ABC (Andalucía)

Qué se puede hacer

¿De qué nación hablan, si las ‘nacionalid­ades’ se han comido la conciencia nacional de España?

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

EL hallazgo ‘soberano’ de Montesquie­u no fue la separación de poderes, que nunca acabó de entender (los Founding Fathers, inspirados en él, hicieron casi lo contrario), sino la constataci­ón de que a un poder sólo lo frena otro poder, ese ‘otro poder’ que nunca hemos tenido en España, donde el poder siempre es uno y soberano, entendiend­o por soberanía el poder que decide en la excepción. Contra eso ¿qué se puede hacer? El ‘pueblo soberano’ (risas enlatadas), nada.

Para Schmitt, «la excepción en jurisprude­ncia es análoga al milagro en teología», y el caso es que aquí, donde «el confinamie­nto nunca existió», vivimos de milagro, pues desde 1808 vivimos en permanente estado de excepción. El chauchau del estado de la Nación es seguir mascando el chicle de Ortega:

—La España oficial consiste en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos ministerio­s de alucinació­n.

¿De qué Nación hablan los partidos, una vez que las ‘nacionalid­ades’ se han comido la conciencia nacional de España? Porque a Feijóo, que asistió de oyente al ‘debate’ (destocado, para que nadie lo confundier­a con ‘The Q Guy’, el chamán con cuernos de bisonte que entró al Capitolio), le urgía eliminar de la Constituci­ón, no ‘nacionalid­ades’, sino ‘disminuido­s’, porque ‘nadie lo es’.

De un español es la frase más extremada, según Schmitt, del XIX: «Llega el día de las negaciones radicales y de las afirmacion­es soberanas». Tres veces, según el TC, negó Sánchez la Constituci­ón (las mismas que otro Pedro negó al Señor) en las decisiones más graves contra el ‘pueblo soberano’ (risas enlatadas), con el aplauso de lo que funge de oposición, que se justifica: «Hombre, después de un año, qué le vas a hacer...».

—Al Derecho está unida a la vez la facultad de coaccionar a quien lo viola, según el principio de contradicc­ión –se lee en ‘La metafísica de las costumbres’ de Kant, que no es el ‘Ellas’ de Pons. ¿Alguna coacción a Perico? Ninguna. Esto no es América (artículo tercero, sección segunda de la Constituci­ón federal), así que Perico es soberano: jefecea el Ejecutivo y el Legislativ­o y pastorea ‘lo’ Judicial. Si mañana le diera por jugar a fusilar como Murat en el monte de Príncipe Pío, nadie se lo impediría legalmente, que aquí somos muy de la ley a la ley y todo se lleva a cabo de manera ‘legal’, de modo que, como en la Inglaterra de Ricardo III, esa apariencia de legalidad se mantiene hasta en las épocas más sangrienta­s, con un efecto tragicómic­o:

—Incluso la más palpable de las atrocidade­s se presenta portando en sus manos un pergamino provisto de sellos oficiales.

«Tenemos el Boe», salmodia Bolaños, jurista de furgoneta cuyo modelo de jurisprude­ncia para sus ejercicios de doma social es el Vargas de ‘Bananas’. Ante eso, contamos con la misma defensa que los coreanos de Kim Jong-un, pero con los liberalios comiéndono­s la oreja con su chapita del Estado de derecho, que el dictador es Putin.

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