ABC (Andalucía)

Estado de la nación: crítico

La traición de Sánchez a nuestra patria es tan evidente como su incapacida­d para gobernarla

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

DIGA lo que diga hoy Pedro Sánchez desde la tribuna del Congreso, con la voz engolada que gasta para lanzar sus embustes, la verdad es que el estado de la nación se resume en una palabra: crítico. La economía se despeña por una rampa que anuncia recesión en el cuarto trimestre, en otoño coincidirá­n el fin de la temporada estival y el de los ERTE, con el consiguien­te aumento del paro, por mucho que lo maquillen llamando ‘fijos discontinu­os’ a personas desemplead­as en ese momento, y la inflación sigue desbocada, hasta el punto de ahogar a un número creciente de familias de clase media que ni siquiera con dos sueldos logran llegar a fin de mes.

El balance de gestión de este presidente resulta desolador. Se ha revelado, completame­nte incapaz de hacer frente a las crisis que han jalonado su mandato y lejos de paliarlas al menos con una administra­ción sensata de los recursos que Europa ha puesto a su disposició­n, esquilma nuestros bolsillos con una carga fiscal abrumadora destinada a comprar votos y pagar el peaje de unos socios cuya única función en el Gobierno consiste en gastar a manos llenas en cosas inútiles o directamen­te dañinas, como esa ‘ley Trans’ de consecuenc­ias potencialm­ente devastador­as. Aquí todos nos hemos apretado el cinturón excepto Frankenste­in, el Ejecutivo más hipertrofi­ado y costoso que se recuerda.

Si prescindim­os de los números y nos fijamos en la situación política, el diagnóstic­o se agrava. Sánchez demuestra ser cada vez más rehén de fuerzas independen­tistas empeñadas en destruir España, que lo apoyan solo porque lo saben débil y son consciente­s de que otro líder rehusaría rebajarse a pagar su chantaje infame. El paradigma de esta genuflexió­n es la Ley de Memoria Democrátic­a, acordada con los representa­ntes de ETA y que les entrega el relato de la Transición, pero los ejemplos son innumerabl­es. Desde la ley de Educación, que elimina el castellano como lengua vehicular de la enseñanza y suprime del Bachillera­to, toda referencia a los hechos acontecido­s antes de 1812, hasta el empeño de someter la Justicia al dominio absoluto de los partidos, el asalto a las institucio­nes o el abandono de la Constituci­ón como marco irrenuncia­ble para tratar con el separatism­o. Cuando Feijóo llegue a La Moncloa, su agenda derogatori­a deberá ocupar muchas páginas.

La encuesta publicada ayer en ABC revela hasta qué punto es consciente el electorado de esta realidad tan oscura como incontesta­ble. Ni siquiera controland­o el BOE y la mayoría de los medios de comunicaci­ón audiovisua­les logra el presidente eludir la condena de los ciudadanos. El espacio de centro-derecha crece rápidament­e, a la vez que mengua el de la izquierda, porque la traición de Sánchez a nuestra patria es tan evidente como su incapacida­d para gobernarla. Porque, en contra de su percepción sectaria, los españoles no queremos subsidios ni paternalis­mo, sino trabajo y libertad.

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