, con esa satisfacci­ón del acaudalado que anuncia su importante óbolo a una ONG, me acordé de una anécdota que me contó José María de Areilza, de sus tiempos de embajador de España en Buenos Aires. Parece que Juan Domingo Perón retrasaba una audiencia que había solicitado, y entonces le sugirieron que hablara con su mujer. A Areilza no le parecía un método ortodoxo, pero accedió. Y, un día, le citó Eva Duarte, pero no en la Casa Rosada, sino en un barrio de Buenos Aires. Llegó allí, a una casa humilde, a cuya puerta había una larga fila de personas esperando. A él le recibieron los escoltas, y le llevaron, enseguida, a presencia de la esposa de Perón. Evita le dijo que se sentara, y que esperara un momento. Y, ante su asombrada mirada, vio cómo dos o tres de los de la fila exterior entraban al cuarto, le contaban a Evita sus necesidade­s, y esta tiraba de un cajón lleno de billetes, apartaba unos pocos, y se los daba al peticionar­io, quien besaba la mano que le daba el dinero.

Argentina era un país próspero, que se benefició de su neutralida­d en la II Guerra Mundial. Y Perón, además del populismo económico, industrial­izó el país, y la prosperida­d alcanzó hitos históricos, a pesar de la corrupción. Pero Pedro Sánchez no tiene la campechaní­a de Perón, y su esposa no tiene vocación de dama caritativa. Vivimos en los prolegómen­os de los que podría ser una III Guerra Mundial, azuzada por Putin. En el Gobierno tiene ministros que están a favor del azuzador Putin, y no puede echarlos como haría Perón. Por si fuera poco, la situación económica de España no es el rutilante ascenso de la Argentina de 1947. Nadie está en contra de las ayudas a los más necesitado­s, pero si se olvida de las recomendac­iones del Banco Central Europeo –invertir en cambios estructura­les– aumentará nuestra deuda y se alargará la fila de pedigüeños; la clase media se proletariz­ará, y los proletario­s se transforma­rán en mendigos. Casi es mejor que siga haciendo de Pedro I, El Mentiroso.

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