EL POPULISMO DE IZQUIERDA, EN RETROCESO POR SER INCAPAZ DE GOBERNAR
Al igual que Podemos en España, Tsipras en Grecia o la izquierda laborista de Corbyn en Inglaterra, la ola populista italiana del Movimiento 5 Estrellas y la Liga de Salvini está en retirada
Los populistas que llegaron al Gobierno han fracasado en Italia, pero no ha desaparecido el riesgo del populismo. La guerra en Ucrania, que conlleva una grave crisis energética y económica, tiene también una consecuencia política: el riesgo de una nueva ola de populismo. Lo advirtió muy claramente el primer ministro italiano, Mario Draghi, en la reciente cumbre del G-7 en Baviera: «Debemos evitar los errores cometidos después de la crisis de 2008: la crisis energética no debe producir un retorno de los populismos. Debemos eliminar una de las principales causas de la inflación. Tenemos las herramientas para hacer esto: mitigar el impacto del aumento de los precios de la energía, compensar a las familias y empresas en dificultades, gravar a las sociedades que obtienen ganancias extraordinarias».
Los partidos en Italia se preparan ya para las próximas elecciones (la legislatura concluirá en marzo, si no se adelantan las elecciones, cosa no descartable) y no fue casual que el expresidente del Banco Central Europeo, con un lenguaje político evocara el populismo, para alertar sobre el peligro de desestabilización que conllevan las políticas populistas. No está lejano 2018, cuando crecían algunas fuerzas populistas en las democracias occidentales, en particular en algunos países del área mediterránea, como Italia, con el Movimiento 5 Estrellas, un populismo antisistema transversal pero con tendencia mayoritaria izquierdista y, en el frente opuesto, la Liga. En Bruselas se temía un frente soberanista. Era un tiempo en que el presidente ruso, Vladímir Putin, se jactaba de ayudar a la formación de un frente nacionalista en varios países, aportando fondos que incluso fueron declarados por algunos de los financiados, como Marine Le Pen. Algunas de las tensiones de aquella época en Europa siguen vivas.
Las palabras de Draghi pronunciadas en Baviera resonaron con fuerza tres días después en Italia, porque el primer ministro se veía obligado a librar un enfrentamiento con el populismo del Movimiento 5 Estrellas. En 17 meses al frente del Gobierno, ha podido comprobar sobradamente que los populistas son fuente continua de inestabilidad. Hay una fotografía icónica que permanecerá grabada para siempre en la retina de los italianos, porque ha servido para reflejar el lío surrealista en el que está metida la política italiana por culpa del populismo, con repercusiones también en Europa por el dramático momento que se vive con la guerra de Ucrania.
Mientras los grandes de la Tierra que asistieron a la cumbre de la OTAN en Madrid, donde nació una nueva Alianza Atlántica, estaban extasiados ante las obras maestras del Museo del Prado, el primer ministro italiano Draghi se encontraba solo sentado en un banco hablando por su teléfono móvil.
Jornada de alto voltaje
Tuvo que regresar precipitadamente por la noche a Roma, tras una jornada de alto voltaje por el clima de tensión y sospechas de conspiración, muy habituales en la política italiana, que debilitan los gobiernos y la imagen del país transalpino. Muchos memes se han publicado en las redes sociales sobre esa foto simbólica en el Museo del Prado, ironizando que quizás Draghi hablaba con su esposa Serenella que le habría dicho: «Mario, vuelve rápido a casa, porque los chicos están montando aquí un gran lío…».
Esa jornada se vivió a distancia un enfrentamiento entre Draghi y su antecesor en el Palacio Chigi, el ex primer ministro Giuseppe Conte, líder del Movimiento 5 Estrellas. No hay química entre ellos. Conte aprovecha cualquier pretexto para hacer polémica con la esperanza de detener la larga y constante hemorragia de votos. El líder del M5E acusó al primer ministro de haber pedido al cómico Grillo, fundador del Movimiento, su destitución como presidente del partido. Draghi desmintió las acusaciones y Conte lo atacó por considerar que ha favorecido la escisión en el M5E realizada por el ministro de Asuntos Exteriores, Luigi Di Maio, el exlíder del Movimiento que ganó las elecciones en el 2018 con el 33% de los votos (hoy apenas llega al 10% en intención de voto, según las encuestas). El pasado 21 de junio, Di Maio abandonó el partido y creó su propio movimiento, Juntos por el futuro, al que se han adherido más de 60 parlamentarios, cifra que podría aumentar hasta cien. Di Maio dio el portazo tras definir al M5E como el «partido del odio»: «Soy acusado por los dirigentes de 5 Estrellas de ser atlantista y europeísta. Permítanme decir que, como ministro de Asuntos Exteriores, ante esta terrible guerra reivindico con orgullo ser fuertemente atlantista y europeísta».
