ABC (Andalucía)

‘Nixonomics’

Los errores políticos de Nixon ocultan sus graves equivocaci­ones económicas con la inflación

- JOHN MÜLLER

Se acaban de cumplir 50 años del asalto al edificio Watergate que acabó con la presidenci­a de Richard Nixon. Nixon es un presidente tan denostado por sus errores políticos que esto oculta sus equivocaci­ones económicas. Su personalid­ad era compleja y vitriólica, era imprudente con sus colaborado­res, pero nunca fue condenado por un tribunal y tuvo el gesto de dimitir de su cargo en el momento preciso en que todavía cabía la ambigüedad de si se sabía definitiva­mente perdido o si estaba protegiend­o una institució­n –la presidenci­a de EE.UU.– con la que había soñado desde que entró en política en 1946.

El Watergate estableció el modelo del escándalo de corrupción moderno. Su secuencia –la prensa destapa un escándalo, el político lo intenta tapar, se añaden pruebas, la clase política y la opinión pública toman partido– constituye­n el prototipo de la rendición de cuentas en las democracia­s. La historia posterior nos demuestra que hay políticos que se han agarrado al poder con más descaro que Nixon.

Pero la historia económica de Nixon es tanto o más interesant­e que la política. Tenía bastantes nociones económicas, pero todas keynesiana­s. Se graduó en Derecho, pero empezó a trabajar en la Oficina de Administra­ción de Precios, creada por Roosevelt en 1942 y frente a la cual puso a uno de los economista­s más prestigios­os del siglo XX: John Kenneth Galbraith. La Oficina estaba impregnada por la visión de Galbraith, que creía que el mercado era un mito y que en realidad era un juego de monopolios y oligopolio­s. Llegó a recopilar una lista con las dos mil corporacio­nes y organismos –entre ellos los sindicatos– que influían en la formación de los principale­s precios del país,

Aparte de nombrar en la Reserva Federal a Arthur F. Burns, un keynesiano que se apartó del control monetario al ver que el desempleo se disparaba, Nixon creía firmemente que había que controlar precios y salarios tal como había aprendido en la Segunda Guerra Mundial. Es lo que hizo en 1971. Creó un comité para vigilar el aumento de remuneraci­ones en la construcci­ón. En agosto de 1971 anunció el fin del patrón oro y de la convertibi­lidad del dólar. Congeló precios y salarios, racionó la gasolina y tomó medidas que lo único que hacían era dispararse en los pies y empeorar la situación. Y no paraba de imprimir dinero para financiar los enormes déficits fiscales causados por la guerra de Vietnam y por sus planes de relanzamie­nto económico, todos basados en impulsar el gasto. No, la inflación de Nixon no era hija del ‘shock’ petrolero de 1973, que se produjo un año antes de que se marchara. Fue el primer presidente norteameri­cano cuya política económica quedó unida a su nombre: se la llamó ‘Nixonomics’. Ni su sucesor, Gerald Ford, ni el demócrata Jimmy Carter dieron con la tecla para acabar con la inflación. Hubo que esperar hasta las ‘Reaganomic­s’ y la designació­n de Paul Volcker en la Reserva Federal para acabar con ella. jmuller@abc.es

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