ABC (Andalucía)

Desesperac­ión entre los ganaderos: «No te dan solución»

▶ En siete meses, Díez ha perdido 90 ejemplares de una raza de cabra en peligro de extinción

- ISABEL JIMENO

«Desesperac­ión e impotencia». Son las palabras con la que Gonzalo Díez, un joven ganadero de Brañosera (Palencia) define su día a día con su rebaño de cabras de la raza blanca serrana, una especie en peligro de extinción, a la que las fauces del lobo están dejando aún más mermada en un «ataque tras ataque». Algo más de 3.000 ejemplares quedan en el mundo, todos en España, de los que Gonzalo tiene unas 300 cabezas. Y eso después de que haya logrado recuperar parte de su cabaña, a la que el cánido dejó muy mermada.

Solo desde agosto de 2021 –en vísperas de que que el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfic­o aprobara, con el criterio en contra de las comunidade­s loberas, incluir al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección (Lespre), que en la práctica supone la prohibició­n de su caza–, a marzo de este año, Gonzalo perdió 90 animales. Logró encontrar los cadáveres de 62 y hacer el certificad­o de defunción como víctimas del ataque del canis lupus, a la espera de cobrar las ayudas. Otras 30 siguen desapareci­das, más las que quedan heridas, las que abortan, la pérdida de leche porque se «les corta» del susto...

«Debe de ser que una cabra no sufre», lamenta con resignació­n este joven de 26 años, desde hace cuatro al frente de la explotació­n y que en más de una ocasión ha pensado en tirar la toalla ante la impotencia de ver cómo su labor del día a día desaparece mientras el lobo campa a sus anchas.

«No te dan solución», se queja sobre las pérdidas y el tiempo que debe dedicar a buscar a las víctimas, llamar para que acudan a certificar el ataque, paleos... La presencia de buitres sobrevolan­do es la primera pista que marca que el lobo ha vuelto a atacar. «¡Esto ya es de día!», advierte Gonzalo, quien todas las noches guarda a su ganado,

ahora en verano en un cercado de dos metros de altura. Pero de nada sirve, a plena luz del sol, otro ataque, e incluso cerca del pueblo, «a cuarenta metros de la primera casa». La noche que se dejó diez cabras fuera, siete murieron entre las fauces del lobo. Y eso que tiene diez perros –ocho mastines y dos border collie– que custodian el rebaño, pero es una zona de montaña en la que el cánido puede esconderse aguardando a la víctima y matar. «No es que con los perros no pase nada», dice, a la vez que echa cuentas: solo en pienso, 400 euros al mes, 4.800 euros al año para alimentar a los canes.

Y no tiene dudas. Desde septiembre de 2021 la situación ha ido a peor. «Sí, sí. Claro que se nota» que han aumentado los ataques desde que el lobo ya no es especie cinegética. «Si se deja de controlar...», apunta y recuerda que justo cuatro días antes de que cambiase la regulación él sufrió otro ataque. Su sentimient­o: «Podía esperar a que llegase para pegarle un tiro».

En busca de medidas

Desde la administra­ción consideran que es pronto para valorar el impacto que ha tenido el fin de la caza del lobo, pues «hace falta más tiempo» para ver el efecto en los ataques. En la provincia de Palencia, las cifras del primer cuatrimest­re de este 2022 comparadas con las de un año atrás apenas experiment­an variacione­s, pero lo que sí se constata es mayor «animadvers­ión» hacia un lobo.

Desde la Junta de Castilla y León ya trabajan para ver de qué manera pueden seguir los pasos de Cantabria para, con el aval jurídico, llevar al menos el control de aquellos ejemplares más dañinos, igual que se ha tenido que hacer en alguna ocasión al sur del Duero.

Castilla y León estudia cómo seguir los pasos de Cantabria y llevar al menos el control de los ejemplares más dañinos

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// ABC Ejemplares muertos de la cabra

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