El paradigma Sri Lanka
La abolición de la mayor parte de los impuestos y el paso a una agricultura orgánica hundieron el país
Sri Lanka es uno de los uno de los peores desastres económicos de la historia contemporánea. Entre el 5 de junio de 1965 y la actualidad, el país ha sido rescatado 16 veces por el FMI y un puñado de veces por inversores privados, entre ellos China y la India. Su mayor problema es la discordia social entre sus 22 millones de habitantes, lo que le impide aprovechar sus ventajas y le convierte en presa fácil de políticos populistas e ideologizados. Hubo un tiempo en que la ex Ceilán era un ejemplo. El 1 de julio de 1960 fue el primer país del mundo que eligió a una mujer como jefa de gobierno. Pero una guerra civil entre la mayoría ceilandesa y la minoría tamil que empezó en 1983 y que no terminaría hasta 2009 tuvo un impacto importante en los fundamentos económicos. Los efectos del tsunami de 2004 fueron muy severos, pero fue la crisis financiera 2008 la que agotó las reservas de divisas y puso de manifiesto que el endeudamiento del país, fruto de la maldición del doble déficit (exterior y fiscal) registrado durante décadas, era inmanejable.
El banco central monetizó el déficit y eso disparó la inflación que se ha cronificado y este año superó el 50%. Un brutal ataque terrorista, atribuido a islamistas, en abril de 2019 ya había avisado de la descomposición de la situación. Faltaban, sin embargo, dos locuras más: a finales de 2019, una promesa electoral del gobierno le llevó a bajar el IVA del 15% al 8% y prácticamente abolir el resto de impuestos. Lo hizo en un país donde la recaudación no sólo era baja, sino que había graves problemas para que el Estado estuviera presente en todo su territorio. La segunda cuestión fue la reforma agrícola. Propugnada por gurús ecologistas, parecía una buena idea transitar a un modelo cien por cien orgánico si además permitía dejar de importar fertilizantes y pesticidas. Lo que iba a salvar el planeta hundió al país. La producción de arroz cayó un 20%, dejando el 33% de la tierra agrícola sin utilizar y aumentando los precios en un 50% en siete meses. No hay mejor ejemplo que Sri Lanka sobre cómo los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, en este caso el 13 (acción climática) y el 8 (trabajo digno y crecimiento económico), pueden volverse incompatibles.
Cuando los europeos avistaron la Isla de Pascua, en 1720, llegaron a la conclusión de que este territorio había sido devastado porque lo habitaban salvajes, distintos a ellos. Sir David Attenborough, que rodó ahí uno de sus documentales más famosos (‘Los dioses perdidos de la isla de Pascua’), siempre dijo que a él le interesó el asunto no porque fueran diferentes, sino porque eran hombres.