Debut y triunfo de Guillermo Hermoso
► A pesar de los fallos con los aceros, sale a hombros al cortar dos orejas
Después del chupinazo, el segundo festejo de San Fermín es de rejones. Fue el navarro Pablo Hermoso de Mendoza el que consagró esta tradición. Este año, ha quedado fuera de este cartel, al pasar a encabezar la corrida extraordinaria del día de San Fermín, en el centenario de la plaza. Los toros del Capea dan juego aceptable pero no tan bueno como suelen. Se cortan menos trofeos de los habituales en estos festejos porque fallan los tres rejoneadores con los aceros (caballeros sin espada, como en la película de Capra) pero los generosos y entusiastas paisanos otorgan una oreja a Roberto Armendáriz y dos del último toro, en su debut, con salida a hombros, al joven Guillermo Hermoso de Mendoza.
Encabeza el cartel Leonardo Hernández, que triunfó aquí la última vez. En el primero, algo apagado, destaca toreando de cerca y en el par a dos manos, con Sol, pero tarda en matar. Arriesga en los quiebros al cuarto, hace alardes ecuestres con Xarope pero mata a la segunda.
Se mantiene en el cartel otro jinete navarro, Roberto Armendáriz, que aquí ha salido ya a hombros cinco veces. Aunque lleva dos años sin torear, se entrega del todo en el buen segundo, se luce en los cambios, mata fácil pero falla con el descabello. Se lesiona el quinto al chocar con el burladero. En el sobrero, de la misma ganadería, con Espartano clava dos pares sin la cabezada (como hace Diego Ventura) pero también tarda en matar: oreja al paisano.
Debuta en San Fermín Guillermo Hermoso de Mendoza, que está tomando la antorcha de su padre: los éxitos en Sevilla y Madrid lo certifican. Tiene escuela, caballos, ilusión y simpatía. En el tercero, luce mucho con el gran Disparate en la hermosina (el cambio inventado por su padre) y en los quiebros espectaculares, con Ecuador, pero lo emborrona con el descabello. En el último, que flaquea, deleita al público con Berlín, en los cambios, no acierta en el par a dos manos y mata a la segunda. Los paisanos logran que corte las dos orejas. Sus condiciones son evidentes pero me gustaría que –igual que sus compañeros– moderara sus gestos al público y que acertara con el descabello. Todos lo hemos cantado alguna vez: «Bendita sea la rama / que al tronco sale».