P. G. Wodehouse en el número 10
Inglaterra tiene su fortaleza en la clase media más media del mundo
Parece un personaje de P. G. Wodehouse. Si el más famoso humorista inglés del siglo XX aún siguiera escribiendo sus hilarantes historias, muchos dirían que se había inspirado en él. Me refiero a Boris Johnson, el dimitido, pero aún ‘premier’ británico, cuyas idas, venidas, humoradas y puyazos tienen en vilo a la escena internacional. No se trata de una excepción sino de otro rasgo típico inglés, cuando dichos rasgos se van diluyendo en las oleadas de inmigrantes de su eximperio. Puede que Johnson sea en parte una reacción a eso.
Aunque a Inglaterra, hoy el Reino Unido, las costuras empiezan a deshilachársele, tiene su fortaleza en la clase media más media del mundo, y la más aburrida, junto a otra clase que, sin llegar a aristocracia, ha logrado una posición que le permite estudiar en ‘colleges’ exclusivos, ocupar altos cargos y tener comportamientos que, en otros, se considerarían gamberradas. Conviene advertir que ninguno de ellos se considera europeo, ‘continentals’ nos llaman, aunque presumen de haber sido excolonia de Roma y de leer a Homero en el griego antiguo. Pero se pasaron cien años en una guerra para dominar el continente y, al no conseguirlo, adoptaron la política de atacar al país más fuerte en cada momento. El primero fue España, cuando iniciaba su imperio. Luego fue la Francia del Rey Sol, y por último Alemania, mientras se aseguraba el control de los mares, haciendo almirantes a sus corsarios y asegurándose los puntos claves de las vías marítimas, Gibraltar uno de ellos, como Malta y Hong Kong.
El Reino Unido se negó a entrar en la Comunidad Europea e hizo lo posible para que fracasase. Al comprobar que no lo conseguía, ingresó en ella, más para frenarla que reforzarla. Boris Johnson no sería quien es si cumpliera las condiciones acordadas para su salida. El Brexit se ha estancado por la frontera del Ulster con el resto del Irlanda y mucho me temo que con el Peñón ocurra otro tanto. Quiero decir que, en vez de recuperarlo, se queden con el Campo de Gibraltar, como se quedaron con el istmo, nunca cedido. Para resumir: aunque Johnson se vaya, algo que está por ver, los ingleses se quedan, y nosotros en Babia.