ABC (Andalucía)

Robin Hood y los buenos impuestos

Sánchez se ha girado la capa de la OTAN y se ha vestido de Robin Hood

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

TIENE este Gobierno la virtud de darle la vuelta a la tortilla a más velocidad de la que puede captar el James Webb. Cuando parece que está a punto de romper con su socio, asume sus postulados de tal manera que la única discusión entre ellos es de enamorados: cuelga tú, no cuelga tú.

Sánchez se ha girado la capa de la OTAN y se ha vestido de Robin Hood, con tanta rapidez que se le ven las costuras. Mucho vender diálogo, pero luego anuncia un nuevo impuesto a la Banca con nocturnida­d y alevosía.

Desde esta semana, el presidente ya tiene su propio hito económico. Hasta ahora las crisis eran culpa del Covid y de Putin. Suyo es el mérito de hacer caer la Bolsa con solo abrir la boca. Ya verán cómo nos copian la medida todos los países de Europa, salvo la Hungría de Orbán, que es a la que hemos copiado nosotros.

Desde que Jesucristo echó a los mercaderes del templo no se veía un acto de justicia así para con la banca. Con este nuevo impuesto la hacemos más nuestra y la vamos a entender mejor. De tanto repetir que los impuestos son para colegios y centros de salud –los sueldos de los 22 ministerio­s son donaciones–, no descarten que el próximo extracto bancario desglose así las comisiones. Para recordar, igual que en las gasolinera­s, la presencia del Estado. Éste es el coste normal y éste tras el descuento. Llevan las petroleras semanas haciéndole la campaña al mismo Gobierno con el que acordaron arrimar el hombro de forma coordinada. Ahora les han colado, por la tele, un impuesto nuevo. Ya saben el valor de un apretón de manos con Moncloa.

La coordinaci­ón, la seguridad jurídica y la justicia redistribu­tiva es ésta: Sánchez dice quién paga y quién recibe. Ahora que Hacienda son algunas empresas elegidas, el resto duermen más tranquilas. Sobre todo, los supermerca­dos, que han oído rumores. Ya estaría todo: banca, energía y alimentaci­ón. Nos faltan las farmacéuti­cas, que se sienten ninguneada­s. Como, en la parte contraria, los pueblos sin abono transporte.

Al convertirl­a en recaudador­a de Hacienda la banca ya somos todos. Que igual por eso la rescatamos antes: para evitar que no se perdieran ahorros y depósitos. Porque si se hunde un banco, se esfuma el ‘cash’ –pregunten en Popular–, no las hipotecas. Los bancos viven de los que debemos dinero.

Seamos positivos y pongamos que dentro de unos meses tenemos que darle gracias al Gobierno y a la banca por sacarnos de esta ruina. ¿Se imaginan? Mientras, está en juego la mala fama bancaria. Pero si alguien tiene más capacidad que Sánchez para darle la vuelta a una situación es la banca. Si se lleva el feminismo, se pone la capa correspond­iente. Si los abuelos se quejan públicamen­te porque los mandan al cajero, la banca se promociona como el sitio donde mejor se recibe a los mayores. Ya estoy viendo el slogan en los ventanales. ¿Cómo era? Juntos salimos más fuertes. Ya lo saben, la banca siempre gana.

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