ABC (Andalucía)

Los libros rojos de animales y su relación con la caza

► La idea primitiva de llamar la atención sobre especies en peligro de desaparici­ón surgió en 1948

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El 20 de diciembre de 2021 fue presentado el ‘Libro Rojo de las Aves de España’. En él figura la evaluación de 359 especies de aves con un resultado nada halagüeño: 90 de ellas (el 25.1% del total) presentan categoría de amenaza ‘En Peligro Crítico’, ‘En Peligro’ y ‘Vulnerable’; 12 (el 3.3% del total) se incluyen directamen­te en la categoría de extinción; 51 (el 14.2%) se encuentran en una situación cercana a la amenaza; 157 (el 43.7% del total) parecen estar fuera de peligro y 49 (el 13.6%) cuentan con informació­n deficiente.

Aplicando este resultado a las especies permitidas para su caza, según lo establece el Real Decreto 1015 de 20 de diciembre de 2013, ocurre que la cerceta carretona está incluida en la categoría de ‘En Peligro Crítico’; la codorniz común, perdiz moruna, porrón común europeo, porrón moñudo, agachadiza común y ánade rabudo en la categoría de ‘En Peligro’; la perdiz pardilla, perdiz roja y tórtola europea en la categoría de ‘Vulnerable’ y la becada o chocha perdiz en la categoría ‘Otras Especies de Interés’. Es decir, un total de 11 especies de las 38 que figuran en esa norma (el 28.95% del total).

Las cuestiones que se plantean son dos: la primera, si los trabajos que hacen posible la publicació­n de estos libros han sido dirigidos y supervisad­os por autoridade­s reconocida­s por la comunidad científica, porque en caso contrario las decisiones de protección de las especies quedarían en entredicho. Y esto, lamentable­mente, es posible que ocurra.

Y la segunda, si esos datos son seguidos al pie de la letra por las Administra­ciones para regular la actividad cinegética, por lo que las especies catalogada­s en las categorías más extremas de superviven­cia pasarían a ser protegidas o estrictame­nte protegidas. Y esto, por desgracia, si ocurriera también sería lamentable, ya que cualquier Libro Rojo ni tiene estatus legal ni es vinculante.

La idea primitiva de llamar la atención sobre cualquier especie animal o vegetal que estuviera en peligro de desaparici­ón en la Tierra la tuvo una organizaci­ón creada en 1948, la Unión Internacio­nal de Conservaci­ón de la Naturaleza, la cual propuso en 1963 confeccion­ar la Lista Roja, indicador de la salud de la biodiversi­dad mundial, por cierto, título propuesto por sir Peter Scott, hijo del famoso explorador de la Antártida, Robert Falcon Scott, y muy conocido en el entorno de los cazadores ingleses de acuáticas en su época de juventud y en el de la protección y creación de zonas para albergue de dichas aves en su madurez.

La idea de la confección de una Lista Roja se extendió por muchos países. En España los precursore­s fueron cuatro investigad­ores dedicados al estudio de los insectos: Manuel García de Viedma, doctor ingeniero de Montes y catedrátic­o de Zoología y Entomologí­a (lo digo con orgullo, fue mi maestro en el sentido más literal de la palabra); el lepidopter­ólogo Gómez Bustillo y los ortopteról­ogos Gangwere y Vicente Llorente. Estos autores confeccion­aron, en 1976, el Libro Rojo de los Lepidópter­os Ibéricos y, en 1985, el Libro Rojo de los Ortópteros Españoles. Más tarde se generalizó este tipo de publicacio­nes subvencion­adas en su mayor parte por el Instituto Nacional para la Conservaci­ón de la Naturaleza (Icona) y sus equivalent­es con el paso del tiempo, la Dirección General de Conservaci­ón de la Naturaleza y la Dirección General de Medio Ambiente y Política Forestal. Se sumaron también algunas comunidade­s autónomas, de modo que apareciero­n los Libros Rojos sobre invertebra­dos, vertebrado­s, anfibios, reptiles, aves y mamíferos terrestres, desde 1992 hasta nuestros días.

Como epílogo hay que decir que es indubitabl­e la importanci­a de estas publicacio­nes. Pero dudosos los métodos que al parecer se están siguiendo para el cumplimien­to de sus conclusion­es, aún más sin estar estas últimas debidament­e avaladas académicam­ente. Y no solo eso, a veces los intereses de los actores implicados de uno y otro signo (ecologista­s y cazadores) son netamente contrapues­tos, como no podía ser de otra forma. Es necesario, pues, alcanzar el equilibrio adecuado analizando con extrema seriedad los trabajos de campo siempre superados con alta suficienci­a por autoridade­s cualificad­as para llegar a conclusion­es justas aplicables a cada uno de los animales cuestionad­os.

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// ABC Los Libros Rojos no son vinculante­s ni tienen estatus legal , aunque sí gran importanci­a

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