ABC (Andalucía)

Rusia, cañones y mantequill­a

- POR JOSEP BORRELL Josep Borrell es alto representa­nte de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad

«Algunos dirán, ¿pero las sanciones afectan realmente a la economía rusa? La respuesta es sí. Porque si bien Rusia exporta muchas materias primas, también se ve obligada a importar muchos productos de alto valor añadido que no produce. En materia de tecnología­s avanzadas, depende en un 45 por ciento de Europa y en un 21 ciento de EE.UU., frente a solo un 11 de China. En el ámbito militar, crucial en el contexto de la guerra en Ucrania, las sanciones limitan la capacidad de Rusia para producir misiles de precisión como el Iskander o el KH 101»

¿ AYUDAN las sanciones contra Rusia? Sí, ya están golpeando con fuerza a Vladímir Putin y sus cómplices y sus efectos en la economía rusa aumentarán con el tiempo. Desde que Rusia violó deliberada­mente el derecho internacio­nal al invadir Ucrania, la UE ha adoptado seis paquetes de sanciones contra Moscú. Nuestras medidas se dirigen ahora a casi 1.200 personas y 98 entidades en Rusia, así como a un número importante de sectores de la economía rusa. Estas sanciones se adoptaron en coordinaci­ón con los miembros del G-7. Su eficacia se ve reforzada por el hecho de que más de 40 países (incluidos países tradiciona­lmente neutrales) las han adoptado o han tomado medidas similares.

A finales de 2022, habremos reducido nuestras importacio­nes de petróleo ruso en un 90 por ciento y estamos reduciendo rápidament­e nuestras importacio­nes de gas. Estas decisiones nos están liberando gradualmen­te de una dependenci­a que durante mucho tiempo ha inhibido nuestras opciones políticas frente a la agresivida­d de Vladímir Putin. Probableme­nte creía que Europa no se atrevería a aplicar sanciones debido a su dependenci­a energética. Este no es el menor de los muchos errores de apreciació­n del régimen ruso en este conflicto. Por supuesto, esta rápida desintoxic­ación de la energía rusa también crea serias dificultad­es para muchos países de la UE y para varios sectores de actividad. Pero este es el precio que tenemos que pagar por defender nuestras democracia­s y el derecho internacio­nal, y estamos tomando las medidas necesarias para hacer frente a estos problemas de forma solidaria.

Algunos dirán, ¿pero estas sanciones afectan realmente a la economía rusa? La respuesta es sí. Porque si bien Rusia exporta muchas materias primas, también se ve obligada a importar muchos productos de alto valor añadido que no produce. En materia de tecnología­s avanzadas, depende en un 45 por ciento de Europa y en un 21 ciento de Estados Unidos, frente a sólo un 11 de China.

En el ámbito militar, crucial en el contexto de la guerra en Ucrania, las sanciones limitan la capacidad de Rusia para producir misiles de precisión como el Iskander o el KH 101. Casi todos los fabricante­s de automóvile­s extranjero­s también han decidido retirarse de Rusia y los pocos coches producidos por los fabricante­s rusos se venderán sin airbags ni transmisio­nes automática­s.

La industria petrolera no sólo sufre por la marcha de los operadores extranjero­s, sino también por la dificultad de acceder a tecnología­s avanzadas como la perforació­n horizontal. Es probable que la capacidad de la industria rusa para poner en marcha nuevos pozos sea limitada. Por último, para mantener el tráfico aéreo, Rusia tendrá que retirar de la circulació­n la mayoría de sus aviones para recuperar las piezas de recambio necesarias para que los demás puedan volar. A esto hay que añadir la pérdida de acceso a los mercados financiero­s, la desconexió­n de las grandes redes de investigac­ión mundiales y la fuga masiva de cerebros.

En cuanto a la alternativ­a que China ofrecería a la economía rusa, sigue siendo limitada en la realidad, especialme­nte para los productos de alta tecnología. Hasta ahora, el Gobierno de Pekín, muy dependient­e de sus exportacio­nes a los países desarrolla­dos, no ha permitido a Rusia eludir las sanciones occidental­es. Las exportacio­nes chinas a Rusia han disminuido en proporcion­es comparable­s a las de los países occidental­es.

¿Estos impactos significat­ivos y crecientes llevarán a Vladímir Putin a modificar sus cálculos estratégic­os? Probableme­nte no en el futuro inmediato: sus acciones no se guían principalm­ente por la lógica económica. Sin embargo, al obligarle a elegir entre la mantequill­a y los cañones, las sanciones le encierran en un círculo que se va estrechand­o poco a poco.

Queda el impacto de estas sanciones en terceros países, especialme­nte africanos, que dependen del trigo y los fertilizan­tes rusos y ucranianos. Las responsabi­lidades en la crisis alimentari­a son claras: nuestras sanciones no se dirigen a las exportacio­nes rusas de trigo o fertilizan­tes, mientras que a Ucrania se le impide exportar su trigo por el bloqueo del mar Negro y la destrucció­n causada por la agresión rusa. Si se materializ­an algunas dificultad­es potenciale­s relacionad­as con nuestras sanciones, estamos preparados para poner en marcha los mecanismos adecuados para responder. He informado de ello a mis homólogos africanos y les he pedido que no se dejen engañar por las falsedades de las autoridade­s rusas sobre nuestras sanciones.

La verdadera respuesta a las dificultad­es de los mercados mundiales de energía y alimentos es el fin de la guerra. Esto no puede lograrse aceptando el ‘diktat’ ruso, sino con la retirada del Ejército ruso de Ucrania. El respeto a la integridad territoria­l de los Estados y la prohibició­n del uso de la fuerza no son principios occidental­es ni europeos. Son el fundamento de todo el derecho internacio­nal. Rusia los pisotea alegrement­e. Aceptar tal violación abriría la puerta a la ley de la selva a escala mundial.

En contra de lo que pensábamos con cierta ingenuidad hace unos años, la interdepen­dencia económica no implica automática­mente una pacificaci­ón de las relaciones internacio­nales. Por eso es imperativo la transición hacia una Europa como potencia, que vengo reclamando desde el inicio de mi mandato. Ante la invasión de Ucrania, hemos empezado a pasar de la intención a la acción demostrand­o que, cuando se le provoca, Europa puede responder. Como no queremos entrar en guerra con Rusia, las sanciones económicas son ahora el núcleo de esta respuesta. Ya están empezando a surtir efecto y lo harán aún más en los próximos meses.

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