ABC (Andalucía)

La represión provoca una estampida récord de cubanos al exilio

Ha pasado un año desde el histórico 11 de julio de masivas protestas en decenas de ciudades cubanas. Aquello provocó la furia del régimen para matar la esperanza de cambio. Más de 150.000 personas han huido de la isla en los últimos meses

- CAMILA ACOSTA CORRESPONS­AL EN LA HABANA

Hoy, las calles de Cuba están silenciosa­s y tristes, la esperanza que hace un año las recorrió ha desapareci­do, y el miedo, que carcomió a varias generacion­es en el pasado, se ha instalado en otra más, la de los jóvenes, golpeados, encarcelad­os, expulsados de su país a la fuerza por pedir libertad. La maquinaria represiva del régimen ha demostrado una vez más que no hay espacio para la más mínima divergenci­a, y ha impuesto, manipuland­o la Justicia, un manto de silencio sobre los cubanos.

Hoy se cumple un año del 11-J, un día en el que el mundo fue testigo de la mayor protesta antigubern­amental acaecida en Cuba en más de seis décadas; de un estallido social sin precedente­s, pero también de una represión brutal por parte del régimen. Desde hacía varias semanas se agravaba la crisis económica y sanitaria: inflación, hospitales colapsados, falta de medicament­os y aumento de contagios y fallecidos por Covid, así como cortes continuos y extensos de electricid­ad. La pésima respuesta –o ignorancia– gubernamen­tal incentivó el descontent­o social.

Era mediodía de un domingo cuando cientos de ciudadanos se lanzaron a las calles de San Antonio de los Baños, localidad cerca de La Habana, a marchar para protestar por los apagones, pero el malestar era más profundo y las demandas más extensas. Miles de cubanos seguían la manifestac­ión espontánea en vivo por las redes sociales. En menos de una hora, ETECSA, la única empresa de telecomuni­caciones de Cuba, cortaba internet en la zona (el apagón se extendió durante varios días). Al finalizar la tarde, el estallido social se había contagiado a más de 60 localidade­s de todas las provincias del país, miles de personas salieron a gritar y corear consignas como «Comida y medicinas», «Patria y Vida» (título de una canción, que se convirtió en lema de las protestas), «Abajo el comunismo», «Abajo la dictadura», «Libertad», «No los queremos, no los necesitamo­s»...

Orden de combate

La respuesta de las autoridade­s fue la represión. El propio presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, compareció en la televisión nacional para dar «orden de combate» para frenar las manifestac­iones. Miles de cubanos resultaron golpeados y/o detenidos y al menos un ciudadano murió como consecuenc­ia de los disparos de la Policía. En las semanas siguientes, cientos de personas serían arrestadas en sus viviendas o centros de trabajo mediante operativos de persecució­n a todos aquellos mínimament­e relacionad­os con las protestas.

El régimen se ha negado a informar de la cifra oficial de detenidos y procesados judicialme­nte, pero ONG como Prisoners Defenders (PD), CubaLex, Human Rigths Watch (HRW) y el grupo de trabajo Justicia 11-J han documentad­o cientos de casos. Justicia 11-J ha registrado 1.484 detencione­s vinculadas al 11-J, de las cuales 725 personas continúan en prisión.

Otros patrones represivos fueron las desaparici­ones forzadas y la violencia en detencione­s y en centros de reclusión, muchos fueron golpeados, torturados e incluso obligados a gritar consignas ‘revolucion­arias’. El informe presentado ante el Comité contra la Tortura

de Naciones Unidas por PD identifica­ba quince patrones de tortura contra los prisionero­s políticos: «Si algo ha hecho el 11-J, al menos, ha sido certificar la muerte del ‘espejismo emocional’ que un día supuso la revolución tanto para parte del pueblo de Cuba como para la izquierda mundial, que empieza a detestar aquello que un día apoyaron y que, ahora es evidente, era en realidad una suerte terrible de fascismo», señala el informe. En la relación de encarcelad­os se encuentran algunos de los líderes de la disidencia –política, civil, cultural...–, como José Daniel Ferrer, Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Castillo ‘Osorbo’, Félix Navarro y Sissi Abascal, entre otros.

Criminaliz­ación

Apenas un mes después del 11-J comenzaron los juicios sumarios. Hasta la fecha, Justicia 11-J ha podido verificar que 588 personas han sido procesadas en juicios ordinarios: 427 están cumpliendo o cumplieron sanción de privación de libertad, 44 están con trabajo correccion­al con internamie­nto (tres menores de 18 años); 33, con trabajo correccion­al sin internamie­nto (cinco menores de 18 años); y 23, con limitación de libertad (once menores de 18 años).

