ABC (Andalucía)

Ministros muletas

Acaba mal el baile con lobos de Martín Guzmán, el exalumno de Stieglitz, que ahora se lava las manos

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

H Adimitido Martín Guzmán, el ministro de Economía y Finanzas Públicas de Argentina. Ha caído en desgracia justo a los dos años y medio de su nombramien­to, en diciembre de 2019. Guzmán, un joven y brillante economista que enseñaba e investigab­a en EE.UU., donde había sido apadrinado por el premio nobel Josep Stieglitz, ha sido víctima del pulso en la cima del poder de los Fernández, el decadente Alberto –actual presidente de la República– y la resucitada Cristina, viuda de Kirchner, ella misma expresiden­ta y actual vicepresid­enta. En su lugar se ha nombrado a Silvina Batakis, una economista con experienci­a en la gestión fiscal de la provincia de Buenos Aires, con un currículo académico que palidece al lado de Guzmán, mas peronista de tomo y lomo.

Hay quién dirá que Guzmán duró mucho en el cargo, pero lo cierto es que se va justo cuando acabó la tarea para la que fue escogido: negociar, apoyado en su credibilid­ad y en sus conexiones internacio­nales, el enésimo acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) que le permita a Argentina acceder a capitales frescos para remontar una situación fiscal imposible y una deuda externa impagable.

«Sus profundos principios le imposibili­taron continuar en el cargo sin un compromiso del Gobierno con un enfoque unido, integrado y coordinado de los enormes desafíos que enfrenta la economía tras la pandemia y la invasión rusa a Ucrania», dijo Stieglitz. Hay quien dirá que estamos ante un nuevo desengaño como el que sufrió Platón en Siracusa. Otra vez, la clase política traiciona a un sabio, a un experto, cuando descubre que sus planes son impopulare­s y políticame­nte inasumible­s. Y entonces lo arroja al rincón de la historia como un juguete roto.

Es una hipótesis plausible. Pero también es cierto que sin Guzmán, a Alberto Fernández ni siquiera lo hubiesen recibido en el FMI para empezar a negociar. Y Stieglitz, que no dejó de alabar la política de Argentina en estos años, sumó su propia credibilid­ad al proyecto. El nobel participó directamen­te en las operacione­s de canje de la deuda y en la negociació­n con el FMI. Ahora se lava las manos y pretende seguir dándonos lecciones.

Lo ocurrido con Guzmán en la política argentina ya lo hemos visto por estos lares. Es lo mismo que hizo, guardando las distancias, Zapatero con Solbes y Sánchez con Calviño. Buscar en un tecnócrata el prestigio del que ellos carecen y prescindir de ellos cuando les dejan de ser útiles o la realidad llega con las rebajas.

Lo sorprenden­te es la falta de prudencia de Stieglitz, que no sólo comprometi­ó su credibilid­ad en Venezuela y Argentina y lo acaba de hacer de nuevo con Gabriel Boric en Chile que ha elegido a Mario Marcel, el expresiden­te del banco emisor, como su propio Martín Guzmán. Stieglitz no fue un profesor que aplaudía a un discípulo con éxito. Fue el cooperador necesario para que un ministro muleta cumpliera su labor ante el FMI.

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