El nuevo milenarismo
Lo que está sucediendo en Ucrania nos ha hecho comprender que todo lo que dábamos por hecho está amenazado
CONFORME se acercaba el año 1000 de la era cristiana, muchos teólogos y religiosos predicaron que el fin del mundo se produciría al llegar esa fecha. Así nació el término ‘milenarismo’. Muchos siglos antes, el libro del Apocalipsis señalaba que el diablo se liberaría de sus cadenas y volvería entre los humanos para sembrar la idolatría y el caos. Entonces Dios castigaría a los pecadores con una tormenta de fuego y Jesucristo restauraría su reino sobre la Tierra.
El reformista luterano Thomas Müntzer había previsto que el mundo se acabara en el siglo XVI, pero no pudo comprobar si su predicción era cierta porque fue decapitado tras promover una rebelión campesina. El Papa Inocencio III creía que todo terminaría en el año 666 después del nacimiento del islam. Y decenas de teólogos, filósofos e incluso sabios como Miguel Servet fijaron fecha para el Juicio Final.
Fue Isaac Newton quien combatió con argumentos científicos estas percepciones, señalando la existencia de un tiempo infinito en el que se produce un permanente cambio. La idea newtoniana estuvo vigente hasta Einstein, que afirmó que el tiempo es una magnitud relativa.
La noción moderna de que la vida en el Universo duraría decenas de miles de millones de años fomentó la idea optimista de que la existencia humana se prolongaría hasta un remoto plazo y que la ciencia podría descifrar todos los enigmas de la materia. Dicho con otras palabras, las generaciones del siglo XX creyeron que el progreso era ilimitado y que la supervivencia de la especie estaba asegurada.
Pero ese optimismo antropológico ha ido disminuyendo con el paso de los años, mientras el hombre adquiría la certeza de que los recursos del planeta pueden agotarse y que estamos abocados a un cambio climático de efectos imprevisibles.
Hoy la guerra de Ucrania incrementa esa incertidumbre tanto por las consecuencias económicas del enfrentamiento como por la posibilidad de una guerra nuclear. Lo que era ciencia ficción hace poco hoy es una pesadilla con visos de realidad.
La devastación de la Naturaleza, los conflictos étnicos, religiosos y territoriales, la conciencia de una posible catástrofe cósmica y el poder destructivo de las armas nucleares han agudizado un pesimismo que genera un milenarismo de nuevo cuño, basado en la convicción de que el final de la humanidad puede estar cerca.
Lo que está sucediendo en Ucrania nos ha hecho comprender que todo lo que dábamos por hecho está amenazado y que vivimos en un mundo frágil e imprevisible. Ello ha provocado el resurgimiento de esos nuevos milenaristas que predicen catástrofes que pondrán en peligro la especie o nos harán retroceder a la Edad de Piedra. No creo que nada de eso vaya a suceder y, como señalaba Adolfo Suárez, a lo único que hay que tener miedo es al miedo.