Memoria democratísima
HAY que ser muy pánfilo para no reconocer que la llamada Ley de Memoria Democrática en ciernes es perfectamente congruente con el espíritu del Régimen del 78 y obedece a una irreprochable lógica. Pues nada hay tan lógico como el Mal, que establece unas premisas y las desarrolla implacablemente, a diferencia de los pánfilos que se empeñan en poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias.
Ha provocado mucho enfado que la malhadada ley en ciernes reconozca la condición de víctimas del franquismo a los herederos ‘hasta el cuarto grado’, mientras que los descendientes de los asesinados por ETA sólo son reconocidos como ‘víctimas’ hasta el segundo grado. Pero el ‘franquismo’ es el gran espantapájaros o sacamantecas que nuestra opípara democracia ha agitado siempre, para asegurarse su hegemonía y estigmatizar a los tibios. Como nos enseña la psicología de masas, el mejor método de control social consiste en mantener vivos los traumas y complejos colectivos, azuzar la conciencia de un pasado vergonzoso y arbitrar medidas que permitan a los traumatizados falsificarlo, alimentando su victimismo. Así se puede tener sojuzgado a un pueblo entero.
También ha causado consternación que esta ley en ciernes prevea, por petición de los batasunos, la creación de una «comisión técnica» que estudie las «vulneraciones de derechos humanos» padecidas hasta el 31 de diciembre de 1983 por aquellos que «lucharon por la consolidación de la democracia». Estos ‘luchadores por la democracia’ son, por supuesto, los etarras, que ciertamente eran luchadores equivocados, por recurrir a métodos criminales; pero el ideario que los impulsaba en su lucha estaba amparado por la Constitución, que permite la difusión de ideas disolventes de la comunidad política, con tal de que se haga por vías pacíficas. Esta piedra angular del Régimen del 78 se trata de una monstruosa perversión filosófica, política, jurídica y moral, inconcebible para cualquier razón que no haya renunciado a conocer la naturaleza de las cosas. Pues lo que nos enseña la razón sobre la naturaleza de las cosas es que hay ideas cuya expresión no puede ser admitida bajo ningún concepto, sin importar que tal defensa sea pacífica o violenta. Pero el ‘consenso’ sobre el que se funda el Régimen del 78 se negó a condenar la idea subyacente en los métodos criminales empleados por los etarras, por la sencilla razón de que anteponía un concepto totalitario de democracia a la supervivencia de la comunidad política. Y, una vez que aceptas como plenamente democrática la idea aberrante de la disolución de la comunidad política, es tan sólo cuestión de tiempo (hasta las digestiones más arduas tienen un plazo contado) que acabes asimilando que los métodos criminales empleados para su defensa, aunque equivocados, merecen ser aventados. ¡Pelillos a la mar!
Nada más lógico, pues, que esta ley de Memoria Democrática; que, por supuesto, Feijóo derogará con la misma celeridad con que Rajoy derogó la ley de Memoria Histórica.