¿Sueñan las máquinas con escribir el Quijote?
Las grandes tecnológicas ya trabajan para crear una inteligencia artificial capaz de imitar la intuición humana, que sea tan creativa y original como un novelista o un poeta
Alberto Pinedo
Microsoft
«En 10 años, la inteligencia artificial podrá imitar la intuición humana»
Richard Benjamins
Telefónica
«Lo que hacen las máquinas no tiene nada que ver con la creatividad humana»
Ramiro Sánchez
«El reto es evitar los sesgos a la hora de entrenar a las inteligencias artificiales»
Han pasado cuarenta años desde el estreno de ‘Blade Runner’, y aún seguimos lejos de esa fantasía en la que los replicantes parecían indistinguibles de los hombres, aunque el otro día un ingeniero de Google se asustó chateando con una inteligencia artificial (LaMDA, se llamaba) que le dijo que meditaba y que era una persona, y decidió contárselo al mundo: aquel cacharro era un ser consciente y sensible, soltó. Ahora Blake Lemoine está suspendido de empleo y sueldo, y la cuestión de la posible humanidad de las máquinas vuelve a cobrar vigencia, ya sea para negarla o perseguirla. Hay quien imagina ya un futuro en el que los robots podrán ser tan creativos como cualquier novelista, en el que la literatura dejará de ser algo exclusivamente nuestro; otros, en cambio, sostienen que hay algo imposible de trasladar al algoritmo, y que ese algo es lo que nos hace irrepetibles. El debate está abierto y no deja de suscitar nuevas reflexiones. De hecho, este fue uno de los asuntos que se comentaron durante el curso que la Real Academia Española (RAE) ha organizado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para reflexionar sobre el lenguaje de las máquinas. ¿Sueñan las máquinas con el ‘Quijote’?, se preguntaban en una de las mesas redondas, que reunió a cuatro grandes tecnólogos.
«Vivimos un momento crítico en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), que la va a cambiar por completo. El corazón de esta transformación es que la IA está pasando de razonar sobre números a razonar sobre palabras, sobre el lenguaje», explica a ABC Alberto Pinedo, director de tecnología de Microsoft España. «Durante estos últimos años hemos visto cómo la IA ha ido evolucionando en el ámbito de la creatividad, cómo generaba música, videojuegos e incluso obras de arte (si es que se pueden llamar así). Y a medida que la IA nos ha ido dotando de esa aparente creatividad en las diferentes industrias, nos ha proporcionado un mejor conocimiento de lo que significa la creatividad», continúa. ¿Y qué hemos descubierto? Pues que a pesar de que existen programas capaces de redactar noticias o incluso poemas, «lo cierto es que la inteligencia artificial carece de la capacidad para vincular imaginación, pensamiento abstracto y memoria episódica, que es lo que los científicos creen que define la creatividad».
Creatividad artificial
Entramos en terreno de matices. Richard Benjamins, jefe de estrategia de IA y datos en Telefónica, señala la diferencia fundamental entre resultado y procedimiento: una máquina puede componer una sinfonía que pase por humana, imitando los millones de partituras con las que se ha alimentado, pero su razonamiento, su método, dista mucho del de un Beethoven. «Es que no tiene nada que ver con la creatividad humana. Las máquinas podrían llegar a replicar, hasta cierto punto, el resultado de la creatividad humana, pero no lo harán de la misma manera. Las máquinas no tienen intuición, aunque esto no implica que no puedan llegar a un resultado que las personas clasificarían como intuición», desgrana.
Así que la intuición vendría a ser ese algo que nos distingue como especie inteligente, pero para Pinedo esto solo sería de momento, porque ya estamos camino de crear una intuición artificial. «Hasta la fecha, la IA ha pasado por tres fases en su desarrollo. El análisis descriptivo para responder a lo que ha sucedido, el análisis de diagnóstico para responder a por qué ha sucedido y el análisis predictivo para responder a lo que podría suceder en el futuro. El problema de la actual generación de tecnologías de inteligencia artificial es que necesita muchos datos. Esto reduce su poder de resolución de problemas a la hora de enfrentarse a problemas nuevos. La intuición artificial es el siguiente paso y puede revolucionar el proceso de aprendizaje de las máquinas. La intuición humana nos ha permitido evolucionar de forma espectacular, nos ha hecho alcanzar metas impensables. ¿Pero, puede la IA imitar la intuición humana? La respuesta es sí», asevera. Y lanza una promesa: «El desarrollo de estas lógicas intuitivas nos llevará en el plazo de no más de diez años a verdaderos avances no sólo en el campo de la producción literaria, sino también en otros campos como la ciberseguridad, la salud, el medioambiente o la lucha contra el fraude financiero».
Cuestión de tiempo
Lo que tenemos a estas alturas no son robots literatos, pero sí buenos ayudantes, una suerte de escribas evolucionados. Hay sistemas capaces de generar automáticamente textos para campañas de marketing, y la tarea del trabajador se reduce a elegir y retocar. También hay un modelo desarrollado sobre la plataforma Azure, de Microsoft, que puede generar una historia breve de terror si le das una línea de contexto. Y está DALL·E 2, una herramienta que puede crear imágenes realistas a partir de una descripción escrita. El reto de esta innovación, como apuntó Ramiro Sánchez, director de marketing de Google España y Portugal, es evitar los sesgos a la hora de entrenar a las IA, para que no los reproduzcan.
¿Y la creatividad humana? ¿Serán capaces de conquistar esa frontera y superar así la mera imitación? Otra vez Pinedo: «Al final la creatividad es una mezcla de consciencia de uno mismo y nuestras vivencias, de la capacidad de captar lo esencial de las cosas y pensar simbólicamente sobre ellas y añadirle ese toque de imaginación que nos permite representar cosas ideales o reales. Esto nos lleva a pensar que falta mucho para decir que una máquina pueda tener esas cualidades, pero como dice Yuval Noah Harari, “los humanos son esencialmente una colección de algoritmos biológicos moldeados por millones de años de evolución”. Así que nada es imposible, sólo es cuestión de tiempo».