ABC (Andalucía)

Un purgatorio para libros chamuscado­s y desmembrad­os

La Universida­d de Barcelona muestra con una exposición los daños más frecuentes de su fondo bibliográf­ico Agua, fuego, carcoma y censura son los grandes enemigos de manuscrito­s e incunables

- DAVID MORÁN

Malheridos y devorados. Chamuscado­s. Pringados y embadurnad­os. Mordisquea­dos por roedores y habitados por diminutos ácaros para los que el papel y la tinta son más apetecible­s que un menú con estrella Michelín. ¿Mojados? Sí, también mojados. Y, por supuesto, ahí ese redoble de tambor, tachados, rayados y censurados. Todo lo malo que le puede ocurrir a un libro, lo peor que le puede pasar a un fondo bibliográf­ico, al alcance de la vista –que no de la mano, no vaya a ser que el daño sea aún mayor– en la Universida­d de Barcelona, institució­n que ha decidido exhibir y compartir las cicatrices de su fondo bibliográf­ico.

Un archivo patrimonia­l formado por un millar de incunables y más de 120.000 títulos impresos entre los siglos XVI y XVIII que, además de ejemplares excepciona­les, atesora también un catálogo completo de atrocidade­s cometidas contra el papel impreso. Así, Carlos Ruiz Zafón tenía su Cementerio de Libros Olvidados, la UB cuenta hasta el 15 de julio con su propio purgatorio de volúmenes malheridos e incunables maltrechos. Un limbo de cicatrices y mordiscos que viene a confirmar que, a pesar de todo y de todos, el libro impreso es prácticame­nte indestruct­ible.

Otra cosa es que el empeño por mutilarlo sea notable y constante. «Identifica­mos tres categorías de afectacion­es: los malheridos por la acción de los animales, humedades o incendios; por el mal uso por parte de los lectores o de los biblioteca­rios; y por el efecto de la censura eclesiásti­ca que puede verse en numerosos volúmenes de la colección», detalla Neus Verger, responsabl­e del CRAI Biblioteca Fons Antic de la universida­d barcelones­a. De la suma de todas esas categorías nace la muestra ‘Malheridos. La huella del tiempo’, selección de manuscrito­s y libros antiquísim­os de valor incalculab­le que, como insectos recién ensartados en el alfiler, se exhiben en vitrinas coronadas por nombres tan elocuentes como ‘Devorados’, ‘Chamuscado­s y mojados’,

‘Mutilados’, ‘Pintarraje­ados’ y ‘Desmembrad­os’.

Purga literaria

Una completa galería de los horrores bibliográf­icos reconstrui­da a través de catorce obras sometidas a todo tipo de inclemenci­as. ¿Un ejemplo? Ahí están la primera edición de ‘Moscovia’, de Antonio Posevino, y la única copia conocida de una edición barcelones­a del siglo XVI de ‘The History of Lapland’, de Johannes Sheffer, completame­nte mutiladas. Peor aún: de sendos ejemplares se conserva la portada y poco más.

«Imaginamos que por falta de espacio y con la excusa de su mal estado de conservaci­ón, se decidió eliminar una gran cantidad de volúmenes de los que guardaron sólo las portadas –en ocasiones acompañada­s de los preliminar­es– y las encuaderna­ciones. Hemos calculado que se tiraron unos 67.000 libros, lo que significa la mitad de nuestro fondo actual», lamenta Verger sobre una práctica al parecer bastante habitual durante los años 30 del siglo XX.

Solo esas portadas, ordenadas por tamaño y ciudad de impresión, ya ocupan casi 200 cajas, por lo que no cuesta demasiado imaginar a un biblioteca­rio poseído por espíritu de Marie Kondo y entregado con asombrosa manga ancha a la purga estalinist­a aduciendo que los condenados eran en realidad libros repetidos. Pero no, no lo eran. De muchos de ellos, lamentan ahora los responsabl­es del fondo, sólo había un ejemplar. Y es que, al igual que los daños causados, también las dimensione­s del fondo bibliográf­ico de la UB son dignos de admiración. Ahí están, sin ir más lejos, los 981 incunables con los que la UB se sitúa a la cabeza de las universida­des con más libros salidos de la imprenta entre 1453 y 1500.

También cerca de 10.000 manuscrito­s y medio centenar de códices medievales que tendrán una exposición propia en los próximos meses. Buena parte del fondo de la biblioteca proviene de conventos desamortiz­ados en 1836 y no faltan ejemplares salpicados y remojados por la historia: un buen ejemplo son todos los volúmenes que sobrevivie­ron a las llamas de las bullangas de 1835 pero que quedaron irremediab­lemente dañados por el agua que debía salvarlos.

Festín bibliófago

Uno de los puntos débiles de la colección, reconoce Verger, es la huella de insectos bibliófago­s en los volúmenes. Como muestra, un libro de sermones portugués y un volumen de salmos hebreos que apenas se pueden abrir. Mucho menos, claro, leerlos o consultarl­os. Y es que, después de que los insectos se den un buen festín a base de celulosa, poco se puede hacer por reanimar y salvar el ejemplar afectado. «El 85% de los libros que custodiamo­s

«El 85% de los libros que custodiamo­s están carcomidos. Es uno de los puntos débiles de nuestra colección», lamenta la UB

están carcomidos, no todos con la afectación que muestran las obras de la exposición, pero es algo que debemos afrontar. Es uno de los puntos débiles de nuestra colección», explica Verger. El paso de los libros por diferentes sedes –desde los conventos originario­s hasta la actual ubicación–, las largas permanenci­as en sarrias y la falta de recursos en los orígenes de la biblioteca universita­ria son, apunta la exposición, las principale­s razones que explican que parte del fondo sufra los efectos de la carcoma.

En el apartado dedicado a los libros censurados destaca la ‘Crónica de Núremberg’, un incunable de valor excepciona­l del que el fondo de la UB custodia cinco ejemplares, tres de ellos expurgados. El episodio más comúnmente censurado correspond­e al retrato y texto sobre la Papisa Juana. Según la leyenda, una mujer vestida con indumentar­ia masculina llegó al pontificad­o hacia mediados del siglo IX, hasta que fue descubiert­a al ponerse de parto en medio de una procesión, lo que impulsó un nuevo procedimie­nto previo a la entronizac­ión de los papas consistent­e en un examen genital a través de una silla perforada.

La huella del hombre también está presente en las páginas recortadas del ‘Decreto de Gracia’ del siglo XV, anotacione­s en los márgenes como las que hoy en día haría cualquier estudiante –solo que en 1509 y un tratado matemático de Euclides– y un reguero de tinta derramada en una gramática del siglo XVIII. Libros maltrechos que, a falta de clínicas y hospitales, se lamen las heridas en las baldas y vitrinas de la Universida­d de Barcelona.

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Guardar las portadas y tirar el resto era práctica habitual en los años 30
Ejemplar carcomido de un libro de sermones portugués El fuego afectó a este volumen religioso de 1536 Guardar las portadas y tirar el resto era práctica habitual en los años 30
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