ABC (Andalucía)

Wimbledon relanza a Djokovic

▶ El serbio firma un partido de matrícula ante Kyrgios, suma su séptimo título en Londres, su Grand Slam 21 con el que desempata con Federer y se acerca a Nadal

- LAURA MARTA ENVIADA ESPECIAL A LONDRES

La hierba que saborea Novak Djokovic tras vencer a Nick Kyrgios sabe más dulce que nunca. Ha tenido que firmar un partido de matrícula, impertérri­to ante cualquier circunstan­cia exterior, que no hubo muchas a pesar de lo que presagiaba el choque con el australian­o, y centrado más que nunca solo en la pelota que venía del otro lado y en su propio golpeo. Es un Djokovic granítico el que levanta el título en Wimbledon, y ya van siete, como Pete Sampras; y ya van cuatro consecutiv­os, 28 triunfos –la cuarta racha más larga tras Borg (41), Federer (40) y Sampras (31); y ya van 21 Grand Slams, deshecho el empate con Federer y al acecho de los 22 de Nadal.

Acorralado ante las circunstan­cias, Australia cerrándole las puertas y Nadal tumbándolo en París, Djokovic no tenía otra opción, por ahora, si quería seguir en la carrera por el número de Grand Slams. En este 2022, empezaron los tres empatados a 20, pero, con Federer en la enfermería, se escapó el español con otro de esos milagros que solo él puede convertir en rutina: Australia y Roland Garros en cinco meses. Y Wimbledon tenía que ser su refugio, lo que lo mantuviera enganchado a la pelea por el número de Grand Slams. Porque no se vacunará contra el coronaviru­s, lo confirmó ayer, y Estados Unidos no permite su entrada a toda persona que no tenga la pauta completa por lo que, salvo cambio de opinión de aquí al 29 de agosto, el serbio no puede participar en el US Open.

Lo apostó todo al verde y fue ganando las manos con más o menos soltura, con más o menos sufrimient­o. Se dejó un set ante Kwon en primera ronda, otro ante Van Rijthoven en octavos, dos ante Sinner en cuartos y otro más en semifinale­s contra Norrie. Incluso empezó perdiendo la final ante Kyrgios. Pero este era el Djokovic de los mejores momentos, de aquellos diez títulos en 2011, de los once en 2015, de los récords. Nadie en el circuito masculino ha firmado tantas finales de Grand Slam (32, por las 31 de Federer y las 30 de Nadal), son 21 grandes para 88 títulos, de los que ocho son en hierba, 109 triunfos por doce derrotas en esta superficie a la que se agarra como si fuera una brizna del césped. Lo zarandeó Kyrgios con una salida en tromba con esos servicios descomunal­es que tanto daño hacen incluso a los mejores restadores, como Djokovic. Y con ese tenis que no se enseña en las escuelas porque sale por instinto. El australian­o imprimió una versión de sí mismo estupenda, ni un despiste ni una desconexió­n, ni un demonio y solo un par de saques por debajo de las piernas para alegría del personal.

Pero hay que hacer mucho más ante cualquier Djokovic y muchísimo más ante este Djokovic pulcro, concentrad­o, inabordabl­e, granítico, superior, y que sabe que no le aguantará el tipo al rival. Así lo sintió Kyrgios al otro lado de la red: «Esa es su mayor fortaleza, simplement­e nunca se ve descompues­to. Simplement­e mira dentro de sí mismo todo el tiempo. No parecía que estuviera jugando agresivo y, en cambio, jugó a lo grande. Me quito el sombrero». No era Nadal en la final, pero se empleó a fondo el serbio, que ya desde el segundo set calibró mejor su servicio y leyó con más rotundidad el ajeno, siempre tan difícil leer una pelota que, de media, alcanzaba los 195 kilómetros por hora. Eran 120 aces para el australian­o en seis partidos y otros treinta solo en esta final.

El resto que necesitó el serbio para coronarse llegó de la experienci­a propia y de esos pequeños demonios que, limados en este torneo, desequilib­ran a Kyrgios, en continua conversaci­ón con el juez de silla y sobre todo con su palco; es decir, consigo mismo, desde que perdiera el saque en el segundo parcial y hasta el final.

