El descuartizador de Marta Calvo, acorralado: «Hice algo terrible»
El acusado califica de «fantasía» los abusos con cocaína y niega ser autor de tres muertes
El jurado popular acorraló ayer con decenas de preguntas al presunto asesino de Marta Calvo durante su declaración en el juicio que se sigue contra él en la Audiencia de Valencia por tres muertes y ocho casos de abusos sexuales en los que se introdujeron piedras de cocaína de alta pureza en los genitales de las víctimas. Jorge Ignacio Palma defendió su inocencia, cargó contra la Guardia Civil y los forenses y calificó como una «fantasía» el relato de las mujeres que también le acusan de adulterar sus bebidas. «La fiesta blanca no la inventé yo», indicó, al tiempo que rechazó que sus prácticas sexuales consistieran en cubrir el cuerpo de las chicas con cocaína. Consumía «medio gramo o uno» durante
el sexo, que compraba «a terceras personas». «¿Usted mató o tuvo intención de matar a Arliene, a Lady Marcela y a Marta Calvo?», le preguntó su letrada. «Absolutamente no», respondió él varias veces durante las casi tres horas en las que se prolongó el interrogatorio por parte de la defensa y del jurado en boca de la juez, pero no de las acusaciones. En ese tiempo, Palma se mostró arrepentido a la vez que desafiante, titubeó en algunas ocasiones y ofreció respuestas incompletas en otras, pero mantuvo la misma versión en el caso concreto de Marta Calvo, que destapó todos los demás, cometidos presuntamente en los quince meses anteriores a la desaparición de la joven de Estivella.
«Quería que la encontraran»
El procesado contrató a la chica de 25 años, cuyo cuerpo no se ha encontrado, el 7 de noviembre de 2019 para celebrar su cumpleaños. A la mañana siguiente, tras mantener relaciones y dormir juntos en la casa alquilada del acusado en la localidad valenciana de Manuel, se dio cuenta de que la chica estaba muerta. «No respiraba y se me cayó el mundo encima». «Me sentí muy desgraciado, quería pasar un buen rato y mira con lo que me encuentro», comentó. «Yo pienso en suicidarme, la verdad», pero su madre –que se ha negado a declarar en el juicio– llegaba horas después y quería despedirse de ella. Por eso, justificó, no llamó al 112. Decidió descuartizarla para no salir con un bulto a la calle y arrojó sus restos en dos contenedores de Alzira y uno de Silla, municipios cercanos en los que no le conocían. «Si yo conté lo que ocurrió fue para hacer paz con mi conciencia, para que la familia supiera lo que había ocurrido y para que la encontraran. Les pido perdón». «No le quité la vida, pero sí hice algo terrible», lamentó. Mintió además a la madre de Calvo, Marisol Burón, cuando se presentó en la casa de Manuel con la ubicación que su hija le había enviado, porque «pensaba que era la madame del lugar en el que trabajaba» la chica. Burón lamentaba ayer que, un día más, salía de los juzgados sin saber el verdadero paradero de su hija.
El 4 de diciembre, casi un mes después –al ver que no tenía valor para suicidarse– se entregó a la Guardia Civil con una carta manuscrita en la que expresaba su temor a que lo tomaran como «un monstruo asesino de mujeres», pese a que no se enteró de las otras dos muertes, según su relato, hasta más tarde. Los especialistas de la Benemérita han ido desmontando esta versión durante el juicio: creen imposible que se desmembrara un cuerpo en un plato de ducha pequeño y no quedaran restos. «Las ciencias forenses no sé hasta qué punto son exactas», defendió Palma, que se enfrenta a prisión permanente revisable.