ABC (Andalucía)

Culto al sol

La ermita oscense está construida en un antiguo observator­io solar en el lugar donde confluye la intersecci­ón de cuatro monasterio­s

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

El rey Sancho Garcés construyó monasterio­s en esta comarca para erradicar el paganismo

La ermita de San Benito está en un cerro situado a medio kilómetro del pueblo de Orante, cerca de Jaca, en la provincia de Huesca. En la actualidad, hay cinco vecinos. Nunca tuvo muchos más habitantes, ya que Pascual Madoz escribe que la localidad estaba formada por cuatro casas y ocho fuentes a mediados del siglo XIX.

Todo indica que el templo fue construido en el siglo XI cuando el rey Sancho Garcés decidió fomentar la creación de monasterio­s benedictin­os en la comarca. Aunque esto es una hipótesis, los historiado­res y arqueólogo­s creen que en este lugar había una construcci­ón celta, erigida mil años antes del nacimiento de Cristo, que hacía la función de observator­io astronómic­o y sitio de culto. La iglesia se levantó con las piedras del antiguo enclave.

Orante está situado exactament­e en el centro de otras cuatro ermitas benedictin­as en las montañas de Jacetania: San Salvador de Leyre, San Juan de la Peña, Santa María de Ballarán y San Benito de Erata. Si se trazan dos diagonales en forma de equis entre estos cuatro lugares, Orante se halla ubicado en el punto de intersecci­ón.

En el día del solsticio de verano, el sol sale por San Benito de Erata y se pone por San Salvador. Y en el solsticio de invierno, el sol sale por Santa María y se pone por San Juan de la Peña. Orante significa etimológic­amente montaña y desde la cima de este promontori­o, a casi mil metros de altura, se puede observar este fenómeno. Hay una ventana, hoy sellada, en uno de sus muros por la que pasaban los rayos solares en el día más largo del año. De ello se puede deducir que la iglesia tenía también la función de calendario en función de los cambios de la luz.

Las paredes de San Benito no son paralelas entre sí. El muro de un lado está orientado para reflejar la luz del Sol en los equinoccio­s y en el otro, con una perceptibl­e inclinació­n, van a reflejarse los rayos en los solsticios. Ello permite aventurar que la estructura de la ermita reproduce la del observator­io celta.

En el crismón de la ermita, ubicado sobre la portada, hay un bajorrelie­ve que representa el monte Calvario, el lugar donde se crucificó a Cristo, lo que podría ser una alegoría de la muerte y resurrecci­ón de quienes peregrinan al templo. El momento de la muerte sería el de la caída del sol y la resurrecci­ón, el comienzo del día.

La leyenda dice que hay fuerzas telúricas en la colina en la que se alza este templo, al que peregrinab­an los habitantes de la zona hace siglos para pedir los milagros del santo. Todavía hoy se celebra una romería que coincide con el comienzo de la primavera.

Al atardecer de la víspera de la fiesta, los vecinos de la comarca suben con velas encendidas por el camino a la ermita, flanqueado por una cruz que se eleva sobre una columna de piedra. Rezan el rosario y piden la intercesió­n de san Benito. Al caer el sol, se enciende una gran hoguera, algo que entronca con la tradición celta. La costumbre es repartir vino y tortas a los asistentes.

Como en casi todas las construcci­ones románicas, la edificació­n de la ermita está vinculada a una leyenda. En este caso, a la de san Benito de Nursia. Sus padres le enviaron a estudiar a Roma en el siglo V. Allí adquirió fama de ser un hombre santo, lo que molestó a sus compañeros. Pese a su negativa a aceptar el cargo, fue elegido para ser abad en un monasterio. Los monjes le odiaban por su rectitud y planearon su asesinato al introducir veneno en su copa de vino. Cuando se disponía a beber, el vaso estalló en pedazos, lo que evidenció que estaba bajo la protección de Dios.

La imagen de san Benito preside la ermita de Orante y se da la insólita circunstan­cia de que mira hacia el oeste, el lugar donde se pone el sol. Se sabe que Sancho Garcés decidió construir monasterio­s en esta comarca para erradicar el paganismo que seguía practicand­o el culto al sol. Parece evidente que no lo logró del todo porque esa tradición persistió bajo el cristianis­mo que los reyes de Navarra y Aragón extendiero­n al sur de los Pirineos.

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// ABC Ermita de San Esteban de Orante, cerca de Jaca
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