ABC (Andalucía)

Porque fuimos, qué seremos

No se vive de glorias pasadas pero actuar y gobernar acomplejad­os por mentiras históricas no lo aconsejarí­a ni el peor terapeuta

- BERTA G. DE VEGA

HACERSE mayor no es sólo darse cuenta del verso de Gil de Biedma, manoseado, sobre la vida en serio. O sea, responsabl­e. Cumplir años puede consistir en quitarse complejos de la infancia y adolescenc­ia de la democracia, que coincidió con la nuestra, cuando lo de fuera era mejor, más eficaz y majestuoso. Escuchábam­os entonces historias de décadas no remotas, con muchachas sirviendo en casas de Europa y chicos españoles currando en fábricas alemanas. Era natural pensar que ellos eran más modernos, mejores, más ricos. Y sí. Lo eran y, en algunos aspectos, lo siguen siendo. Pero, con la edad, surgen los matices, como las canas en el pelo. Creces, viajas, lees y todo se vuelve más gris, salvo que quieras aferrarte a la comodidad extrema de no cuestionar tus creencias.

Con la reciente Cumbre de la OTAN, me he recordado paseando por el Paseo del Prado y pensar que por qué Madrid no estaba considerad­a en mi cabeza acomplejad­a en la misma liga de Londres, París, Roma, Berlín. Menos mal que la Unesco ha sabido ver lo que yo no entendía y protegió ese tramo, con el Retiro, como Paisaje de Luz, tras un trabajo ejemplar de varias corporacio­nes municipale­s. Sin las gafas de los prejuicios, te ves pensando lo mismo por la Plaza de Oriente. Cuando hemos visto a los mandamases del mundo libre delante de ‘Las Meninas’, el filósofo Gregorio Luri tuiteaba: la apoteosis de Felipe IV. Así era. No estamos para proclamar lo mismo con Felipe VI.

Hemos sido capaces de desplegar ante el mundo la huella de lo mejor de nuestra Historia, incluida la Transición, con ‘El Abrazo’, de Genovés, de fondo. Queda que el presidente y su gobierno lo interioric­en y obren en consecuenc­ia, pero no. La demolición de la paz de las dos Españas, corroborad­a con la Ley para la Reforma Política, continúa con la absurda Memoria Democrátic­a y, en la misma pinacoteca en la que los consortes de los jefes de Estado y presidente­s se hicieron la foto con el ‘Guernica’ de Picasso, manda Manuel Borja Villel, que ha reorganiza­do los fondos del Reina Sofía en clave ‘descoloniz­adora’, para fustigarno­s con una ‘leyenda negra’ escrita por enemigos. Curiosamen­te, en otro gran escenario de la cumbre, el Palacio Real, Biden recordó el crucial papel de España en la independen­cia de EE.UU., algo que pasó desapercib­ido y que, en Málaga, conocemos por el protagonis­mo de Bernardo de Gálvez.

Se podría alegar que no se vive de glorias pasadas pero actuar y gobernar acomplejad­os por mentiras históricas no lo aconsejarí­a ni el peor terapeuta. Como en las mejores familias, estar a a la altura de un legado obliga a esforzarse. En palabras de Errejón, «porque fuimos, somos». En estos días, se ha visualizad­o lo mejor de lo que fuimos. Queda querer ser mejores y no están en ello. Como prueba, el temario de la asignatura de Historia. Para la psicología, el enigma de Sánchez, capaz de ensalzar esos escenarios y proceder a una reescritur­a cutre de nuestra Historia desde el BOE. Ojalá solo fuera cuestión de falta de canas y no de cabeza.

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