Auge y caída del hombre del Brexit
Hace solo una semana, el todavía primer ministro británico, Boris Johnson, se dejaba fotografiar en el Museo del Prado. Sobre las paredes de la pinacoteca, los retratos del emperador Carlos V despertaban la admiración de un descendiente del rey Jorge II. También lo hacían ‘Las tres Gracias’ de Rubens, que comentaba con picardía y en ese tono socarrón que ha convertido en marca de la casa.
Se trata de un episodio que muestra bien la personalidad de Johnson, que ayer presentó su dimisión.
Nacido en Manhattan, Estados Unidos, en 1964, Alexander Boris de Pfeffel Johnson disfrutó de su doble nacionalidad hasta 2016, cuando decidió prescindir de la estadounidense. Hijo de una rica familia inglesa con raigambre conservadora –su padre, Stanley, es un ‘tory’ contrario al Brexit–, recibió la educación elitista propia a su clase social, con su paso por centros educativos del prestigio de Eton y Oxford.
Después de estudiar Filología Clásica, Johnson se decantó por la carrera periodística. Tras conseguir cierta fama por sus apariciones en televisión, ganó en julio de 2007 las elecciones a la alcaldía de Londres, pensando ya en su futuro asalto al Número 10. Nada quedaba al azar en su conducta. Para lograr sus objetivos, Johnson explotó su desinhibición, se subió a la vertiginosa ola populista del Brexit y se benefició de su gusto por las provocaciones.
Hace dos años, en julio de 2019, el heterodoxo conservador se convirtió en el nuevo primer ministro británico. Hoy afronta su salida, tras un rosario de escándalos que no ha logrado dejar atrás y de su presencia en la Cumbre de Madrid, tal vez el encuentro geopolítico más importante de las últimas décadas. dentro del partido y de las dependencias gubernamentales, después de reconocer también la tristeza que siente por abandonar el que calificó como «el mejor trabajo del mundo». También se mostró «orgulloso» de los logros alcanzados durante su mandato, como haber conseguido finalmente la consumación del Brexit, haber contribuido a que el Reino Unido superara la pandemia de Covid-19 y haber liderado el apoyo a Ucrania por parte de los países occidentales tras la invasión rusa que comenzó el pasado febrero. «Permítanme decirle ahora a la gente de Ucrania que sé que nosotros, en el Reino Unido, continuaremos apoyando su lucha por la libertad durante el tiempo que sea necesario», aseveró.
De forma velada, el ‘premier’ apuntó al efecto rebaño, al efecto manada, como causa de su caída, cuando mencionó que en los últimos días intentó «persuadir» a sus «colegas» de que no sería apropiado «cambiar de Gobierno» en este momento, «cuando el panorama económico es tan difícil a nivel nacional como internacional». «Lamento no haber tenido éxito en esos argumentos», dijo, para luego añadir que «como hemos visto, en Westminster el instinto de rebaño es poderoso, cuando el rebaño se mueve, se mueve».
«Sobre todo, quiero agradecerles a ustedes, al público británico, por el inmenso privilegio que me han dado», aseguró. «Amigos, en la política nadie es, ni remotamente, imprescindible», dijo, eso sí, sin disculparse si entonar un ‘mea culpa’ de por medio.
Una oportunidad perdida
Jonathan Gullis, secretario parlamentario privado del secretario de Estado para Irlanda del Norte y cuyo nombre está en la lista de dimisiones de los últimos días, afirmó tras el discurso de Johnson que «fue doloroso verlo, pero lo correcto es que se haya ido». «Podría haber sido, y debería haber sido, un gran primer ministro, pero lamentablemente tomó muchas malas decisiones durante demasiado tiempo».
El líder laborista, Keir Starmer, aseguró que Johnson ha provocado el «caos en el país», que en este momento sufre una grave crisis debido al costo de la vida y a la subida de los precios de la energía. Starmer exigió a Johnson que renuncie como primer ministro de inmediato, sin «aferrarse» al cargo, ya que no es justo «castigar» al Reino Unido durante los próximos meses. «Necesitamos un cambio de Gobierno. Necesitamos un Gobierno laborista», aseguró.