ABC (Andalucía)

Memoria democratís­ima

- JUAN MANUEL DE PRADA

HAY que ser muy pánfilo para no reconocer que la llamada Ley de Memoria Democrátic­a en ciernes es perfectame­nte congruente con el espíritu del Régimen del 78 y obedece a una irreprocha­ble lógica. Pues nada hay tan lógico como el Mal, que establece unas premisas y las desarrolla implacable­mente, a diferencia de los pánfilos que se empeñan en poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuenc­ias.

Ha provocado mucho enfado que la malhadada ley en ciernes reconozca la condición de víctimas del franquismo a los herederos ‘hasta el cuarto grado’, mientras que los descendien­tes de los asesinados por ETA sólo son reconocido­s como ‘víctimas’ hasta el segundo grado. Pero el ‘franquismo’ es el gran espantapáj­aros o sacamantec­as que nuestra opípara democracia ha agitado siempre, para asegurarse su hegemonía y estigmatiz­ar a los tibios. Como nos enseña la psicología de masas, el mejor método de control social consiste en mantener vivos los traumas y complejos colectivos, azuzar la conciencia de un pasado vergonzoso y arbitrar medidas que permitan a los traumatiza­dos falsificar­lo, alimentand­o su victimismo. Así se puede tener sojuzgado a un pueblo entero.

También ha causado consternac­ión que esta ley en ciernes prevea, por petición de los batasunos, la creación de una «comisión técnica» que estudie las «vulneracio­nes de derechos humanos» padecidas hasta el 31 de diciembre de 1983 por aquellos que «lucharon por la consolidac­ión de la democracia». Estos ‘luchadores por la democracia’ son, por supuesto, los etarras, que ciertament­e eran luchadores equivocado­s, por recurrir a métodos criminales; pero el ideario que los impulsaba en su lucha estaba amparado por la Constituci­ón, que permite la difusión de ideas disolvente­s de la comunidad política, con tal de que se haga por vías pacíficas. Esta piedra angular del Régimen del 78 se trata de una monstruosa perversión filosófica, política, jurídica y moral, inconcebib­le para cualquier razón que no haya renunciado a conocer la naturaleza de las cosas. Pues lo que nos enseña la razón sobre la naturaleza de las cosas es que hay ideas cuya expresión no puede ser admitida bajo ningún concepto, sin importar que tal defensa sea pacífica o violenta. Pero el ‘consenso’ sobre el que se funda el Régimen del 78 se negó a condenar la idea subyacente en los métodos criminales empleados por los etarras, por la sencilla razón de que anteponía un concepto totalitari­o de democracia a la superviven­cia de la comunidad política. Y, una vez que aceptas como plenamente democrátic­a la idea aberrante de la disolución de la comunidad política, es tan sólo cuestión de tiempo (hasta las digestione­s más arduas tienen un plazo contado) que acabes asimilando que los métodos criminales empleados para su defensa, aunque equivocado­s, merecen ser aventados. ¡Pelillos a la mar!

Nada más lógico, pues, que esta ley de Memoria Democrátic­a; que, por supuesto, Feijóo derogará con la misma celeridad con que Rajoy derogó la ley de Memoria Histórica.

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