El pasado jueves, ambos se vieron las caras en el Palacio Chigi para cerrar el último incidente, pero su relación parece insanable. Solo hubo media tregua, envuelta en una nube de incertidumbre. El líder del M5E se presentó con un elenco de peticiones, exigiendo a
Draghi que, para confirmarle su
apoyo, debe haber una «discontinuidad» con la política del Gobierno. La creencia generalizada es que tarde o temprano Giuseppe Conte se verá obligado por el ala más extremista del partido a abandonar la mayoría. En el frente opuesto, Matteo Salvini, también tiene sus exigencias para contentar a su clientela y hacer ver a sus seguidores que, si hace falta, la Liga está dispuesta a salir del Gobierno.
En realidad, los populistas de izquierda y derecha que forman parte del gobierno actúan igual. Cuando reina la confusión en su partido y no lo controlan, mantienen por conveniencia un pie dentro del Ejecutivo y otro fuera, para recuperar el terreno perdido en las encuestas. En este sentido, el juego de Conte incomoda a sus socios: «El M5E está dando un espectáculo indecente. Están en crisis y Conte necesita ocupar los periódicos. Sugeriría a Draghi no perder demasiado tiempo con él», afirma la exministra Maria Elena Boschi, jefa del grupo parlamentario de Italia Viva, uno de los seis partidos que forma la coalición. Incluso los radicales del M5E critican duramente a Conte y lo califican de cobarde por no abandonar el Gobierno. Uno de los más duros y extremistas del Movimiento, Alessandro Di Battista, dijo el jueves: «Quizá se vaya del Gobierno después del verano, cuando los parlamentarios hayan adquirido el derecho a la pensión. O después de aprobar los presupuestos, un momento dorado para quienes buscan dinero para transformarlo en promesas electorales. O tal vez nunca salga. Mientras tanto, hasta los acérrimos seguidores del Movimiento se preguntan cómo fue posible reducir la mayor fuerza política a la sucursal del miedo y las autolesiones».
Di Battista sabe muy bien que sus compañeros, nada más acceder al Parlamento y sentarse en el banco del Gobierno le han tomado gusto al hecho de formar parte de la élite y de un sistema que el Movimiento prometió eliminar. «Abriremos el Parlamento como una lata de sardinas», gritaban en sus mítines. Pero la realidad se impone, destaca el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Bolonia Angelo Panebianco: «Cuando se va al Gobierno, termina el tiempo de la poesía y comienza el de la prosa», es decir, al llegar al Ejecutivo no se pueden perseguir ideas o alianzas fantasmas, sino que se «tendrá que administrar mejor en estrecha colaboración con las autoridades de Bruselas y otros gobiernos europeos los fondos del Plan de Reconstrucción».
Entre los muchos saltos mortales que han dado los ‘grillinos’ desde que llegaron al poder está su consideración sobre la banca. Para los 5 Estrellas, los grandes grupos bancarios eran sinónimo de prevaricación y corrupción en perjuicio de los ciudadanos. Ahora los defienden porque les sirven. Ironías y paradojas de la vida, como la del titular de Asuntos Exteriores, Luigi Di Maio, quien siendo ministro del Trabajo y del Desarrollo Económico, además líder del M5E, viajó en 2019 a París para entrevistarse con líderes de los ‘chalecos amarillos’, creando un conflicto diplomático con Francia, que retiró momentáneamente a su embajador de Roma. Hoy Di Maio busca con su movimiento Juntos por el Futuro situarse en el centro político: respalda firmemente el apoyo de Draghi al presidente Zelenski, incluyendo el suministro de armas, en línea con los EE.UU. y la UE. Mientras, el líder del M5E, Giuseppe Conte, es muy crítico sobre el envío de armas a Ucrania, y argumenta que así se alarga el conflicto.
