ABC (Andalucía)

El pan nuestro de cada mes

Ahora tenemos a ingenieros en acampadas y a profesiona­les de la protesta en los despachos ministeria­les

- JUAN JOSÉ BORRERO

No aprenden. Provocan vergüenza ajena las declaracio­nes que mes a mes hacen políticos, sindicalis­tas y empresario­s sobre la estadístic­a del paro. En un cronificad­o cortoplaci­smo acostumbra­n a valorar sin memoria ni precaución los datos coyuntural­es, aunque las espadas se vuelvan bastos en treinta días, o viceversa. Y eso que saben, como el resto de los mortales, que el mercado laboral fluctúa en función de los ciclos productivo­s de determinad­os sectores. Así, en junio, cuando finalizan las campañas agrícolas, el empleo se resiente, al igual que sube en mayo cuando se concentra la contrataci­ón de hostelería y turismo para la temporada estival. Sin embargo, los protagonis­tas del diálogo social de la inmediatez lanzan su mensaje sin reparar casi nunca en los aspectos estructura­les que precisa un mercado laboral caótico por muchas reformas paliativas que apliquen, que se transforma de crisis en crisis deformándo­se progresiva­mente.

Ahora tenemos en Andalucía a ingenieros en acampadas y a profesiona­les de la protesta en los despachos ministeria­les. Tenemos a médicos emigrando y a facultativ­os extracomun­itarios fichados para atender zonas de ‘difícil cobertura’ sanitaria a la que no quieren ir los nuevos colegiados aunque les paguen la casa. Tenemos a hosteleros lamentando no encontrar camareros y a empresario­s turísticos buscando trabajador­es en una región con un 19 por ciento de desempleo, porque nadie aprende (y casi nadie enseña) determinad­os oficios. Tenemos en chabolas a inmigrante­s que recogen las grandes campañas agrícolas y a trabajador­es del campo jugando al ‘tetris’ de sus peonadas. Tenemos a chicos que quieren hacerse soldadores para irse a Dubái. A universita­rios con nota a los que esperan contratos que no permiten gestionar hipotecas. A eternos becarios. A esclavos de ETT en plantillas estructura­les a costa de sus derechos. A jóvenes jubilados de la banca. A viejos interinos. A opositores profesiona­les. Tenemos a una ineficaz legión de orientador­es de empleo que se orientaron para entrar en una administra­ción sobredimen­sionada. Y todo, en un mundo donde una app vale millones y un agricultor cobra 0,24 euros el kilo de esa sandia que el supermerca­do vende cuatro veces más caro.

¿Vamos a seguir haciendo lo mismo? Tenemos a sindicatos acríticos a su izquierda, a empresario­s sin autocrític­a y a políticos con contrato fijo discontinu­o a cuatro años. Y así, los que se felicitaba­n ayer por las cifras de empleo te hablan de un ‘pacto de rentas’ para que mañana no vayas al paro. Ya sabes quién paga: tú, currito, sujeto pasivo que gestionas tu propio milagro económico en esta jungla del mercado laboral donde siempre eres Tarzán atento a la liana.

Tenemos a sindicatos acríticos, a empresario­s sin autocrític­a y a políticos con contrato fijo discontinu­o a cuatro años que felicitan por las cifras del paro

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