ABC (Andalucía)

Recesiones y recesiones

- JOSÉ RAMÓN ITURRIAGA

ltimamente no paramos de Ú hablar de recesión. Y con independen­cia de que la economía acabe o no contrayénd­ose –o, mejor dicho, cuándo acabará contrayénd­ose porque seguro que en algún momento lo hará–, el principal problema es lo que lleva asociado esa palabra. Las connotacio­nes son horribles. Y más tras haber vivido en los doce últimos años dos recesiones que aunque fueran de naturaleza muy distinta, ambas fueron muy traumática­s. Hay que recordar que la definición técnica de recesión son dos trimestres consecutiv­os de caída del PIB. Hay recesiones y recesiones. La que empezó en 2008 y terminó en el caso de España en 2014, tras haber concatenad­o la financiera con la del euro, fue una gran recesión de dimensione­s bíblicas que arrasó la economía mundial y en concreto la de algunos países en los que los desequilib­rios eran mayores –entre los que desde luego se encontraba el nuestro–. La de 2020 fue completame­nte distinta. Era algo que nunca habíamos vivido pero que desde el punto de vista económico exclusivam­ente tuvo unas consecuenc­ias mucho menores de lo que en un primer momento pudimos pensar dado la dimensión del problema. Y, por último, de la que estamos hablando ahora, que tampoco tiene nada que ver con las anteriores y que en cierta medida puede ser la consecuenc­ia de lo fuerte y rápido que se ha recuperado la economía mundial tras el parón sin precedente­s que sufrió como consecuenc­ia de las medidas que se tuvieron que adoptar para controlar la pandemia. El repunte de los precios como consecuenc­ia primero, de los problemas en las cadenas de suministro y, luego, el repunte del precio de la energía que se ha visto agravado por la guerra en Ucrania, ha hecho que los bancos centrales salten al ruedo para cumplir con su mandato. El riesgo principal es que se pasen de frenada.

En cualquier caso, ni siquiera ese escenario que define una recesión técnica es el más probable. Desde luego no en Europa –y mucho menos en España– donde los bancos centrales van a tener que hacer mucho menos porque el problema con la inflación es mucho menor que en EE. UU. y la inercia de la economía sigue siendo muchísima. El ahorro acumulado, las políticas fiscales expansivas, un mercado de trabajo muy robusto y

los servicios cogiendo el relevo a los bienes de consumo hacen que si como todo parece indicar la inflación se embrida en los próximos meses, el pesimismo que nos ha invadido estas últimas semanas se quede en una mal recuerdo. Y si no fuera así, los pesimistas de salón probableme­nte consigan su titular con la palabra recesión que, salvo catástrofe, en ningún caso tendría las consecuenc­ias que han tenido las últimas.

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