La turbia visita a España de los Rolling Stones tras la muerte de Franco
El 11 de junio de 1976, Barcelona recibió por fin a sus satánicas majestades
En 1976, España se desperezaba del letargo. Francisco Franco había fallecido un año antes, la censura se deshacía cual azucarillo y comenzaba el destape en la cultura. El caldo de cultivo ideal para que sus satánicas majestades atravesasen nuestras fronteras y terminaran de poner a la sociedad patas arriba. Fue el primer gran grupo que visitó el país desde el comienzo de aquel deshielo y, como tal, fue cubierto por ABC: «Después de catorce años en la brecha, los Rolling Stones van a llegar por fin a España, y con Billy Preston al órgano».
La de los Rolling fue una visita esperada y deseada. El grupo llevaba años en la cima de la música y sus conciertos los disfrutaban decenas de millones de espectadores en cinco continentes. Acorde a su estatus, España preparó un escenario de iguales dimensiones. «El lugar es la Monumental de Barcelona. En un principio se habló de Salou, pero dificultades de tipo administrativo han hecho que Gay Mercader, organizador del recital, se decidiera al fin por Barcelona», explicaba ABC. Con un aforo de casi 20.000 personas, la plaza de toros era idónea. Ese día, serían sus majestades taurinas.
El evento supuso la ruptura de una amarga tradición: la de intentar traer a los Rolling a España sin éxito. Años llevaba la banda anhelando pisar estas tierras, y todos ellos sin éxito por culpa de sus promotores.
«Es curioso saber que no son las exigencias económicas las que impidieron su presencia entre nosotros. Ellos no cobran una cantidad fija por su actuación, sino que exigen un porcentaje, elevado, eso sí, sobre la recaudación total». La única condición era que el aforo superase las 20.000 almas; de llenarlo ya se encargaban ellos.
Se barruntaba un éxito. Con todo, ABC llamaba a la calma, pues en nuestro país ya se habían estrellado grupos de la talla de The Beatles. «Por de pronto, setenta judokas y karatekas se encargarán de la vigilancia de la zona del escenario». Y nadie se gastaría el dinero en esa guardia pretoriana tan especializada si la Monumental no fuera a trasformarse en una olla a presión.
Pero los augurios no se cumplieron. De un aforo de 18.000 plazas, acudieron 10.000 personas. Un paso algo discreto. La noche comenzó con los artistas elegidos para telonear a los Rolling Stones: Robin Trower y The Meters.
Lo que le sobró al concierto fue pirotecnia, aunque no planificada. Poco antes de que se cerraran las puertas, la policía cargó contra más de tres mil personas que intentaban acceder al recinto sin entrada. Incluso lanzaron botes de humo para dispersar a la muchedumbre. La respuesta de parte del público fue arrojar botellas a las autoridades desde las gradas. El follón estaba servido.
Al final, los agentes accedieron al corazón de la Monumental para detener aquella locura. «Cuando comenzó a sonar la primera canción del concierto, ‘Honky Tonk Women’, se vieron botes de humo también en las gradas del fondo. Los tiraban los grises que estaban patrullando fuera; debieron pensar que no llevábamos suficientes efectos especiales», afirmó después Mercader.