El final del populismo
El final político de Boris Jonhson es una gran noticia. Después de Trump era, de hecho todavía es hasta que le saquen a rastras del número 10 de Downing Street, el epítome de la degeneración de la política de estos últimos años. Supone un punto y aparte en la pulsión populista en la que hemos estado inmersos estos últimos años. Y su salida es un muy buen ejemplo de que esos planteamientos fáciles para problemas complejos ya no venden. No cuelan. Se han probado inútiles. Se ha demostrado que no hay atajos y que más allá de las formas más o menos vistosas, no hay soluciones mágicas. Y probablemente constituye la mejor confirmación de que el personal ya han tenido suficiente, ya se ha desahogado. El baño de realidad de estos últimos años ha sido suficiente y,
tras las pataleta, vuelven al mal menor que constituyen las alternativas tradicionales.
Importa enfatizar que el parte de daños en España ha sido relativamente bueno. Comparado, por ejemplo, con el Reino Unido –ni que decir tiene con los países iberoamericanos–, nos hemos dejado muchos menos pelos en la gatera del populismo. Sin ir más lejos, el amigo Boris se subió en los lomos del Brexit para llegar al machito con lo que eso suponía y luego ha supuesto.
El tiro en el pie de los flemáticos británicos ha sido de proporciones bíblicas. Y aunque nos cueste reconocerlo por la vorágine del día a día, es justo afirmar que su paso por aquí de refilón por el poder va a quedar resumido en algunas anécdotas más o menos pintorescas sin que hayan roto realmente nada. Y, recuerden, no era esto lo que pensábamos que podía pasar cuando de la noche a la mañana desembarcaron en las instituciones no hace tanto tiempo.
El final del ardor populista además de todo es bueno para la economía. Calma los ánimos. Reduce el riesgo regulatorio. Y desata las alas de los espíritus animales en su acepción keynesiana. Probablemente, la crudeza de estos últimos años haya sido el mejor remedio de esta forma de entender la política. Y tras estos años de tribulaciones, volvamos a una senda con menos sobresaltos, que también ya tocaba.