El pan nuestro de cada mes
Ahora tenemos a ingenieros en acampadas y a profesionales de la protesta en los despachos ministeriales
No aprenden. Provocan vergüenza ajena las declaraciones que mes a mes hacen políticos, sindicalistas y empresarios sobre la estadística del paro. En un cronificado cortoplacismo acostumbran a valorar sin memoria ni precaución los datos coyunturales, aunque las espadas se vuelvan bastos en treinta días, o viceversa. Y eso que saben, como el resto de los mortales, que el mercado laboral fluctúa en función de los ciclos productivos de determinados sectores. Así, en junio, cuando finalizan las campañas agrícolas, el empleo se resiente, al igual que sube en mayo cuando se concentra la contratación de hostelería y turismo para la temporada estival. Sin embargo, los protagonistas del diálogo social de la inmediatez lanzan su mensaje sin reparar casi nunca en los aspectos estructurales que precisa un mercado laboral caótico por muchas reformas paliativas que apliquen, que se transforma de crisis en crisis deformándose progresivamente.
Ahora tenemos en Andalucía a ingenieros en acampadas y a profesionales de la protesta en los despachos ministeriales. Tenemos a médicos emigrando y a facultativos extracomunitarios fichados para atender zonas de ‘difícil cobertura’ sanitaria a la que no quieren ir los nuevos colegiados aunque les paguen la casa. Tenemos a hosteleros lamentando no encontrar camareros y a empresarios turísticos buscando trabajadores en una región con un 19 por ciento de desempleo, porque nadie aprende (y casi nadie enseña) determinados oficios. Tenemos en chabolas a inmigrantes que recogen las grandes campañas agrícolas y a trabajadores del campo jugando al ‘tetris’ de sus peonadas. Tenemos a chicos que quieren hacerse soldadores para irse a Dubái. A universitarios con nota a los que esperan contratos que no permiten gestionar hipotecas. A eternos becarios. A esclavos de ETT en plantillas estructurales a costa de sus derechos. A jóvenes jubilados de la banca. A viejos interinos. A opositores profesionales. Tenemos a una ineficaz legión de orientadores de empleo que se orientaron para entrar en una administración sobredimensionada. Y todo, en un mundo donde una app vale millones y un agricultor cobra 0,24 euros el kilo de esa sandia que el supermercado vende cuatro veces más caro.
¿Vamos a seguir haciendo lo mismo? Tenemos a sindicatos acríticos a su izquierda, a empresarios sin autocrítica y a políticos con contrato fijo discontinuo a cuatro años. Y así, los que se felicitaban ayer por las cifras de empleo te hablan de un ‘pacto de rentas’ para que mañana no vayas al paro. Ya sabes quién paga: tú, currito, sujeto pasivo que gestionas tu propio milagro económico en esta jungla del mercado laboral donde siempre eres Tarzán atento a la liana.
Tenemos a sindicatos acríticos, a empresarios sin autocrítica y a políticos con contrato fijo discontinuo a cuatro años que felicitan por las cifras del paro