Los servicios públicos de Espadas
No asegura la pervivencia de los servicios públicos quien más dice defenderlos sino quienes los hacen viables
Juan Espadas es un político preocupado por los servicios públicos, tanto como por explicar de forma coherente qué le ha pasado al PSOE en las elecciones de 19-J. En su estrategia de que aquí no ha pasado nada, ha reemprendido la labor de oposición sin permitirse un respiro allí donde lo dejó el último día de su aciaga campaña y con la misma ansiedad que demostró Susana Díaz cuando ejerció de líder de la oposición antes de que la relevara por no haber encajado en ese papel. Consiste en proyectar una imagen desastrosa de los servicios públicos, en especial sanidad y educación, para insistir en que la única misión de la derecha es privatizarlos. No por mucho que se repita ese mensaje cala en el electorado, como se ha demostrado en las urnas. Ejemplos como la recuperación del Hospital Militar de Sevilla valen más que mil palabras desde el escaño de la frustración.
Ya hemos escrito en alguna ocasión que no asegura la pervivencia y excelencia de los servicios públicos quien más dice defenderlos sino quienes los hacen viables y eficaces.
En Sevilla conocemos un caso muy ilustrativo. La capital andaluza tiene un grave problema de falta de limpieza tal que el pavimento en general está ennegrecido por acumulación de suciedad. Hay evidencias de dejación del servicio de tal calibre que doy fe de que en una calle céntrica y muy concurrida, en la calzada junto al bordillo de la acera, hace semanas que se pudre un hueso de jamón abandonado sin que los servicios de limpieza lo recojan. El problema es tan evidente que lo ha reconocido el propio alcalde. Como solución nombró como gerente de la empresa municipal de limpieza, Lipasam, a Lucrecio Fernández, ex delegado del Gobierno, cuyos conocimientos sobre el oficio se reducen a «toda una trayectoria política y profesional en la Administración pública (en gobiernos socialistas, claro)», pero que a tenor de lo que les paso a comentar parece desconocer el poder de la escoba, inventada en 1897, en combinación con el Zotal (1909). Lo digo porque la empresa municipal, con una plantilla de 1.809 operarios y un presupuesto que supera los cien millones de euros al año va a contratar por casi medio millón de euros un «servicio especializado de limpieza de manchas incrustadas en el pavimento» (grasas, chicles, orines…) como teórica solución a su incompetencia. Para que los sevillanos no reparen en el escándalo lo justifica en que así Lipasam puede adquirir conocimiento sobre este tipo de labores «especializadas». El engaño al ciudadano y a las arcas es manifiesto y me lleva a preguntar si el de Lipasam es el modelo de servicio público que defiende Juan Espadas, hasta anteayer alcalde de la muy noble, muy leal, muy heroica y muy sucia ciudad de Sevilla.
La capital andaluza tiene un grave problema de falta de limpieza tal que el pavimento en general está ennegrecido por acumulación de suciedad