España es seria. El Gobierno, no
¿Creen que los aliados compartirán sus secretos sabiendo la clase de socios en los que se apoya Sánchez?
HACE días oí decir a la ministra de Defensa que la Cumbre de la OTAN sería un éxito porque «España es un país serio». Suscribo esas palabras. España es sin duda un país serio… a pesar de su Gobierno. Una nación cuyas instituciones, empezando por la Corona, resisten las embestidas de estos dirigentes, merced a lo cual los invitados que acudan a Madrid podrán decir que fuimos excelentes anfitriones… los españoles. Un país serio como España dispone de unos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad eficaces, preparados, solventes, que llevan meses trabajando para garantizar que los mandatarios reunidos en la capital gocen de tranquilidad para ejercer su altísima responsabilidad e incluso disfruten de su tiempo libre en una ciudad provista de la mejor red hotelera y hostelera del mundo, sin los sobresaltos habituales en encuentros de este tipo. Un Gobierno dividido y enfrentado como nuestro Frankenstein alberga en su seno miembros abiertamente contrarios a la Organización, que no solo discuten nuestra pertenencia a la misma, sino que promueven manifestaciones de protesta contra ella. Esas personas: Ione Belarra, Enrique Santiago, Alberto Garzón, entre otros, conservan sus puestos en el gabinete y siguen cobrando sus jugosos sueldos, en una demostración flagrante de su interesada incoherencia, pareja a la cobardía de un presidente que antepone el respaldo de esa extrema izquierda prorrusa a la necesidad de respaldar sin fisuras a Ucrania y transmitir confianza a nuestros aliados. ¿Creen que compartirán con nosotros sus secretos más valiosos sabiendo la clase de socios en los que se apoya Sánchez?
Un país serio como España tiene o debería tener una política de Estado pactada con la oposición en cuestiones nucleares, empezando por las relaciones internacionales, independientemente de quién esté al frente del Ejecutivo. Así fue durante cuatro décadas en lo concerniente al Magreb, hasta que este líder socialista, el inquilino más débil de cuantos han ocupado La Moncloa, decidió unilateralmente darle un giro copernicano. Un volantazo repentino, ayuno de explicaciones aunque coincidente en el tiempo con el robo de información de su teléfono móvil, tan violento como para llevarle a felicitar públicamente a Marruecos por masacrar a decenas de inmigrantes que intentaban saltar la valla de Melilla y amordazar después a su vicepresidenta, Irene Montero, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, suponemos que con el fin de silenciar sus críticas. ¿Se imaginan que un presidente del PP hubiera agradecido a Rabat la «ejemplar cooperación para repeler el asalto» con una treintena muertos enterrados en una fosa común?
Los países serios mantienen a sus servicios de inteligencia al margen de las pugnas partidistas. Los gobiernos impotentes y sectarios, como el nuestro, los convierten en chivos expiatorios de sus errores, aun a riesgo de inutilizarlos. A pesar de todo lo cual, porque España es un gran país, la cumbre será un éxito.