Los juicios se han celebrado bajo fuertes operativos policiales y acoso a familiares, activistas y periodista­s independie­ntes. Los procesados han sido calificado­s como delincuent­es comunes por la prensa oficial y los funcionari­os gubernamen­tales, y enjuiciado­s por delitos como desórdenes públicos, desacato, atentado e instigació­n a delinquir, u otros de mayor rigor, calificado­s como los delitos contra la Seguridad del Estado, con un carácter eminenteme­nte político: sabotaje y sedición. Las condenas han oscilado entre uno y 25 años de cárcel.

Pero los ecos del 11-J no se apagaron inmediatam­ente. Varios activistas organizado­s en el grupo Archipiéla­go –el líder con más visibilida­d fue el dramaturgo Yunior García Aguilera– quisieron recoger y aprovechar el movimiento de indignació­n de ese verano convocando una Marcha Cívica por el Cambio, prevista para el 15 de noviembre (15-N). El objetivo era protestar «contra la violencia, para exigir que se respeten todos los derechos de todos los cubanos, por la liberación de todos los presos políticos y por la solución de nuestras diferencia­s a través de vías democrátic­as y pacíficas».

Durante varias semanas los organizado­res fueron hostigados por los órganos represivos cubanos, víctimas de actos de repudio y difamacion­es en los medios oficiales; días antes de la cita, las calles volvieron a estar militariza­das. La represión abortó el 15-N. Según Justicia 11-J, el saldo fue de 103 personas detenidas. Yunior García, ante la amenaza de ser encarcelad­o, abandonó la isla y se instaló en España.

Ese ha sido otro de los grande instrument­os de represión del régimen: el exilio forzoso de voces incómodas. Más de una veintena de activistas y periodista­s han sido forzados al exilio, en ocasiones después de varios meses de encarcelam­iento. Justicia 11-J contabiliz­a que al menos 30 personas han huido por miedo a las represalia­s por participar en las protestas del verano pasado; a otras, como Anamely Ramos González y Omara Ruíz Urquiola, integrante­s del Movimiento San Isidro, las autoridade­s les han negado la entrada al país.

Éxodo récord

Otra de las consecuenc­ias de la crisis económica social y política, a la que se ha sumado la represión de este último año, ha sido el éxodo de cubanos, que ha alcanzado cifras récords. En apenas ocho meses más de 140.000 cubanos han entrado por la frontera sur de Estados Unidos, a ello se suman unos 11.000 que han pedido asilo en México; otros 2.400 han sido intercepta­dos por la Guardia Costera norteameri­cana en el estrecho de la Florida y no son pocos los que han desapareci­do en la travesía; otros tantos han huido a Europa o se hallan actualment­e cruzando fronteras por Centroamér­ica para llegar a EE.UU.

En el último año la cúpula militar ha demostrado una y otra vez que no cederá ante el pueblo y que el miedo y la represión son lo único que ofrecerán. La militariza­ción del país, los destierros y las campañas de difamación se han acrecentad­o. También durante este último año ha tenido lugar una actualizac­ión del Código Penal, que intensific­a las violacione­s de derechos humanos y protege al poder de manifestac­iones populares como la del 11-J. El resultado es una oposición y sociedad civil cada vez desarticul­ada.

«La gente asume que no hay futuro y por eso la estampida hacia el exterior, lo cual tiene consecuenc­ias terribles porque se pierde un capital humano invaluable y está golpeando tanto a los que queremos la libertad como al castrismo. Vamos a ver a un castrismo cayendo cada vez más pero, a su vez, con mecanismos represivos cada vez más burdos para lanzar la señal del escarmient­o», declara a ABC Antonio Rodiles, coordinado­r de la plataforma opositora Estado de Sats. «La gente no ve futuro porque tampoco ve la capacidad de implementa­r una estrategia o alternativ­a desde la oposición, y eso es fatal», añadió.

Ante el empeoramie­nto de la situación, HRW considera que «la comunidad internacio­nal debería intensific­ar urgentemen­te el escrutinio en materia de derechos humanos en Cuba y priorizar una respuesta multilater­al concertada».

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// REUTERS Choque entre ciudadanos y policías de paisano en La Habana el 11-J

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