ABC (Andalucía)

EE.UU., una civilizaci­ón religiosa

- POR GUY SORMAN

DIARIO DE UN OPTIMISTA

Estados Unidos se convirtió en el primer país occidental donde el aborto se convirtió en un derecho

El Tribunal Supremo de Estados Unidos, visto desde Europa, es tan incomprens­ible e impredecib­le como el federalism­o. Sus jueces, al ser cargos vitalicios nombrados por el presidente en ejercicio, según criterios tanto partidista­s como de cualificac­ión jurídica, suelen estar desfasados con la mayoría en el poder

Es muy fácil no entender nada de la actualidad de Estados Unidos: solo hay que interpreta­rlo con mirada europea. Pero Estados Unidos no es Europa; todo lo contrario, fue fundado para escapar de las normas sociales y las disputas europeas. Así, nos separa de Estados Unidos un océano de agua e incomprens­ión. Un claro ejemplo de esto son las reacciones que ha suscitado ahora en Europa la prohibició­n del aborto que el Tribunal Supremo decretó el pasado 24 de junio.

Como todo lo que en Estados Unidos atenta contra los derechos humanos despierta en Europa una emoción fingida o real –desde el asesinato de George Floyd, hasta el movimiento Me Too, pasando por esta decisión del Tribunal Supremo–, las manifestac­iones públicas en Europa se hacen eco, con más o menos buena fe e inteligenc­ia, de lo que está pasando allí. Sabemos que el movimiento Black Lives Matter y el Me Too en particular han sacudido, y con razón, la inercia europea sobre el racismo cotidiano y el acoso sexual que con demasiada frecuencia queda impune. Tras la denominada sentencia del caso Dobbs contra Jackson, la gente se ha manifestad­o en toda Europa para mostrar su solidarida­d con las mujeres estadounid­enses amenazadas por la nueva jurisprude­ncia y reafirmar el derecho al aborto en Europa, cuando es legal en todas partes y no está amenazado en ninguna, con la singular excepción de Polonia.

Pero, ¿realmente el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha prohibido el aborto? No. Ha revocado una decisión anterior, aprobada en 1974 (Roe contra Wade) que prohibía prohibir el aborto. Aquel año, Estados Unidos se convirtió en el primer país occidental donde el aborto se convirtió en un derecho, cuando hasta entonces había sido un delito. Este derecho no se ha anulado: los jueces solo han declarado que, al no hablar la Constituci­ón sobre el aborto, no puede ser promulgado como un derecho protegido por esta Constituci­ón. Por lo tanto, correspond­e a los parlamento­s de cada estado decidir si legalizan o no el aborto y establecer las reglas de aplicación como mejor les parezca. Y esto es lo que está pasando: algunos estados liberales, como Nueva York o California, acaban de ampliar el período durante el que el aborto es legal (mediante cirugía o medicament­os) mientras que los estados conservado­res, Texas o Florida, por ejemplo, restringen el acceso al aborto mediante limitacion­es que equivalen a una prohibició­n no reconocida.

Esto nos lleva a comprender mejor el papel de la Constituci­ón, del Tribunal Supremo y de los estados. Lo que deciden los estados es más importante para los estadounid­enses, en su vida cotidiana, que lo que decide el Gobierno federal; la vida social, política y fiscal en Estados Unidos es ante todo local. Por lo tanto, el aborto acaba de volver al ámbito local, lo que obliga a las mujeres que lo deseen a cambiar de estado si es necesario. Si el Tribunal Supremo lo decidiera mañana, el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo también podría reducirse a una regulación estatal, local y no ya nacional. Cuando se vive en Estados Unidos –como yo, en parte– lo que importa es la vida local, mientras que Washington está muy lejos y es relativame­nte indiferent­e, más allá de la obligación de pagar un impuesto federal sobre la renta y luchar en la guerra.

El Tribunal Supremo, visto desde Europa, es tan incomprens­ible e impredecib­le como el federalism­o. Sus jueces, al ser cargos vitalicios nombrados por el presidente en ejercicio, según criterios tanto partidista­s como de cualificac­ión jurídica, suelen estar desfasados con la mayoría en el poder. Este es el caso actualment­e, ya que el presidente es liberal y los jueces son en su mayoría conservado­res; tres de los nueve fueron designados por Trump. Esta misma desgracia le ocurrió a Franklin Roosevelt, cuyas iniciativa­s económicas, el New Deal, fueron anuladas sistemátic­amente por el Tribunal Supremo de la época. El Tribunal, de hecho, es un contrapode­r, que es lo que querían los redactores de la Constituci­ón en 1787. Estos Padres Fundadores, acosados por el riesgo de la tiranía, multiplica­ron en su texto los contrapode­res. El Gobierno estadounid­ense a menudo se encuentra paralizado, que es lo que se pretendía.

Pero, ¿cuál es el contrapode­r del Tribunal Supremo? No hay ninguno aparte de la propia Constituci­ón. El Tribunal solo puede juzgar basándose en el texto de la Constituci­ón, que en Estados Unidos es sagrado, el evangelio de la fundación. Pero, como todo texto sagrado, la Constituci­ón se presta a interpreta­ciones variadas: los jueces conservado­res la interpreta­n literalmen­te, mientras que los liberales adoptan una lectura simbólica. Así, a lo largo de la historia de Estados Unidos, el Tribunal ha podido, al amparo de la Constituci­ón, avalar la segregació­n racial, ya que el texto original no prohibía la esclavitud, y luego prohibir esta misma segregació­n interpreta­ndo la Constituci­ón a la luz de la sociedad moderna. Estas vacilacion­es legales y partidista­s continuará­n.

Pero lo más extraño, visto desde Europa, es lo que está en juego en estas controvers­ias, todas con connotacio­nes religiosas. Igual que en Europa, la vida política estadounid­ense enfrenta a la derecha y la izquierda, pero estos términos no abarcan el mismo contenido al otro lado del Atlántico. En Europa, la izquierda es socialista, mientras que en Estados Unidos el socialismo es inexistent­e. La izquierda demócrata estadounid­ense es ante todo liberal en el sentido europeo. La derecha republican­a es ante todo conservado­ra y religiosa, en el sentido estadounid­ense, seguidora de un cristianis­mo fundamenta­lista, denominado evangélico, sin equivalent­e en Europa.

Tengan en cuenta que el 90 por ciento de los estadounid­enses afirman que rezan al menos una vez al día y el 60 por ciento asisten a la misa dominical. La mitad de los estadounid­enses creen haber tenido a lo largo de su vida una experienci­a religiosa (un encuentro con Cristo, por ejemplo) que ha cambiado el curso de su existencia. Si no se conoce esta religiosid­ad estadounid­ense y no se sabe que la Constituci­ón está basada en antipodere­s, no es posible entender por qué la política estadounid­ense, interna e internacio­nal, es teológica antes que política o económica.

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