Juegos de intereses
El juego de los populistas de actuar como fuerza de gobierno o de oposición según sus intereses, ha sido ya descubierto por la opinión pública. Así se ha reflejado en las elecciones locales del mes de junio. El M5E y la Liga fueron derrotados. Sus respectivos líderes, Conte y Salvini, están siendo gemelos distintos en esta legislatura: ambos sienten que les llega el ocaso del populismo y mantienen una actitud crítica, de guerrilla política contra Draghi para mantener un papel de protagonistas. Salvini ve además que su liderazgo en la derecha ha sido ocupado por Giorgia Meloni, presidenta de Hermanos de Italia, partido con un crecimiento espectacular y socio de Vox en el Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos. Es la primera fuerza política, con el 22% en intención de voto, según algunas encuestas y la única que puede criticar a Dragui: «¿Cómo es posible que este gobierno de incapaces haga pagar a los italianos su ineptitud?». Pero a Meloni le achacan lo mismo que a los populistas antes de llegar al poder: las críticas funcionan mientras no gobiernas.
Italia ha sido uno de los países europeos con mayor porcentaje de populismo. La suma del voto de los partidos populistas de izquierda y derecha superó en su apogeo ampliamente el 50%. Pero ante el desastre del M5E, al borde de su desaparición o irrelevancia, cabe preguntarse: ¿Está muerto el populismo en Italia? Sería exagerado afirmarlo, aunque depende de qué frente se hable. Desde luego, al igual que en otros países, como Unidas Podemos en España, Tsipras en Grecia o la izquierda laborista de Corbyn en Inglaterra, está en retirada. El politólogo Giovanni Orsina, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Luis Guido Carli de Roma, ha comentado que los populistas, en referencia a los que forman parte del Gobierno Draghi, están acabados, pero no el populismo: «Pasados más de cuatro años, la ola populista que alcanzó su cénit en 2018 en gran parte se ha acabado», escribe Orsina en ‘La Stampa’.
De un populismo a otro
El populismo ha fracasado a la hora de dar una solución a los problemas, comenta el profesor Orsina: «La indiscutible capacidad para encauzar la protesta no fue igualada por la misma capacidad para dar respuestas concretas a la frustración». El euroescepticismo que ha caracterizado a los populistas se ha reducido con la decisión histórica de la UE de compartir deuda pública mediante el Fondo de Reconstrucción, el proyecto de 750.000 millones de euros que convierte a la UE en un referente de deuda pública.
Pero aunque la ola populista que tuvo su auge en 2018 se ha extinguido en buena parte, lo que aún permanece es «un descontento difuso en todas las democracias avanzadas, que parece tener una fuerza estructural considerable y resistir los intentos por reabsorberlo. Las recientes elecciones en Francia han sido una clara demostración de esta fortaleza. Las señales que vienen de los Estados Unidos no parecen muy diferentes», afirma el politólogo Orsina. Su conclusión es que «los llamados partidos populistas recogen los votos del descontento, pero son incapaces de cumplir su programa. Y los votantes frustrados no tienen más remedio que saltar de un populismo a otro, con la vana esperanza de encontrar finalmente una respuesta». No por casualidad, los votos que perdió Matteo Salvini se han trasladado en gran parte a otro partido que se opone al actual orden de cosas, Hermanos de Italia.
A medida que se acerca el final de la legislatura, existe el riesgo de que vuelvan propuestas extremas, incluso antieuro, si llega una recesión. El diputado Claudio Borghi, un nostálgico de la lira y contrario a la moneda única, uno de los más populistas del círculo de Salvini, pregona que la Liga debe volver al programa del 2018.
No sorprende que en un panorama internacional en el que parece llegar el Apocalipsis, con plagas como la pandemia, la guerra, el hambre, la crisis energética, el calentamiento global y la sequía, Mario Draghi haya evocado el espectro del populismo en la cumbre del G-7 en Alemania. La pregunta siguiente es ¿habrá Dragui después de Dragui? Nada se puede excluir en la política italiana.