Pesadilla en Fráncfort
Al Banco Central Europeo le toca ahora bailar con la más fea. Una concertación de ‘shocks’ exógenos que ha provocado que se dispare la inflación de un día para otro les hace enfrentarse a un momento muy difícil desde el punto de vista de política monetaria. La subida de los precios está ahí. Ha sido mayor y está durando más de lo que esperaban pero eso no significa que se errara en el diagnóstico original del problema. Tanto la subida de la energía como últimamente de los alimentos son consecuencia de ‘shock’ exógenos que por definición son temporales. Esa temporalidad está siendo mayor de lo esperado pero porque han sucedido cosas por el camino. Esa mayor duración puede que termine trasladándose en parte a las expectativas de precios futuras pero si nada se rompe no va degenerar en una espiral inflacionista en tanto que los precios del petróleo y de los alimentos ya se están reconduciendo. Y, entretanto, el BCE no puede hacer gran cosa. La inflación que estamos viendo ahora la corriges subiendo los tipos o reduciendo los programas de compra de bonos. Las tensiones por el lado de la oferta no las puedes atajar con medidas que inciden exclusivamente en la demanda. Tienes que hacer como que haces pero lo que hagas no va a tener ningún efecto. Es una situación endiablada. Porque con la inflación por encima del 8% es muy difícil salir y decir que lo que hay que hacer es esperar y ver qué es lo que finalmente pasa con el petróleo y el trigo y cuál es su traslado a la
inflación futura. No lo pueden hacer y no lo están haciendo. Sus acciones son más, no me entiendan mal, de cara a la galería para tratar de anclar las expectativas futuras, salir del rincón en el que se habían metido y tener algo de pólvora seca para en su caso poder hacer algo en un futuro si las cosas se tuercen.
Lo más probable sigue siendo aunque vayamos con algo de retraso sobre el horario previsto es que los datos de inflación le empiecen a dar pronto un respiro a los amigos de Fráncfort.