ABC (Andalucía)

Jesús Enrique Colombo torea para las peñas

∑Corta la única oreja a los toros de Cebada, espectacul­ares en el encierro pero de menos juego en la corrida

- ANDRÉS AMORÓS

Fieles a su leyenda, las reses de Cebada Gago han protagoniz­ado un encierro rápido (3’21), con menos corredores pero realmente terrorífic­o: toros que se separan de la manada, se cruzan, cambian de dirección, empitonan a un mozo contra el vallado y la barrera… Se han vivido momentos dramáticos, que se saldan con tres heridos por asta de toro y otros cuatro, lesionados. «Como en los encierros de antes», resumen algunos veteranos. Es la trigésimo octava vez que se anuncian en San Fermín estos toros y tienen fama de ser, junto a los Miuras, los más peligrosos. Ver los ‘cebaditas’ ilusiona a muchos aficionado­s.

Por la tarde, los toros gaditanos, serios y astifinos, dan juego regular. Alternan tres diestros jóvenes, bullicioso­s, de los que ‘hacen de todo’ a los toros. Colombo consigue conectar con las peñas y corta un trofeo. Román pincha una faena de mérito en el quinto toro, el mejor.

Aunque no sea la primera vez, choca un poco ver al joven francés Juan Leal como cabeza de cartel y director de lidia. Se está abriendo paso con un valor que roza muchas veces la temeridad, ‘a sangre y fuego’ (como el título del gran libro de Chaves Nogales que citó Andrés Trapiello, al recibir el premio Cavia). Metido entre los pitones, con una cercanía de raíz ojedista, realiza suertes a veces heterodoxa­s pero, en el toreo, el valor es un arma infalible, que llega a todos los públicos. El primero, el que por la mañana se cebó en dos corredores, tropieza los capotes. Comienza Juan de rodillas. Como el toro, encastado, protesta un poco, recurre al tranquillo de los muletazos invertidos y a su habitual encimismo, con riesgo evidente. Se ha pasado de faena y mata a distancia, con salto, a la tercera.

El cuarto luce dos ‘velas’ astifinas que impresiona­n, sale suelto, embiste irregular. Después de los pases cambiados, el toro engancha la muleta, no cabe lucimiento. Mata caído a la segunda y el toro casi se lo lleva por delante, en el arreón de la muerte. No ha tenido suerte Juan Leal esta tarde.

Ha superado las secuelas de un muy grave percance el simpático valenciano Román. Torea, a veces, con más corazón que cabeza. Es un torero capaz, que ha obtenido ya importante­s triunfos, aunque, en la retransmis­ión del encierro, en TVE, digan que es un ‘supervisor’, no se sabe de qué. ¡Qué bochorno! Con su simpatía habitual, él ha respondido: «Toreo esta tarde». El segundo, que se volvió en el encierro, flaquea, queda corto, rebrincado; miden el castigo. Intenta Román aliviarlo con muletazos suaves pero el noble toro dice poco. La correcta faena tiene escaso eco. Agarra una buena estocada (me alegra que haya recuperado el sitio con la espada, la suerte en la que sufrió el grave percance).

El quinto, salpicado, muy largo, embiste desordenad­o, protesta, pero Román plantea bien la faena y el toro responde, sacando buen fondo: tragando, logra dominarlo; bajándole la mano, consigue naturales de mérito, templados. Ha mostrado decisión y que está en buen momento, pero pincha antes de la estocada: vuelta al ruedo.

Saltos atléticos

El venezolano Jesús Enrique Colombo posee un estilo atlético, variado, vistoso, que puede llegar fácilmente a este público. Ya triunfó aquí como novillero, hace cinco años; debuta ahora como matador. Recibe con largas de rodillas al tercero, más vivo que los anteriores. Banderille­a con saltos atléticos, dialogando con las peñas; en el tercer par, con una boina roja en la mano, le engancha por la chaquetill­a: el público brama. Comienza sentado en el estribo. El toro, encampanad­o, se defiende, puntea la muleta y la faena no cuaja, aunque las peñas lo aclaman. Mata a la segunda (petición).

En el sexto, vuelve a dialogar con las peñas (para mi gusto, demasiado: es un recurso barato), antes de clavar los palos con saltos espectacul­ares. También les brinda el toro y los mira, después de cada serie. El toro no va mal, le permite muletazos vibrantes, acogidos con clamor. Agarra un espectacul­ar espadazo: oreja. Ha conseguido su propósito. Pero en otros cosos deberá moderar los efectismos.

Vuelvo a la anécdota de la televisión: además de ignorancia supina, no conocer al matador que va a torear esa tarde es síntoma de algo todavía peor: separar el encierro de la corrida de toros, como algunos ahora intentan, no tiene el menor sentido.

Posdata. ¿Quién no ha pasado un buen rato jugando, en familia o con amigos, al trivial, en cualquiera de sus versiones? Acaba de presentars­e una nueva, ‘Salta al ruedo’, dedicada a la tauromaqui­a: con dos niveles de dificultad, en ochenta cartas se plantean preguntas sobre matadores actuales e históricos, plazas, ganaderías, rejoneador­es, frases taurinas… Si contestas bien, ganas una letra; el triunfador es el que logra reunir la palabra ‘torero’. El inventor del juego es Luis Alfonso de Borbón, muy amigo de la familia Ponce. Además de hacerte pasar un buen rato, el juego te ayuda a adquirir o refrescar conocimien­tos sobre una Fiesta que tantos ataques, basados en la ignorancia, está ahora sufriendo.

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// EFE Jesús Enrique Colombo, en banderilla­s

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