Sin embargo, el australian­o deja buena imagen en Wimbledon, por tenis y por actitud. Indudable su clase y su talento en la derecha paralela y el revés en el que casi no flexiona las rodillas, es capaz de llevar a Djokovic hasta este nivel superior: solo 17 errores en tres horas de partido, de los que 7 fueron en el primer parcial.

Que Kyrgios no era Nadal, y ante el serbio no se puede ser otro si se quiere ganar, vale el noveno juego del segundo capítulo: es 5-3 para el serbio y hay un 0-40 para el australian­o: la medida de los buenos y los mejores. Tiembla entonces el 40 del mundo y se hace enorme el 3, levantadas las tres opciones de rotura y aún una cuarta porque se juega al límite en ambos lados. Es la puntilla, aunque queden dos parciales por delante. Ya hay demasiada diferencia de pareceres, aunque el australian­o intente con potencia minimizar la distancia que saca el serbio con los golpes cortados, a los que ya no llega, ya no vale ese revés sin flexionar las rodillas.

Para remarcar la diferencia, el tie break: Djokovic suma 284, con 157 victorias; Kyrgios, 125, perdidos 87. Y al australian­o se le hace bola, no le queda más que ofrecer, que ha sido mucho, después de tres horas de recobrar el respeto del planeta tenis. «No sé si estaré de nuevo en una final aquí. Ahora mismo lo que quiero son vacaciones, no quiero oír hablar de otro Grand Slam, ha sido demasiado tenis», concedió el australian­o con el trofeo de finalista. «Nick, volverás aquí o a cualquier otro gran escenario. Tienes un inmenso talento», le ofreció Djokovic, quien ‘oficializó’ el ‘bromance’ (romance entre hombres) y el «inicio de una maravillos­a relación». Reconcilia­da su mala relación en enero, cuando Kyrgios defendió públicamen­te al serbio ante el caos que supuso su

Novak Djokovic

Campeón de Wimbledon «Me siento en la luna y he podido tener a la familia para compartirl­o»

«No estoy vacunado y no está en mis planes hacerlo para ir al US Open»

Nick Kyrgios

Finalista de Wimbledon «Contra Djokovic, Nadal y Federer en cinco sets, ganas el primero y todavía tienes que subir el Everest»

«Hace un mes estaba jugando al baloncesto. Sin entrenar. Y hoy aquí. ¿Qué ha pasado? Es genial»

aterrizaje en Australia. Ayer, hubo abrazo en la red, cumplidos en las dos direccione­s y, por supuesto, mordisco a la hierba. También hubo, para alegría de una grada que no tenía favorito, imagen para el recuerdo: un Djokovic feliz, tumbado boca abajo con los brazos desplegado­s. El avión Djokovic, que recupera las alturas después de dos despegues infructuos­os en Australia y París.

Se reengancha el serbio a la carrera, a la espera de lo que pueda hacer o no en el US Open y de lo que también se decida el próximo enero, con ese castigo que le impusieron al querer entrar sin vacunar. Pero hay mucho Djokovic todavía, y muchas ganas de alcanzar a Nadal e incluso superarlo como ya lo ha hecho con Federer, y en ese jardín que, por un título, todavía pertenece al suizo.

Desde 2003 solo nueve tenistas (12 títulos) han conquistad­o un Grand Slam. Son 63 entre Nadal, Djokovic y Federer, que no parecen tener prisa por retirarse. Sumó Djokovic su primer grande en Australia 2008, pero no se enganchó a la pelea hasta 2011, cuando conquistó Australia, Wimbledon y US Open y el suizo y el español ya se repartían 16 y 9 respectiva­mente. El esprint final llegó en 2021, tres para el serbio para empatar. En 2022, viven el español y el serbio una perenne juventud. Es el noveno título que Djokovic gana cumplidos los 30 años, ocho ha ganado Nadal, y cuatro Federer. Djokovic sigue al acecho.

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// REUTERS Djokovic se lanza a la hierba para celebrar su triunfo

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